Para las personas que
tenemos estómagos delicados, la digestión a veces se convierte en un quebradero
de cabeza. ¿Por qué ayer me encontré bien y por qué hoy he hecho una digestión
desastrosa? ¿Qué me sienta bien y qué me sienta mal? ¿De qué depende?
En la medicina oriental,
que mira la
totalidad de la persona y su relación con el entorno, se
habla de «escuchar al cuerpo». Los médicos del ayurveda no hablan de dietas,
sino de qué alimento conviene a tu cuerpo. Hay que entender que cada persona es
diferente y tiene unas necesidades. No necesita comer lo mismo un bebé que un
joven estudiante, o una embarazada que un anciano. No vale la misma dieta para
un atleta que para un administrativo. No tienen las mismas necesidades físicas
un leñador que un comercial o un informático… Además, está la genética de cada
cual, el lugar donde naciste, cómo te has criado, qué alimentos son los propios
de la tierra en que vives, en tu cultura. Está el clima de tu país, tu entorno
y el tipo de vida que llevas, además de tu situación familiar y emocional. ¡Son
muchas cosas a tener en cuenta!
Así que, para no volverte
loco, el método más fiable es dejar a un lado dietas, modas, consejos y
prescripciones y escuchar al único que no te engaña, y que siempre te dará
señales ciertas: tu cuerpo.
Como dice un sabio hindú,
la comida no puede depender de tus ideas, tus creencias, tus convicciones
religiosas o políticas, ni tampoco de las modas nutricionales, que cada cierto
tiempo varían… La comida tiene que ver con tu parte física, y no hay vuelta de
llave. Lo que necesita tu cuerpo, lo que te pide, es lo que debes comer.
Aquí hago un inciso: muchas veces, lo que creemos que «nos pide el cuerpo» es una trampa de la mente: ¡las adicciones! Si eres adicto a una comida o bebida, quien te pide eso no es el cuerpo, sino la mente tramposa. «¡Lo necesito! No puedo vivir sin...» Porque el cuerpo, como veremos, es muy sincero y no se deja engañar. Tú, quizás sí.
Aquí hago un inciso: muchas veces, lo que creemos que «nos pide el cuerpo» es una trampa de la mente: ¡las adicciones! Si eres adicto a una comida o bebida, quien te pide eso no es el cuerpo, sino la mente tramposa. «¡Lo necesito! No puedo vivir sin...» Porque el cuerpo, como veremos, es muy sincero y no se deja engañar. Tú, quizás sí.
Escucha a tu cuerpo. ¡Es
fácil de decir! Pero no todos sabemos hacerlo, y aquí me incluyo. Porque el
cuerpo habla, siempre, pero no siempre lo escuchamos. No te va a hablar con
palabras inteligibles, ni te enviará una inspiración intuitiva, ni un mensaje
telepático… Nada de eso. El cuerpo te habla con lo que es y con lo que tiene: lo
físico. El cuerpo te hablará a través de los cinco sentidos, con sensaciones,
con reacciones, con bienestar o con dolor.
¿Cómo te sientes?
Así que el consejo es: párate
un momento a observar. Comes. ¿Cómo te sientes después de comer? ¿Y al cabo de
una o dos horas? ¿Y al cabo de cuatro?
Si te sientes mal, si te
duele el estómago, se te hincha, tienes gases o eructos, ¡protesta inmediata!
Si no tienes dolor, pero
te entra somnolencia y necesitas dormir una siesta, tomar un café o quedarte frito en el sofá,
¡el cuerpo está agotado! Lo que le has metido no le da la energía que se supone
que debería aportar el buen alimento, al contrario, estás invirtiendo buena
parte de tus fuerzas en digerir todo eso.
Si al cabo de unas horas
de comer se te infla la barriga y tienes cualquier tipo de dolor, naúseas o
incomodidad, es que tus intestinos están declarando la guerra. ¡No queremos más
de esto!
Si dejas de evacuar y se
te cierra la tripa con un estreñimiento, otra señal: has bloqueado o dañado el
tránsito intestinal con algo que tampoco le sienta bien. Y si tienes diarrea,
lo mismo: ¡tu cuerpo está expulsando todo eso con urgencia!
Como ves, los mensajes
del cuerpo son clarísimos y evidentes. Es imposible ignorarlos. Los sentimos y
los sufrimos. El problema no es que no lo oigamos, ¡claro que lo oímos! El
problema es que no hacemos caso. Es
como si intentáramos ignorar a un niño que llora. Al final, el niño llorará más
fuerte, berreará y pataleará, hasta que nos obligue a dejarlo todo para ver qué
le sucede. El cuerpo hace igual. Si no le hacemos caso, aguantará un tiempo,
hasta que no pueda más y nos obligue a parar. Lo malo es que el parón, a veces,
es grave y peligroso.
Escucha las señales
En clave digestiva,
nuestro cuerpo es una buena guía. ¿Qué comer? Observa qué te sienta bien y haz
la lista de alimentos que:
-
Te hagan
sentir ligero y ágil después de comer: son los que te dan energía.
-
No te
produzcan somnolencia, sino vitalidad.
-
No te causen
tristeza, depresión o bruma mental, sino que te animen y te hagan sentir
alerta.
-
Puedas digerirlos
en un periodo de una a dos horas, no más de tres. Si tardan más, producirán
fermentaciones y problemas. ¡Esta es una buena pista!
Descarta todo lo demás.
Pero ahora hay que hacer una salvedad. ¡Las mezclas!
Ojo a las mezclas
Evita mezclar más de dos
o tres alimentos en cada comida. Esta es otra regla ayurvédica muy antigua y
sabia. Hay alimentos estupendos si se toman solos. Pero si mezclan con otros,
pueden ser difíciles de digerir y causar putrefacciones internas. Es lo que ahora
se conoce como incompatibilidades de alimentos. Pueden ser buenos, pero no
casar bien juntos. Es preferible separarlos y tomarlos en comidas diferentes.
Aunque ya he hablado de
este tema, recuerdo las reglas más básicas para no provocar mezclas explosivas:
-
No mezcles más
de un tipo de almidón: arroces con otros cereales, arroz con patatas, arroz con
pan, pan con patata, patatas con legumbres, etc. Si echas un puñadito de
legumbres a la verdura o al cocido, que sean pocas.
-
No mezcles alimentos
altos en proteínas con almidones: carne con patata, pescado con arroz, pan con
jamón, huevo con patata, legumbres con carne, etc.
-
Menos aún
mezclar potentes proteínas: carne con queso, huevo con carne, pescado con huevo
o carne con pescado. ¡Una bomba!
-
No mezcles la
fruta con NADA. Siempre sola. Sus azúcares mezclados con otras cosas producen
fermentación y gases seguros.
-
Es mejor no
tomar lácteos, pero si los tomas, igual que la fruta. No los mezcles con nada.
-
No mezcles
crudo y cocido si tienes el intestino muy delicado.
-
No mezcles bebidas
dulces de ningún tipo con otros alimentos.
Por supuesto, hay personas que digieren piedras y aseguran que estas mezclas no les afectan. Al menos
aparentemente. Conozco personas que se sienten felices hartándose de comer
cosas que les gustan y dicen no tener problemas. Pero tienen vientres
hinchados y mil problemas: de circulación, de huesos, de respiración, de piel,
tumores… El sistema digestivo no les protesta, pero el cuerpo sí, de otras
maneras. A las personas que digerimos con dificultad, el estómago y la tripa
nos están haciendo un favor: nos avisan de inmediato y son nuestra primera
señal de alarma para que aprendamos a comer bien. Y esto nos ayudará a
conservar la salud. Recordad: la salud empieza en el intestino…