sábado, 16 de febrero de 2019

Amor y digestión


Esta semana ha sido San Valentín. Y será por la moda o por vender, pero seguro que casi todos hemos visto innumerables escaparates decorados con rosas, corazones y mensajes amorosos (y comerciales). Pues bien, aprovechando esta oleada tan dulce, hoy hablaré de amor y digestión. No del amor romántico de los enamorados, pero sí del amor en general, como actitud de vida y como una riqueza que todos tenemos en nuestro interior.

Sabemos que las emociones afectan a nuestra salud, y el amor es fuente de muchas emociones. Si son positivas y placenteras, apenas vemos a la persona amada y sentimos calidez adentro nuestro torrente sanguíneo se inunda de hormonas y sustancias químicas que nos proporcionan bienestar, vitalidad y buen humor. El amor nos relaja y nos llena de energía. Y esto repercute directamente en la calidad de nuestras digestiones.

Y al contrario sucede lo mismo: los sentimientos de tristeza, envidia, odio y enfado, provocan una catarata de hormonas estresantes que se vierten a la sangre y a los órganos vitales. Nos ponen en estado de alerta, aumentan nuestro miedo y nuestra agresividad. Ralentizan o interrumpen algunos procesos vitales que no son de supervivencia: el primero de todos, la digestión. Literalmente, nos envenenan.

De modo que podríamos decir que el amor, desde un punto de vista científico, nos sana y favorece la buena salud, mientras que las emociones negativas nos enferman. El amor contribuye a nuestra buena digestión.

Pero no quiero quedarme en la superficie. Es fácil decir que el amor nos mantiene sanos, y ¿quién no quiere amor en su vida? Pero la realidad del día a día nos muestra panoramas distintos. Muchas personas sufren de desamor: rupturas sentimentales, matrimonios separados, fricción o alejamiento de la familia, conflictos laborales… Nuestras relaciones humanas están marcadas, muchas veces, por la falta de amor. La peor situación, sin embargo, es cuando ya no hay relaciones. Por los motivos que sean, algunas personas se van quedando aisladas, sin vínculos, y acaban cayendo en la soledad más profunda.

Hace pocos meses leí un libro precioso sobre el amor, de Anselm Grün. En este libro se habla de diversas formas de amor, pero no se limita a un discurso bello, sino que toca realidades humanas muy comunes, por desgracia, y cómo abordarlas. Por ejemplo, el caso de una mujer maltratada, o de una persona sola, o de alguien cuyas relaciones familiares son tormentosas…

Me centraré en el caso quizás más frecuente en nuestra sociedad occidental: el de la persona que se ha ido quedando sola, hambrienta de amor, y no lo encuentra. Muchas veces estas personas sufren depresión y todo tipo de enfermedades o problemas físicos. El desamor casi siempre va de la mano de alguna dolencia… ¿Qué decir a estas personas? ¿Cómo ayudarlas? Ellas aseguran que quieren amor, que buscan amor, pero no lo encuentran, o las personas que las rodean no responden a sus demandas. Les fallan, las traicionan, las olvidan… Han entrado en un círculo terrible, un pozo donde cuesta ver la salida.

Anselm Grün ofrece una reflexión que me parece muy iluminadora, y que quiero compartir aquí. Él asegura que toda persona, incluso la más carente de amor, ya tiene amor dentro. El amor es como el agua del cuerpo humano: tenemos sed porque ¡ya somos 70 % agua! Del mismo modo, la sed de amor significa que dentro de nosotros hay un gran potencial amoroso. Y ese amor, que todos tenemos dentro, es lo que podemos cultivar y dejar que florezca, poquito a poco. Lo primero que necesitamos es reconocer que en nuestra vida ¡ya hay amor! Quizás el primer paso, muy básico, sea amarnos un poquito a nosotros mismos. Un amor que se reflejará en el cuidarse, alimentarse bien, descansar, procurar buscar un sustento y condiciones de vida dignas, pedir ayuda con delicadeza, sin exigencia ni agresividad.



Y un segundo paso puede ser aquel que decía san Juan de la Cruz, y que para mí es el que mejor funciona: «Donde no haya amor, pon amor y hallarás amor». ¡Es realmente así! Porque, aunque te parezca que no hay amor, sí que lo hay… dentro de ti. El amor, como la alegría, es algo que no se gasta y que funciona al revés que el dinero o las cosas: cuanto más das, más tienes.

¿Tienes malas digestiones inexplicables? El doctor Mario Alonso lo explica en el caso de una de sus pacientes, que sufría de indigestiones persistentes, sin causa médica identificable. El motivo de fondo era el enojo y la aversión a cierta persona. Cuando logró ser amable con ella, las indigestiones remitieron como por arte de magia. ¿Conclusión? Pon un poco más de amor en tu vida. Pon amabilidad, pon generosidad, pon gentileza hacia los demás. Da algo de ti, aunque te parezca que no tienes nada. Mira más allá de ti mismo y de tu problema. Y serás un poco ―o un mucho― más feliz, y podrás digerir mejor la comida y la vida.