viernes, 4 de octubre de 2019

Cómo cuidar tu cerebro... ¡cuidando tu intestino!


El cerebro y el intestino están íntimamente conectados. Desde hace unos años el eje cerebro-intestino está de moda: está de moda: se comenta en radio, televisión, por Internet, y se han publicado unos cuantos libros divulgativos, como Inteligencia Digestiva, de Irina Matveikova, o La digestión es la cuestión, de Giulia Enders, que hablan extensamente del tema. 

¿Es realmente el intestino nuestro segundo cerebro?


Quizás sea exagerado, como afirman algunos autores, decir que el intestino es nuestro segundo cerebro. En este blog tan interesante desmitifican el tema y explican muy bien las diferencias. Sin embargo, toda esta corriente tiene un fundamento: y es que los descubrimientos científicos, desde hace más de dos décadas, revelan cada día nuevos datos sobre la sorprendente relación entre nuestro cerebro y nuestras entrañas.

Por eso podemos decir que el viejo refrán: de la panza sale la danza, tiene una base científica, y quizás no sea exagerado afirmar que nuestra felicidad y bienestar psicológico dependen, en parte, de la salud de nuestro intestino. Es decir, de nuestras digestiones.

Pero también es cierto lo contrario: si nuestro cerebro está en buen estado, tendremos mejores digestiones. Un traumatismo o fallo cerebral puede desequilibrar nuestro sistema digestivo y provocarnos trastornos intestinales.




La salud de tu intestino afecta a tu cerebro


Veamos un dato: la serotonina, que es el llamado neurotransmisor de la felicidad, no sólo se produce en el cerebro. Hasta un 80 % de la serotonina se produce ¡en el intestino grueso! Según explica la investigadora Elaine Hsiao, de la Universidad de California, que está investigando este tema, la producción de serotonina depende de la población bacteriana que haya en el colon. Por tanto, una flora intestinal sana favorecerá la producción adecuada de serotonina.

Otro dato: si se produce inflamación intestinal o intestino permeable, una parte de la materia que no se puede digerir pasará a la sangre, provocando una respuesta inmune en el cuerpo. Cuando el sistema inmune está alerta, se da una inflamación general en el cuerpo ―lo que podríamos llamar “estado de emergencia”―. Y esta inflamación, cuando se hace crónica, también puede afectar al cerebro.

Por desgracia, muchas personas sufren disbiosis en el colon e inflamación intestinal crónica. Yo la he padecido, durante años. Además de las molestias digestivas que esto supone, estamos maltratando a nuestro cerebro y provocando que se deteriore antes de tiempo. ¡Y eso es lo que no queremos!

¿Cómo saber si tu cerebro está sufriendo? 


Quizás no demos tanta importancia a las digestiones. Al final, hasta nos acostumbramos a sufrir del estómago o de la tripa. Pero lo que sí nos preocupa más es tener daños en el cerebro. Podemos sufrir años de molestias digestivas, pero a nadie le gusta perder la memoria, vivir en una constante bruma mental o caer en una depresión.

¿Sabéis algo curioso? El cerebro no duele. Podemos sentir dolor de tripa, dolor en una pierna, dolor de espalda, de riñones o de huesos. Incluso podemos tener dolor “de cabeza”. Pero el cerebro, en sí, no duele. Si nos dolieran los sesos, no soportaríamos el dolor.

Sin embargo, el cerebro sufre. Y esto se refleja en otro tipo de dolores o malestar en otras partes del cuerpo. Estos son algunos síntomas de sufrimiento cerebral que quizás ignoramos: migraña, irritaciones de la piel, problemas intestinales, cambios emocionales bruscos y sin motivo aparente, somnolencia, fatiga…

Si queremos cuidar nuestro cerebro, hemos de cuidar nuestro intestino. Y más su tenemos una delicada salud digestiva.

¿Qué hacer? El doctor Datis Kharrazian, investigador en neurología funcional que ha estudiado a fondo este tema, da algunos consejos en su libro Por qué mi cerebro no funciona. Son consejos que van a mejorar mucho nuestra salud y también nuestros problemas intestinales. Si los seguimos, vamos a “matar dos pájaros de un tiro”. Sus consejos se agrupan en dos: por un lado, evitar los riesgos y los daños ―intestinales y cerebrales―, y por otro, estimular el cerebro con buenos hábitos ―que también mejorarán tu digestión―.

5 cosas que debes evitar para no dañar tu cerebro


1 Sugar!


Los azúcares y carbohidratos refinados (harinas, fructosa, sacarosa, arroz blanco, todos los dulces y bollería, y la pasta italiana que no sea integral). Es cierto que el cerebro necesita glucosa, pero a un ritmo constante y no de golpe. Un exceso de azúcar en sangre dispara nuestra insulina para evitar la toxicidad. La insulina frena la absorción de azúcar en las células y, si hay chutes de azúcar continuos, el efecto puede ser el contrario: los desequilibrios de insulina pueden causar que el cerebro, al final, se vea privado de los nutrientes que necesita.

Estos colorines... ¡no!

2 Grasitas


Grasas: todas, tanto margarinas como mantecas, incluso aceites, refinados y vírgenes, sobre todo si son fritos o calentados. El único aceite recomendable es el de oliva virgen, prensado en frío, crudo y no más de una cucharada al día. Otras grasas buenas son las que están presentes de forma natural en las plantas: frutos secos, aguacate, semillas.


Alcohol y fritos... ¡ay!!!

3 Copas


Alcohol: es una bomba destructiva para tu cerebro ―y para tu intestino también―. Si los azúcares refinados desequilibran tu sistema, el alcohol lo hace a ritmo acelerado. Irrita el tracto digestivo, inflama el hígado, altera las conexiones neuronales... Unos cuantos vasitos hacen algo más que animarte. ¡Son una guerra en tu organismo!


4 Lácteos


La leche y sus derivados: provocan respuestas autoinmunes ―sólo un 30 % de adultos están adaptados a digerir leche― y esto deteriora las neuronas. En el intestino, ya hablé en otra entrada del efecto que producen los lácteos.

Tele y comida basura: una combinación letal para el cerebro... y el intestino.

5 Sofá y mando


Nada de sedentarismo, horas y horas de tele y sofá. ¡Muévete! Para tu intestino también es necesario. Recuerdo que, recién operada de mi brida intestinal, en el hospital, los médicos me dijeron que caminara pasillo arriba y abajo, cada día un buen rato. ¡Me lo prescribieron desde el primer día!

9 buenos hábitos para estimular tu cerebro y hacer feliz a tu intestino

1 ¡Muévete!


Haz ejercicio físico, el que te guste. Sería ideal que sudaras (no de calor, sino por movimiento) al menos una vez al día. Si no puedes hacer otra cosa, camina con brío una hora cada día. El ejercicio, además de oxigenar el cerebro, estimula el apetito, y para una buena digestión es estupendo comer con hambre. En una entrevista, el doctor Kharrazian comentó que, si él fuera diagnosticado con cualquier tipo de deterioro cognitivo o daño cerebral, la primera medida que tomaría es iniciar un programa de ejercicio físico a diario.


2 Ejercita tu mente


Haz ejercicio mental: aprende algo nuevo cada día. Lee, conversa con otros, escucha, ejercita tu curiosidad. Si te gusta, haz sudokus, crucigramas u otros juegos de memoria y agilidad mental. La página Lumosity ofrece muchos programas y ejercicios, y hay otras similares. Pero no te enredes con esto si ya tienes otros estímulos mentales que te satisfagan. Estudiar idiomas o tocar algún instrumento musical, por ejemplo, es magnífico para mantener el cerebro en forma.


3 Combate el estrés


Adiós, estrés. Haz lo que sea, pero traza una estrategia para combatir el estrés crónico. Cambia lo que sea necesario en tu horario, tu vida, tu trabajo… o tu manera de plantearte y aceptar las cosas. Cuida (y revisa) tus relaciones con los demás. El estrés, ya lo sabemos, interrumpe el proceso digestivo y es un castigo para tu cerebro.


4 Adiós a los pensamientos negativos


Cultiva emociones positivas y sanas. No pases horas dándole vueltas a los miedos, resentimientos, ofensas que has recibido, añoranzas o culpas. Intenta resolver todo esto y pide ayuda si la necesitas. Habla con un familiar, un buen amigo o un consejero. Desahógate escribiendo, cantando, yendo a correr o haciendo cualquier cosa creativa. Las emociones negativas son como el estrés, “rayan” el cerebro y nos amargan la vida. Tampoco son buenos tónicos digestivos. ¿Recordáis la expresión “tener mala bilis”?

5 Alimentos vivos


Come alimentos naturales e integrales (o sea, todo lo que crece de la tierra o se mueve, “bichos y plantas”, priorizando las plantas). Olvídate de los procesados (todo lo envasado, embotellado, enlatado o precintado, y lo que lleva en sus etiquetas un montón de ingredientes impronunciables).

6 Los buenos azúcares


Dale glucosa al cerebro, pero no a base de azúcar, zumos, chocolate o bollería. Dale frutas y verduras, legumbres, cereales integrales, patatas, frutos secos… Estos sí son buenos alimentos para tu cabeza, y llenos de fibra que mejorará la flora intestinal.

Estos colores... ¡sí!

7 Micronutrientes


Mira tus vitaminas. Hazte un buen análisis de sangre, completo, mirando niveles de vitaminas B12, D, ácido fólico y minerales (hierro, zinc, magnesio). Si tienes carencias, resuélvelas con algún suplemento de calidad, en su dosis justa. Consulta a un médico de confianza.

8 Los Omegas


Hazte algún análisis específico para comprobar tu perfil de ácidos grasos; en otras palabras, cómo estás de ácidos omega 3, 6 y 9. Dadas nuestras condiciones de vida y la alimentación occidental, tan refinada y procesada, es muy probable que estés bajo de omega 3 y demasiado alto de los otros dos, 6 y 9 (debido a los aceites y grasas saturadas). Este desequilibrio no es nada bueno, ni para el cerebro ni para la salud cardiovascular. Si es tu caso, puede ser recomendable tomar algún suplemento de omega 3. Si no sabes muy bien cómo, en este enlace te explican genial cómo elegir un buen omega 3. De nuevo, hazlo con orientación médica y no compres el primer bote de perlas con omega 3 que encuentres. La calidad y la dosis son importantes. Un mal suplemento puede perjudicarte más.


9 Probióticos (las buenas bacterias)


Por último, si tienes disbiosis intestinal, toma un buen probiótico. En la página de Salud Nutrición y Bienestar nos aconsejan muy bien cómo elegir uno de calidad y efectivo. Si sufres problemas de gases, hinchazón, malestar después de comer, estreñimiento o colitis, casi seguro que tienes la flora desequilibrada, y el probiótico adecuado te ayudará mucho. Recuerda: un buen microbioma intestinal es un protector de tu cerebro.

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