Si buscáis por Internet,
encontraréis mucha información. Una de las páginas más serias y fiables es esta. Ahora quiero resumiros en qué consisten e ir un poco
más allá de la mera descripción médica. Porque, a fin de cuentas, lo que nos
interesa es ver cómo resolver el problema, sus causas y, si es posible, cómo
evitarlo en el futuro.
¿Qué es una brida? Como
dice el nombre, es una tira de tejido, una fibrosidad, que crece entre los
órganos o los tejidos. Y, como toda brida, lo que hace es frenar e impedir el
movimiento. En el abdomen, estas bridas o adherencias crecen entre las
curvas del intestino y dificultan el tránsito, provocando hinchazón
por gases, dolor, náuseas, estreñimiento y molestias. En un caso extremo,
pueden retorcer las entrañas y producir una obstrucción intestinal. Esto es una
emergencia médica y hay que operar con urgencia.
Y esto es lo que me
ocurrió hace ya tres años ―lo explico en detalle en mi libro Digerir
la vida―. Tras dos días de dolores intensos que no remitían, fui ingresada
de urgencias y me tuvieron que operar para extraerme una brida que me había
enrollado por completo las tripas. Mi intestino era como un ovillo enredado, a
punto de explotar. ¡Ese día nací de nuevo! Y encontré la explicación a muchos
dolores y molestias que había sufrido durante décadas.
Lo curioso de mi caso es
que las bridas suelen aparecer como consecuencia de cirugías previas. A mí
nunca me habían “abierto”, de modo que los médicos concluyeron que debía ser
una brida congénita.
Bridas intestinales (adherencias).
¿Por qué se producen las bridas?
Esa es la cuestión. Puede
haber varias causas, la más habitual es que sean la consecuencia de alguna
intervención en el vientre: cesáreas ―muy frecuente― u otras cirugías
ginecológicas o intestinales. El contacto de los órganos internos con las gasas, productos e instrumental quirúrgico puede secar o dañar los tejidos, provocando el crecimiento de tejido cicatricial, que formará las futuras bridas. Otras causas pueden ser la inflamación crónica y
las infecciones intestinales.
Lo triste del caso es que
la única solución para las bridas es operar para extraerlas. Se puede hacer por laparoscopia, que es
una técnica menos invasiva, pero a veces hay que “rajar”. Y cuanto más se
opera, más riesgo hay de que se vuelvan a formar. Recuerdo que, cuando me
revisó el médico después de mi operación, antes de darme el alta, me dijo: «Hay
un 80 % de posibilidades de que las bridas se reproduzcan». Y pensé: «Yo voy a estar
en ese 20 % restante».
¡Eso espero! De modo que,
una vez has sufrido las consecuencias de tener una brida, y ya te han operado, la
siguiente cuestión es: ¿Cómo evitar que se formen de nuevo estas adherencias?
Los fármacos: una causa frecuente de inflamación intestinal.
¿Cómo prevenir?
Una cirugía que ya has pasado es
inevitable. Pero sí podemos evitar los otros factores de riesgo: inflamación e
infecciones. Al menos, podemos hacer
bastantes cosas.
Para prevenir la
inflamación hemos de saber qué cosas pueden dañar nuestro intestino e
inflamarlo. Está claro que esto depende de lo que le metemos adentro, es decir,
lo que comemos.
Hay dos cosas que entran
por la boca e inflaman el intestino: los fármacos y ciertos alimentos.
En cuanto a fármacos,
todos los antiinflamatorios ―¡qué contradicción!—, esteroides, corticoides,
ibuprofeno, aspirina y similares, y los antibióticos, todo eso inflama el
intestino. También los antidepresivos, tan comunes, y los antiácidos. De modo
que, si puedes evitarlo, no te mediques. Casi cualquier fármaco es un agente
extraño a tu cuerpo que hará saltar la alarma en tus intestinos. Algunos de
ellos provocan permeabilidad
intestinal ―el intestino se vuelve poroso y filtra elementos indeseados a
la sangre—. La permeabilidad intestinal dispara el sistema autoinmune,
produciendo una serie de reacciones, desde irritación de piel hasta daño
articular, y más inflamación.
En cuanto a alimentos,
¡ay! Muchas cosas que nos gustan inflaman el intestino. En general, todos los
alimentos refinados y procesados que no encontramos en la naturaleza tal cual
son inflamatorios: azúcar, harinas blancas ―panes y bollería, pasta―, aceites
refinados, zumos y bebidas de todo tipo.
Pero hay alimentos
“naturales” que también inflaman el intestino: los lácteos son los campeones a
la hora de golpear. Si tienes problemas intestinales, lo primero sería eliminar
estos alimentos ―todos― salvo, quizás, el yogur natural ecológico, sin
edulcorar. Pero incluso el yogur puede perjudicarte, pues el problema está en
las proteínas y los azúcares de la leche. Los fermentos del yogur, por buenos
que sean, no eliminan estos agentes inflamatorios de la leche.
Otros alimentos que
irritan al intestino: la carne roja, los pescados grasos, los fritos, el café y
el chocolate. En algunas personas sensibles, verduras como la cebolla, el ajo,
la alcachofa, el pimiento y las berenjenas.
Y si tienes una infección
bacteriana en el intestino, todo lo que lleve fibra (verduras, legumbres) y las
frutas dulces te sentarán fatal, porque no harán más que multiplicar la acción
de las bacterias más allá de lo deseado.
Estos alimentos aparentemente sanos pueden inflamar tu intestino. ¡Cuidado!
¿Qué comer?
Entonces, ¿qué comer? Lo
mejor es hacerse algunas pruebas para descartar infecciones intestinales,
un SIBO (proliferación bacteriana en el intestino delgado) y permeabilidad
intestinal, pues estas dolencias requieren dietas y tratamientos
específicos. Un médico especializado te indicará a qué análisis debes
someterte.
Si no tienes infección
intestinal ni permeabilidad, te puede ir muy bien seguir una dieta básicamente
vegetal, con poca grasa y mucha, mucha fibra: cereales integrales ―todo
integral―, legumbres en moderación si las digieres bien, verduras de todo tipo,
hortalizas almidonosas ―patata, boniato, calabaza, yuca―. Todo hervido, al
vapor o a la plancha. Sin aceite o con muy poco aceite virgen prensado en frío.
Si quieres tomar algo de pescado, hervido o a la plancha, no lo mezcles con
almidones ―cereales, patata, legumbres― sino sólo con verduras verdes o de
colores. También te irán genial caldos naturales de hierbas y, si quieres, con
algo de pollo ecológico o pescado.
Con una dieta así yo me
he curado, me he encontrado de maravilla y he ganado salud y regularidad intestinal.
Eso sí, hay que ponerse muy enérgico y evitar esos alimentos que comenté antes,
sobre todo azúcares, refinados y lácteos. Y evitar mezclas peligrosas. Lo ideal
es hacer comidas muy simples y con pocos alimentos distintos cada vez. Más vale
cinco comidas sencillas y ligeras al día que dos muy pesadas con muchos
ingredientes juntos.
Los alimentos ricos en gluten (trigo y todos los cereales, salvo el maíz y el arroz)
pueden provocar inflamación intestinal.
Ojo a las intolerancias
Otra causa de inflamación
intestinal pueden ser las intolerancias a algún alimento. He hablado de ello en
varias ocasiones, en este blog. Mira aquí.
Si tienes problemas
digestivos inexplicables vale la pena hacerse un test de intolerancia, pero
serio. Este es
el que me hice y recomiendo, por su fiabilidad. Sólo necesitas dar unas
muestras de sangre y te lo entregan en breve tiempo. Cuesta dinero, pero ¿acaso
no vale más tu salud? Seguro que amortizas la inversión muy pronto, y te ahorrarás
sufrimiento y gastos inútiles.
Si no quieres hacerte un
test, prueba a eliminar de tu dieta algunos de estos alimentos, que son los que
suelen producir más intolerancias. Pasados quince días de dieta “limpia”, ve
introduciéndolos uno a uno, con intervalos de una semana, para ver si los
síntomas y molestias vuelven. ¡Lo detectarás muy pronto! El cuerpo no engaña…
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Lácteos.
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Huevos.
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Trigo y
derivados ―y todo lo que tenga gluten―.
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Café.
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Chocolate.
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Fresas y
otras frutas, como melocotones.
-
Tomates y
solanáceas ―pimiento, berenjena―.
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Ajos y
cebolla.
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Nueces y
frutos secos.
-
Aceites ―hay
personas intolerantes a las grasas, más de lo que parece―.
Cuando descubras lo que
te revuelve el estómago y hace que tu tripa se infle como un globo, plantéate
muy en serio dejarlo. Y, si te cuesta, piensa en el quirófano. Vale la pena
esforzarse un poco para gozar de salud y evitar todo eso, ¿no crees? El
alimento es necesario para vivir, pero hay miles de cosas buenas que tomar. Y, finalmente,
«la vida es más que el alimento...»
Una clásica menestra de verduras cocidas es excelente para tu intestino.
Si la cueces al punto, usas ingredientes frescos y la aliñas con hierbas
y un poco de sal, ¡tiene mucho sabor!