viernes, 26 de abril de 2019

Bridas intestinales

Hoy quiero hablar de un problema que aqueja a algunas personas amigas y que me afectó a mí, sin saberlo, durante años. Se trata de las bridas o adherencias intestinales.

Si buscáis por Internet, encontraréis mucha información. Una de las páginas más serias y fiables es esta. Ahora quiero resumiros en qué consisten e ir un poco más allá de la mera descripción médica. Porque, a fin de cuentas, lo que nos interesa es ver cómo resolver el problema, sus causas y, si es posible, cómo evitarlo en el futuro.

¿Qué es una brida? Como dice el nombre, es una tira de tejido, una fibrosidad, que crece entre los órganos o los tejidos. Y, como toda brida, lo que hace es frenar e impedir el movimiento. En el abdomen, estas bridas o adherencias crecen entre las curvas del intestino y dificultan el tránsito, provocando hinchazón por gases, dolor, náuseas, estreñimiento y molestias. En un caso extremo, pueden retorcer las entrañas y producir una obstrucción intestinal. Esto es una emergencia médica y hay que operar con urgencia.

Y esto es lo que me ocurrió hace ya tres años ―lo explico en detalle en mi libro Digerir la vida―. Tras dos días de dolores intensos que no remitían, fui ingresada de urgencias y me tuvieron que operar para extraerme una brida que me había enrollado por completo las tripas. Mi intestino era como un ovillo enredado, a punto de explotar. ¡Ese día nací de nuevo! Y encontré la explicación a muchos dolores y molestias que había sufrido durante décadas.

Lo curioso de mi caso es que las bridas suelen aparecer como consecuencia de cirugías previas. A mí nunca me habían “abierto”, de modo que los médicos concluyeron que debía ser una brida congénita.

Bridas intestinales (adherencias).

¿Por qué se producen las bridas?


Esa es la cuestión. Puede haber varias causas, la más habitual es que sean la consecuencia de alguna intervención en el vientre: cesáreas ―muy frecuente― u otras cirugías ginecológicas o intestinales. El contacto de los órganos internos con las gasas, productos e instrumental quirúrgico puede secar o dañar los tejidos, provocando el crecimiento de tejido cicatricial, que formará las futuras bridas. Otras causas pueden ser la inflamación crónica y las infecciones intestinales.

Lo triste del caso es que la única solución para las bridas es operar para extraerlas. Se puede hacer por laparoscopia, que es una técnica menos invasiva, pero a veces hay que “rajar”. Y cuanto más se opera, más riesgo hay de que se vuelvan a formar. Recuerdo que, cuando me revisó el médico después de mi operación, antes de darme el alta, me dijo: «Hay un 80 % de posibilidades de que las bridas se reproduzcan».  Y pensé: «Yo voy a estar en ese 20 % restante».

¡Eso espero! De modo que, una vez has sufrido las consecuencias de tener una brida, y ya te han operado, la siguiente cuestión es: ¿Cómo evitar que se formen de nuevo estas adherencias?

Los fármacos: una causa frecuente de inflamación intestinal.


¿Cómo prevenir?


Una cirugía que ya has pasado es inevitable. Pero sí podemos evitar los otros factores de riesgo: inflamación e infecciones.  Al menos, podemos hacer bastantes cosas.

Para prevenir la inflamación hemos de saber qué cosas pueden dañar nuestro intestino e inflamarlo. Está claro que esto depende de lo que le metemos adentro, es decir, lo que comemos.

Hay dos cosas que entran por la boca e inflaman el intestino: los fármacos y ciertos alimentos.

En cuanto a fármacos, todos los antiinflamatorios ―¡qué contradicción!—, esteroides, corticoides, ibuprofeno, aspirina y similares, y los antibióticos, todo eso inflama el intestino. También los antidepresivos, tan comunes, y los antiácidos. De modo que, si puedes evitarlo, no te mediques. Casi cualquier fármaco es un agente extraño a tu cuerpo que hará saltar la alarma en tus intestinos. Algunos de ellos provocan permeabilidad intestinal ―el intestino se vuelve poroso y filtra elementos indeseados a la sangre—. La permeabilidad intestinal dispara el sistema autoinmune, produciendo una serie de reacciones, desde irritación de piel hasta daño articular, y más inflamación.

En cuanto a alimentos, ¡ay! Muchas cosas que nos gustan inflaman el intestino. En general, todos los alimentos refinados y procesados que no encontramos en la naturaleza tal cual son inflamatorios: azúcar, harinas blancas ―panes y bollería, pasta―, aceites refinados, zumos y bebidas de todo tipo.

Pero hay alimentos “naturales” que también inflaman el intestino: los lácteos son los campeones a la hora de golpear. Si tienes problemas intestinales, lo primero sería eliminar estos alimentos ―todos― salvo, quizás, el yogur natural ecológico, sin edulcorar. Pero incluso el yogur puede perjudicarte, pues el problema está en las proteínas y los azúcares de la leche. Los fermentos del yogur, por buenos que sean, no eliminan estos agentes inflamatorios de la leche.
Otros alimentos que irritan al intestino: la carne roja, los pescados grasos, los fritos, el café y el chocolate. En algunas personas sensibles, verduras como la cebolla, el ajo, la alcachofa, el pimiento y las berenjenas.

Y si tienes una infección bacteriana en el intestino, todo lo que lleve fibra (verduras, legumbres) y las frutas dulces te sentarán fatal, porque no harán más que multiplicar la acción de las bacterias más allá de lo deseado.

Estos alimentos aparentemente sanos pueden inflamar tu intestino. ¡Cuidado!


¿Qué comer?


Entonces, ¿qué comer? Lo mejor es hacerse algunas pruebas para descartar infecciones intestinales, un SIBO (proliferación bacteriana en el intestino delgado) y permeabilidad intestinal, pues estas dolencias requieren dietas y tratamientos específicos. Un médico especializado te indicará a qué análisis debes someterte.

Si no tienes infección intestinal ni permeabilidad, te puede ir muy bien seguir una dieta básicamente vegetal, con poca grasa y mucha, mucha fibra: cereales integrales ―todo integral―, legumbres en moderación si las digieres bien, verduras de todo tipo, hortalizas almidonosas ―patata, boniato, calabaza, yuca―. Todo hervido, al vapor o a la plancha. Sin aceite o con muy poco aceite virgen prensado en frío. Si quieres tomar algo de pescado, hervido o a la plancha, no lo mezcles con almidones ―cereales, patata, legumbres― sino sólo con verduras verdes o de colores. También te irán genial caldos naturales de hierbas y, si quieres, con algo de pollo ecológico o pescado.

Con una dieta así yo me he curado, me he encontrado de maravilla y he ganado salud y regularidad intestinal. Eso sí, hay que ponerse muy enérgico y evitar esos alimentos que comenté antes, sobre todo azúcares, refinados y lácteos. Y evitar mezclas peligrosas. Lo ideal es hacer comidas muy simples y con pocos alimentos distintos cada vez. Más vale cinco comidas sencillas y ligeras al día que dos muy pesadas con muchos ingredientes juntos.


Los alimentos ricos en gluten (trigo y todos los cereales, salvo el maíz y el arroz) 
pueden provocar inflamación intestinal.

Ojo a las intolerancias


Otra causa de inflamación intestinal pueden ser las intolerancias a algún alimento. He hablado de ello en varias ocasiones, en este blog. Mira aquí.

Si tienes problemas digestivos inexplicables vale la pena hacerse un test de intolerancia, pero serio. Este es el que me hice y recomiendo, por su fiabilidad. Sólo necesitas dar unas muestras de sangre y te lo entregan en breve tiempo. Cuesta dinero, pero ¿acaso no vale más tu salud? Seguro que amortizas la inversión muy pronto, y te ahorrarás sufrimiento y gastos inútiles.

Si no quieres hacerte un test, prueba a eliminar de tu dieta algunos de estos alimentos, que son los que suelen producir más intolerancias. Pasados quince días de dieta “limpia”, ve introduciéndolos uno a uno, con intervalos de una semana, para ver si los síntomas y molestias vuelven. ¡Lo detectarás muy pronto! El cuerpo no engaña…

-        Lácteos.
-        Huevos.
-        Trigo y derivados ―y todo lo que tenga gluten―.
-        Café.
-        Chocolate.
-        Fresas y otras frutas, como melocotones.
-        Tomates y solanáceas ―pimiento, berenjena―.
-        Ajos y cebolla.
-        Nueces y frutos secos.
-        Aceites ―hay personas intolerantes a las grasas, más de lo que parece―.

Cuando descubras lo que te revuelve el estómago y hace que tu tripa se infle como un globo, plantéate muy en serio dejarlo. Y, si te cuesta, piensa en el quirófano. Vale la pena esforzarse un poco para gozar de salud y evitar todo eso, ¿no crees? El alimento es necesario para vivir, pero hay miles de cosas buenas que tomar. Y, finalmente, «la vida es más que el alimento...»

Una clásica menestra de verduras cocidas es excelente para tu intestino. 
Si la cueces al punto, usas ingredientes frescos y la aliñas con hierbas 
y un poco de sal, ¡tiene mucho sabor!