viernes, 8 de marzo de 2019

Cama, calor y ayuno


Cuando tienes una mala digestión o te sientes mal, ¿qué haces? En nuestra cultura, hemos adoptado la mentalidad de “bombero”. ¿Hay un problema? ¡Pronto, hay que buscar un remedio! ¡Urgente! Y casi siempre aparatoso. ¿Me duele la cabeza? Aspirina o gelocatyl. ¿Me duele el estómago? Antiácido. ¿Me siento fatal, o al borde de un ataque de nervios? Pastilla de… o infusión de… La tendencia, casi siempre, es a buscar algo para meternos en el cuerpo. Algo que obre una reacción química milagrosa y nos devuelva el bienestar.



A veces estas pastillas o pócimas funcionan, otras no. Pero casi siempre se cobran su precio, salvo que sean remedios naturales sin efectos secundarios. El precio del uso continuado de fármacos puede ser muy elevado. ¿Sabíais que la aspirina, indirectamente, mata más que los accidentes de tráfico? Los sangrados internos provocados por el uso crónico de esta inocente pastilla causan miles de muertes cada año. ¿Sabíais que un antiácido tan socorrido como el omeprazol acaba empeorando lo que quiere resolver? Si se toma de manera regular, al cabo de los años arruina el sistema digestivo y aumenta el riesgo de sufrir dolencias cardiacas, mentales y hasta cáncer de estómago. Si tenéis valor, leed más en este enlace sobre el ardor de estómago y los terribles efectos del omeprazol.

¿Y qué pasa con los remedios naturales? Hay cientos, y podemos probar a ver cuál nos va mejor. En el mismo enlace encontraréis unos cuantos para el dolor de estómago.

Además, todos conocemos los clásicos: bicarbonato, limón, una infusión de anís o de manzanilla, u otras hierbas digestivas, como la tila, la menta, la marialuisa, el jengibre…

Pero pocas veces pensamos en los remedios más naturales de todos. Los que tendríamos que utilizar si estuviéramos en plena naturaleza, en una isla desierta sin otros recursos. Los que utilizan todos los animales del mundo y les van de primera. Baratísimos y eficaces.

Para mí han sido los mejores remedios, siempre. Cuando estás en medio de una mala digestión toda intervención puede irritar todavía más. O tiene sus secuelas. Lo que me ha funcionado es el triple remedio “C-C-A”: cama, calor, ayuno.



Cama


Cama significa descanso. Puede ser la cama si no te aguantas en pie, un sofá o un lugar donde puedas reposar y encontrar una postura cómoda (a veces para digerir necesitas estar un poco enderezado). Cuando sufres una indigestión, todas las energías de tu cuerpo están concentradas ahí, en el abdomen, intentando arreglar el desaguisado, y te sobreviene un cansancio tremendo, incluso somnolencia. Señal de que tu cuerpo necesita parar y destinar todas sus fuerzas a resolver la guerra intestina.

¿Os habéis fijado en los animales? Cuando se sienten mal, lo primero que hacen es retirarse. Buscan un rincón aislado donde puedan estar tranquilos y se echan. No quieren compañía, ni la necesitan. Sólo reposo y tiempo. Pues esto mismo necesitamos las personas. Si has comido mal o algo te ha hecho daño, lo primero es: ¡stop actividad! Para, busca un lugar tranquilo, descansa. Verás que no tienes ganas ni de hablar, ni de leer, hasta la tele o la música te molestan. Guarda cama y rodéate de silencio. Deja que tu cuerpo se repare y solucione el problema. ¡Tu cuerpo es sabio! Sólo necesita tiempo.



Calor


No siempre se recomienda el calor cuando hay alguna dolencia. Incluso a veces se prescribe frío para bajar la inflamación. Si tienes apendicitis, lo último que te dirán los médicos es que te apliques calor, ¡lo prohíben! Para las indigestiones, algunos naturópatas como el doctor Lezaeta Acharán recomiendan paños fríos o emplastes de barro aplicados sobre el abdomen. Como podéis imaginar, lo he probado y funciona bastante bien. Otro remedio es el baño vital: ir al bidé o a la bañera y echarte agua fría sobre el bajo vientre y los genitales. Da mucha pereza cuando estás mal, pero realmente alivia y hace desaparecer las náuseas. La explicación de este remedio es que el frío intenso del agua baja la fiebre y el calor que se ha acumulado en el abdomen, ayudando a descongestionar la zona.

Pero, aunque puedas aplicarte estos baños o emplastes fríos localmente, tu cuerpo globalmente necesita calor. La indigestión que concentra la sangre en el abdomen puede dejarte frías las extremidades y te destempla. Arrebujarte bajo una mantita, en la cama o en el sofá, incluso ponerte algo caliente en los pies, puede ayudar y darte confort.

La medicina china utiliza la moxibustión para activar algunos puntos esenciales del sistema digestivo. Se trata de varios puntos alrededor del abdomen, que se calientan con agujas de acupuntura o con moxas. Es un sistema un poco aparatoso quizás, pero que también proporciona alivio si se sabe hacer. Además, ahora existen moxas eléctricas, que evitan el humo y tener que quemar varillas. Aquí tenéis el enlace a un aparato muy práctico que puede calentar cualquier parte del cuerpo con un calor seco y concentrado, muy terapéutico. Yo lo tengo, me lo regalaron hace tiempo y la verdad es que lo he utilizado muchísimo.


Ayuno


Y vamos al último remedio. ¡Controvertido! El ayuno tiene tantos detractores como fanáticos entusiastas. La verdad es que es un remedio antiquísimo y sabio, que conocen y han practicado todas las culturas del mundo. Más allá de sus connotaciones espirituales, el ayuno es el remedio más universal y eficiente para cualquier dolencia. Además, es lo primero que pide el cuerpo, aparte del descanso. ¿No habéis notado que cuando os sentís enfermos lo primero que desaparece son las ganas de comer?

Aquí no voy a hablar del ayuno terapéutico o de las curas de ayuno, que son muchas y variadas, y deben hacerse siempre con prudencia y supervisión de algún médico o terapeuta. Hablo del ayuno de emergencia y sin riesgos, que puede durar medio día, un día o dos. Es, ni más ni menos, lo que nuestro cuerpo nos reclama. No meternos más comida adentro para que el sistema digestivo pueda desatascarse y el cuerpo recupere la normalidad.



¿Mala digestión? ¿Empacho, atracón o intoxicación? Si no tienes que correr al hospital por emergencia, descansa, échate en un lugar cómodo y ayuna lo que sea necesario. Al menos, pasa una noche entera sin comer nada, y espera hasta la mañana siguiente. Si continúas sintiéndote mal, alarga el ayuno hasta que tu cuerpo, por sí mismo, sienta hambre y te pida de comer. En esto el mejor médico es tu cuerpo, no lo dudes. Si algo no te entra, es que tu organismo no está en condiciones de asimilarlo y lo va a rechazar.

El ayuno puede incluir tomar un poco de agua, caldo ligero de verduras, jugo de limón e incluso alguna infusión, si la admites y te sienta bien. Nada más. Pero a veces lo ideal es no tomar nada hasta que el “conflicto” se resuelva.

¿Por qué el ayuno es tan beneficioso cuando estás enfermo? Porque la digestión roba muchísima energía al cuerpo. Si ayunas, permites al organismo que todas sus energías se centren en curarse. El sistema inmune puede actuar a toda potencia contra cualquier invasión, los tejidos dañados, si los hay, se pueden reparar mejor. El ayuno es un verdadero descanso para el cuerpo. Junto con el descanso, le estamos dando espacio para que se recupere por sí mismo. Y os aseguro que nuestro cuerpo es bastante más sabio y eficaz que todos los fármacos y laboratorios del mundo.

Cama, calor, ayuno. Tres remedios naturales que están al alcance de todos, son gratis, nos los pide el cuerpo y funcionan de maravilla. Además, su impacto es rápido, indoloro y sin efectos adversos. Los únicos efectos secundarios siempre serán positivos: más vitalidad, bienestar e incluso mejora la calidad de la piel.

De todos modos, mejor es prevenir que curar, siempre. Y la mayoría de enfermedades crónicas y molestias digestivas son evitables. Sólo necesitamos saber qué hacer y qué comer… y ponerlo en práctica. ¡Recordémoslo! Hay mucho sufrimiento evitable en este mundo.

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