martes, 29 de noviembre de 2016

Pilar número 1: la comida


Es obvio. Lo que comemos es lo primero que afecta a nuestras digestiones. Si crees que la comida no tiene nada que ver con tu salud digestiva, hazte esta pregunta. Cuando a un fumador le detectan cáncer de pulmón, ¿qué es lo primero que le prescribe el médico? ¡Dejar de fumar, por supuesto! Pues bien, a una persona que tiene malas digestiones, ¿qué debería ser lo primero que tendría que mirar un médico? Es de lógica aplastante: ¡lo que come! Después ya veremos si el problema es más complicado, si ha sufrido alguna infección o tiene un problema más interno.

Te puedo decir que en un altísimo porcentaje de casos los problemas digestivos son de origen alimentario. Dime lo que comes y te diré cómo digieres.

Parece mentira, pero esta verdad tan obvia a menudo es ignorada por médicos y pacientes. ¿Sabes por qué? Razón número uno: no hemos recibido educación adecuada sobre nutrición, tampoco los médicos. Y lo poco que sabemos son cuatro pirámides alimentarias que se han divulgado por las escuelas y los medios de comunicación. Estas famosas pirámides se basan en estudios que casi siempre están financiados por alguna gran empresa alimentaria. O sea, que no podemos fiarnos de su objetividad ni de su falta de ánimo lucrativo. La ciencia y la realidad sanitaria de millones de personas nos revelan que lo que creíamos muy sano hace unos años no lo es tanto. Por eso hay tanta confusión y las noticias que llegan al público son tan contradictorias.


Hablaré mucho más de comida en este blog. Pero ahora no voy a darte consejos. Hoy te propongo que investigues un poco sobre qué alimentación es la adecuada para la especie humana. Es un tema amplísimo y apasionante, y encontrarás miles de opiniones, algunas muy divergentes y algunas muy poco científicas. También hay una guerra de dietas que se libra desde hace años. 

Te invito a leer un libro que puede cambiar tu visión en este campo. Está escrito por una persona honesta y con una sólida base científica. Corroborado por médicos con una larga experiencia. Se trata de El estudio de China. Su autor, T. Colin Campbell, es biólogo y se ha dedicado a estudiar la alimentación y su impacto en la salud humana durante más de cuarenta años. Sus descubrimientos lo han llevado a crear un centro de estudio sobre nutrición y salud, con cursos avalados por la Universidad de Cornell, en los Estados Unidos. Es autor de otros libros interesantísimos, como Integral, y participa en un documental valiente y claro: Forks over Knives (Tenedores contra cuchillos), que puedes conseguir por Internet. ¡Ojalá se emitiera por televisión, en una hora de máxima audiencia! Creo que los ciudadanos nos merecemos información honesta y clara como la que Campbell y muchos otros nos están brindando.

jueves, 24 de noviembre de 2016

Los pilares de la salud digestiva

Empecemos por el comienzo. La salud digestiva no está separada de la salud global de todo tú, como persona. Tu sistema digestivo está conectado con el resto del cuerpo y lo que pasa por la mente afecta nuestra biología. Al mismo tiempo, nuestra persona vive en un medio ambiente: el entorno también nos afecta, tanto física como emocionalmente. Lo que ocurre es que el entorno no siempre podemos modificarlo. En cambio, podemos intervenir en aquello que nosotros somos y hacemos. 

Así que para tener una tripa sana… hay que estar sano de otras cosas.

Los pilares de una buena salud podríamos decir que son cuatro, como las cuatro patas de una mesa:
1.    Alimento: qué comes y cómo lo comes.
2.    Emociones: cómo están tu vida sentimental y tus relaciones.
3.    Ejercicio: moverse es importante, ¡hay que comer con apetito!
4.  Descanso: para digerir bien necesitas sueño, relax, controlar el estrés y disfrutar de la vida, al menos un poquito cada día.

Añade a estos cuatro pilares una «cúpula»: tu propósito vital. ¿Sabes qué quieres hacer en esta vida? ¿Tienes una misión, una pasión, algo a lo que quieres dedicarte en cuerpo y alma (o alguien)? No desdeñes la importancia de este factor en tu vida. Jung decía que la mayoría de sus pacientes, en el fondo, tenían un problema espiritual muy hondo: sus vidas carecían de sentido. De aquí pueden brotar infinidad de enfermedades, malos hábitos y trastornos que minan tu salud.

Te podría dar muchos ejemplos, seguro que tú también los conoces. Cuando una persona tiene claro su propósito vital encuentra la fuerza interior para afrontar cualquier problema y, también, para tomar las riendas de su salud. 

Te propongo que medites en estos cinco puntos. ¿Crees que algún pilar falla? Por ahí puedes rastrear un posible origen de tus molestias digestivas. Y si crees que todo está bien, profundiza un poco. Quizás descubras que tu alimentación, tu descanso, tu nivel de ejercicio o tu vida emocional no son tan sanos como creías…


¿Qué puedes hacer para mejorar cada uno de estos puntos? Si quieres, lo iremos viendo en los próximos días.

martes, 22 de noviembre de 2016

No eres un caso perdido

Es posible que hayas llegado a este blog buscando remedios para hacer una buena digestión. Es posible que lleves años, quizás décadas, lidiando con dolores de estómago, gases, estreñimiento… o problemas peores. A mí me sucedía igual.

También es posible que estés harto de ir al médico y hacerte infinidad de análisis y pruebas solo para que el especialista te diga: No tienes nada grave. Todo son nervios. O: ha sido algo pasajero. Estrés, o una pequeña infección, o…

¿Te has sentido impotente, diciéndote a ti mismo que eres un misterio sin resolver y que no entiendes qué pasa dentro de ti? ¿Te has sentido estúpido cuando los médicos insisten en que no tienes nada malo, pero sigues encontrándote mal?

Tu cuerpo no te engaña. Algo pasa. Tanto si es de origen psíquico como orgánico, algo te sucede. No son imaginaciones tuyas.

Mi mensaje de hoy es… ¡No te rindas! No te dejes por un caso perdido. No te conformes con lo que te diga uno, dos o media docena de médicos. Si tienes la tripa alterada, hay algo que provoca tu malestar.

Llegó el momento de tomar las riendas. Lee libros. Investiga por Internet. Busca médicos o terapeutas que puedan ayudarte y arrojar luz sobre tus problemas. Escucha tu cuerpo. Estudia, aprende, forma tu criterio y ábrete a nuevas terapias o remedios naturales.

¿Crees que los médicos lo saben todo? No. No lo saben todo. Los estudios de medicina no abarcan a fondo toda la complejidad de la biología humana. Por ejemplo, se estudia poquísima nutrición. Los médicos memorizan largas listas de fármacos y sus aplicaciones, pero saben poco de dietética, a menos que les interese el tema y se formen por su cuenta. Por otra parte, los médicos están presionados. Se les gratifica para que receten ciertos fármacos o tratamientos. O se les obliga a seguir un protocolo. ¿Quién decide qué fármacos promocionar y qué protocolos seguir? Son comités formados por diversas personas. Algunas quizás no tienen ni idea de medicina, pero tienen poder decisorio. Saben de negocios y de política, y quieren que la sanidad sea rentable. Les preocupa el ahorro o el lucro pero no tu salud. Como paciente, tienes derecho a estar bien informado por tus médicos. Pregunta, pide explicaciones de por qué te recetan algo y qué riesgos o efectos secundarios tiene el medicamento, la terapia o la cirugía que te prescriben. Si no te convence, pide alternativas. Puedes negarte a seguir alguna terapia que no consideres adecuada, siempre bajo tu responsabilidad. Pide también copias de tu historial médico, tienes todo el derecho a conservarlo. Y busca siempre una segunda opinión médica, o una tercera.

Finalmente, los médicos no están en tu piel. No sienten cómo te sientes. No pueden adivinar. Los análisis y las pruebas dan unos datos, pero no muestran el mapa completo de tu cuerpo y de tu realidad.

De manera que no te conformes con una opinión o con un tratamiento que no te funciona. Sigue buscando. ¡Tú lo mereces!

De corazón y de olla

Así se titula uno de los primeros capítulos de mi libro Digerir la vida.

¿Por qué? Pues muy sencillo. Para gozar de salud digestiva tienes que atender a dos factores: cómo está tu corazón… y qué metes en la olla. En otras palabras, las emociones y pensamientos que salen de ti y la comida que entra en tu cuerpo.

Es fácil caer en los extremos. Para algunos, TODAS las enfermedades y trastornos tienen un origen psicológico. Para otros, nada de eso: TODO problema es biológico y debe tratarse con química pura.
¿Dónde estará la verdad? Posiblemente en el justo medio. Casi seguro hay un factor físico y biológico que desencadena el trastorno. Pero muchas veces también hay un componente emocional que crea un entorno favorable a la enfermedad.

Te pongo un ejemplo: una relación tensa con tu pareja puede darte ansiedad. Como los nervios te comen, comes más y te acostumbras a picotear dulces entre horas. Esto crea un desequilibrio en tu metabolismo y ataca tu sistema digestivo. Comienzas a hacer malas digestiones, que no hacen más que empeorar tu angustia y tu declive anímico. Cuanto más te deprimes, más azúcar tomas para consolarte. Y peor te sientes. ¡Has entrado en un círculo vicioso! ¿Cómo romperlo? No basta que hagas dieta y dejes de tomar dulces. La ansiedad por tu problema emocional no desaparecerá hasta que abordes qué sucede con tu pareja. Pero, al mismo tiempo, necesitas comer más sano para que tu cuerpo se recupere y tu mente se aclare.

Otro ejemplo al revés: tienes una intolerancia alimentaria, pero lo ignoras. El alimento «ofensor» está deteriorando tu intestino e impide que este produzca las hormonas necesarias. Como consecuencia, la química de tu cerebro se ve afectada y padeces altibajos emocionales. ¡No entiendes por qué te sientes así! Puedes ir al psicólogo o al psiquiatra y te dará algún fármaco que puede funcionar o puede desequilibrarte todavía más… Mientras no resuelvas qué alimento está dañando tu intestino, el problema no se arreglará. 

En resumen: las personas somos cuerpo y alma. Un problema de salud digestiva a menudo tiene un origen combinado de dos desequilibrios, carencias o excesos. Algo que comes te sienta mal, pero hay algo que también te está comiendo por dentro… ¿Un consejo? Busca dónde está el origen del mal, identifica el hábito que te está dañando y tendrás dos preciosas pistas para encontrar la solución.


Ni todo es psicológico ni todo es biológico. Pero sí una combinación de ambos factores, la mayor parte de las veces. Es una cuestión… de corazón y de olla.

sábado, 5 de noviembre de 2016

Digerir la vida

Para más información, visita esta página.

La medicina tradicional de todas las culturas del mundo siempre ha unido el cuerpo y el alma, la biología y la psique. La moderna medicina occidental parece que olvidó un poco esta doble dimensión del ser humano, entusiasmada con los hallazgos de la química, la biología y la anatomía. Pero en las últimas décadas los médicos ya admiten que buena parte de las enfermedades tienen un componente o incluso un origen psicosomático. En palabras llanas: lo que se cuece en el corazón se refleja en el cuerpo.
A todos nos resulta familiar. Un gran disgusto lleva a un infarto de miocardio. Un desamor puede hundir tu sistema inmune. Una preocupación te anuda el estómago y el miedo te provoca diarrea.
En estos años en que he iniciado mi camino para mejorar mis digestiones he podido comprobar que el cuerpo es un fiel amigo, sabio y paciente, que avisa cuando algo no va bien en tu vida. Como afirma la doctora Lissa Rankin, autora de Mente sobre medicina, el cuerpo primero susurra, luego avisa y finalmente, si no le haces caso, grita. Ese grito es la enfermedad, o el ataque, o el dolor.
¿Qué nos dice una tripa enfadada? ¿De qué nos está avisando un estómago en llamas? ¿De qué se queja un vientre hinchado y dolorido? A veces protesta por algo tan simple como lo que le has echado adentro. ¿Qué clase de comida te has metido entre el pecho y la espalda? ¿Han sido buenos alimentos o ha sido «basura»? ¿Te has pasado con la cantidad? ¿Le has regalado una dosis de droga o veneno irritante?
Pero nuestro sistema digestivo no es un motor aislado del resto del cuerpo. Muchos científicos y autores nos han puesto al día: hay una íntima conexión entre cerebro e intestino, entre mente y vientre, entre pensamiento y digestión. Hay veces en que nuestra tripa nos está avisando de que hay algo en nuestra vida que necesita ajustes. Puede ser un tema personal, laboral, emocional, de relaciones… Puede ser la actitud con que encaramos nuestras circunstancias vitales.
De ahí este título. He aprendido que el camino en busca de una digestión perfecta es algo más que explorar en la anatomía humana y en las ciencias biológicas y nutricionales. Es también un largo aprendizaje para aprender a digerir la vida.