El cerebro
y el intestino están íntimamente conectados. Desde hace unos años el eje cerebro-intestino
está de moda: está de moda: se comenta en radio, televisión, por Internet, y se han publicado
unos cuantos libros divulgativos, como Inteligencia Digestiva, de Irina Matveikova, o La digestión es la cuestión, de Giulia Enders, que hablan extensamente del tema.
¿Es realmente el intestino nuestro segundo cerebro?
Quizás sea exagerado,
como afirman algunos autores, decir que el intestino es nuestro segundo
cerebro. En este
blog tan interesante desmitifican el tema y explican muy bien las
diferencias. Sin embargo, toda esta corriente tiene un fundamento: y es que los
descubrimientos científicos, desde hace más de dos décadas, revelan cada día
nuevos datos sobre la sorprendente relación entre nuestro cerebro y nuestras
entrañas.
Por eso podemos decir que
el viejo refrán: de la panza sale la
danza, tiene una base científica, y quizás no sea exagerado afirmar que
nuestra felicidad y bienestar psicológico dependen, en parte, de la salud de
nuestro intestino. Es decir, de nuestras digestiones.
Pero también es cierto lo
contrario: si nuestro cerebro está en buen estado, tendremos mejores
digestiones. Un traumatismo o fallo cerebral puede desequilibrar nuestro
sistema digestivo y provocarnos trastornos intestinales.
La salud de tu intestino afecta a tu cerebro
Veamos un dato: la serotonina, que es el llamado neurotransmisor de la felicidad, no sólo se produce en el cerebro. Hasta un 80 % de la serotonina se produce ¡en el intestino grueso! Según explica la investigadora Elaine Hsiao, de la Universidad de California, que está investigando este tema, la producción de serotonina depende de la población bacteriana que haya en el colon. Por tanto, una flora intestinal sana favorecerá la producción adecuada de serotonina.
Otro dato: si se produce inflamación intestinal o intestino permeable, una parte de la materia que no se puede digerir pasará a la sangre, provocando una respuesta inmune en el cuerpo. Cuando el sistema inmune está alerta, se da una inflamación general en el cuerpo ―lo que podríamos llamar “estado de emergencia”―. Y esta inflamación, cuando se hace crónica, también puede afectar al cerebro.
Por desgracia, muchas
personas sufren disbiosis en el colon e inflamación intestinal crónica. Yo la
he padecido, durante años. Además de las molestias digestivas que esto supone,
estamos maltratando a nuestro cerebro y provocando que se deteriore antes de
tiempo. ¡Y eso es lo que no queremos!
¿Cómo saber si tu cerebro está sufriendo?
Quizás no demos tanta
importancia a las digestiones. Al final, hasta nos acostumbramos a sufrir del
estómago o de la tripa. Pero lo que sí nos preocupa más es tener daños en el
cerebro. Podemos sufrir años de molestias digestivas, pero a nadie le gusta
perder la memoria, vivir en una constante bruma mental o caer en una depresión.
¿Sabéis algo curioso? El
cerebro no duele. Podemos sentir dolor de tripa, dolor en una pierna, dolor de
espalda, de riñones o de huesos. Incluso podemos tener dolor “de cabeza”. Pero el cerebro, en sí,
no duele. Si nos dolieran los sesos, no soportaríamos el dolor.
Sin embargo, el cerebro
sufre. Y esto se refleja en otro tipo de dolores o malestar en otras partes del
cuerpo. Estos son algunos síntomas de sufrimiento cerebral que quizás
ignoramos: migraña, irritaciones de la piel, problemas intestinales, cambios
emocionales bruscos y sin motivo aparente, somnolencia, fatiga…
Si queremos cuidar
nuestro cerebro, hemos de cuidar nuestro intestino. Y más su tenemos una
delicada salud digestiva.
¿Qué hacer? El doctor Datis Kharrazian, investigador en neurología funcional que ha
estudiado a fondo este tema, da algunos consejos en su libro Por
qué mi cerebro no funciona. Son consejos que van a mejorar mucho nuestra salud y también nuestros
problemas intestinales. Si los seguimos, vamos a “matar dos pájaros de un
tiro”. Sus consejos se agrupan en dos: por un lado, evitar los riesgos y los
daños ―intestinales y cerebrales―, y por otro, estimular el cerebro con buenos
hábitos ―que también mejorarán tu digestión―.
5 cosas que debes evitar para no dañar tu cerebro
1 Sugar!
Los azúcares y carbohidratos refinados (harinas, fructosa,
sacarosa, arroz blanco, todos los dulces y bollería, y la pasta italiana que no
sea integral). Es cierto que el cerebro necesita glucosa, pero a un ritmo constante y no de golpe. Un exceso de azúcar en sangre dispara nuestra insulina para evitar la toxicidad. La insulina frena la absorción de azúcar en las células y, si hay chutes de azúcar continuos, el efecto puede ser el contrario: los desequilibrios de insulina pueden causar que el cerebro, al final, se vea privado de los nutrientes que necesita.
Estos colorines... ¡no!
2 Grasitas
Grasas: todas, tanto margarinas como mantecas, incluso
aceites, refinados y vírgenes, sobre todo si son fritos o calentados. El único
aceite recomendable es el de oliva virgen, prensado en frío, crudo y no más de
una cucharada al día. Otras grasas
buenas son las que están presentes de forma natural en las plantas: frutos
secos, aguacate, semillas.
Alcohol y fritos... ¡ay!!!
3 Copas
Alcohol: es una bomba
destructiva para tu cerebro ―y para tu intestino también―. Si los azúcares refinados desequilibran tu sistema, el alcohol lo hace a ritmo acelerado. Irrita el tracto digestivo, inflama el hígado, altera las conexiones neuronales... Unos cuantos vasitos hacen algo más que animarte. ¡Son una guerra en tu organismo!
4 Lácteos
La leche y sus derivados: provocan
respuestas autoinmunes ―sólo un 30 % de adultos están adaptados a digerir
leche― y esto deteriora las neuronas. En el intestino, ya hablé en otra entrada del efecto que producen los lácteos.
Tele y comida basura: una combinación letal para el cerebro... y el intestino.
5 Sofá y mando
Nada de sedentarismo,
horas y horas de tele y sofá. ¡Muévete! Para tu intestino también es necesario.
Recuerdo que, recién operada de mi brida intestinal, en el hospital, los
médicos me dijeron que caminara pasillo arriba y abajo, cada día un buen rato.
¡Me lo prescribieron desde el primer día!
9 buenos hábitos para estimular tu cerebro y hacer feliz a tu intestino
1 ¡Muévete!
Haz ejercicio físico, el
que te guste. Sería ideal que sudaras (no de calor, sino por movimiento) al
menos una vez al día. Si no puedes hacer otra cosa, camina con brío una hora cada
día. El ejercicio, además de oxigenar el cerebro, estimula el apetito, y para
una buena digestión es estupendo comer con hambre. En una entrevista, el doctor
Kharrazian comentó que, si él fuera diagnosticado con cualquier tipo de
deterioro cognitivo o daño cerebral, la primera medida que tomaría es iniciar
un programa de ejercicio físico a diario.
2 Ejercita tu mente
Haz ejercicio mental:
aprende algo nuevo cada día. Lee, conversa con otros, escucha, ejercita tu
curiosidad. Si te gusta, haz sudokus, crucigramas u otros juegos de memoria y
agilidad mental. La página Lumosity ofrece
muchos programas y ejercicios, y hay otras similares. Pero no te enredes con
esto si ya tienes otros estímulos mentales que te satisfagan. Estudiar idiomas
o tocar algún instrumento musical, por ejemplo, es magnífico para mantener el
cerebro en forma.
3 Combate el estrés
Adiós, estrés. Haz lo que
sea, pero traza una estrategia para combatir el estrés crónico. Cambia lo que
sea necesario en tu horario, tu vida, tu trabajo… o tu manera de plantearte y
aceptar las cosas. Cuida (y revisa) tus relaciones con los demás. El estrés, ya lo sabemos, interrumpe el proceso digestivo y
es un castigo para tu cerebro.
4 Adiós a los pensamientos negativos
Cultiva emociones
positivas y sanas. No pases horas dándole vueltas a los miedos, resentimientos,
ofensas que has recibido, añoranzas o culpas. Intenta resolver todo esto y pide ayuda si la
necesitas. Habla con un familiar, un buen amigo o un consejero. Desahógate escribiendo, cantando, yendo a correr o haciendo cualquier cosa creativa. Las emociones
negativas son como el estrés, “rayan” el cerebro y nos amargan la vida. Tampoco
son buenos tónicos digestivos. ¿Recordáis la expresión “tener mala bilis”?
5 Alimentos vivos
Come alimentos naturales
e integrales (o sea, todo lo que crece de la tierra o se mueve, “bichos y
plantas”, priorizando las plantas). Olvídate de los procesados (todo lo envasado, embotellado, enlatado o precintado, y lo que lleva en sus etiquetas un montón de ingredientes impronunciables).
6 Los buenos azúcares
Dale glucosa al cerebro,
pero no a base de azúcar, zumos, chocolate o bollería. Dale frutas y verduras,
legumbres, cereales integrales, patatas, frutos secos… Estos sí son buenos
alimentos para tu cabeza, y llenos de fibra que mejorará la flora intestinal.
Estos colores... ¡sí!
7 Micronutrientes
Mira tus vitaminas. Hazte un buen análisis de
sangre, completo, mirando niveles de vitaminas B12, D, ácido fólico y minerales
(hierro, zinc, magnesio). Si tienes carencias, resuélvelas con algún suplemento
de calidad, en su dosis justa. Consulta a un médico de confianza.
8 Los Omegas
Hazte algún análisis
específico para comprobar tu perfil de ácidos grasos; en otras palabras, cómo
estás de ácidos omega 3, 6 y 9. Dadas nuestras condiciones de vida y la
alimentación occidental, tan refinada y procesada, es muy probable que estés
bajo de omega 3 y demasiado alto de los otros dos, 6 y 9 (debido a los aceites
y grasas saturadas). Este desequilibrio no es nada bueno, ni para el cerebro ni
para la salud cardiovascular. Si es tu caso, puede ser recomendable tomar algún
suplemento de omega 3. Si no sabes muy bien cómo, en este enlace te
explican genial cómo elegir un buen omega 3. De nuevo, hazlo con orientación
médica y no compres el primer bote de perlas con omega 3 que encuentres. La
calidad y la dosis son importantes. Un mal suplemento puede perjudicarte más.
9 Probióticos (las buenas bacterias)
Por último, si tienes
disbiosis intestinal, toma un buen probiótico. En la página de Salud Nutrición
y Bienestar nos aconsejan muy bien cómo
elegir uno de calidad y efectivo. Si sufres problemas de gases, hinchazón,
malestar después de comer, estreñimiento o colitis, casi seguro que tienes la
flora desequilibrada, y el probiótico adecuado te ayudará mucho. Recuerda: un
buen microbioma intestinal es un protector de tu cerebro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario