viernes, 20 de enero de 2017

Jugando a detectives

Pues sí, hay que jugar un poco. Tómatelo con humor... ¡y con paciencia! Si tienes un problema con tus digestiones y los médicos no saben qué tienes o no encuentran remedio fácil, más vale que tomes las riendas y decidas investigar un poco.

¿Por qué tengo malas digestiones? ¿Dónde se esconde el «asesino escondido»?

Bueno, lo primero que hace un buen detective es examinar con suma atención el lugar del crimen. ¿Dónde te duele? ¿Es el estómago? ¿El intestino?

Luego, busca pistas. Explora y define los síntomas: ¿ardor?, ¿reflujo?, ¿gases?, ¿náuseas?, ¿sensación de plenitud al cabo de unas horas de comer?, ¿hinchazón en el bajo vientre?, ¿dolores y retortijones de tripa?, ¿dolor al evacuar?, ¿estreñimiento?, ¿diarrea? ¿Varios síntomas juntos o alternados? ¿Todo a la vez?

Define el escenario. Vamos a ir por partes. De arriba abajo recorreremos los siguientes lugares: boca, esófago, estómago, intestino delgado e intestino grueso. Con las salas de laboratorio anexas ―importantísimas―: hígado, bazo, páncreas.

¿Dónde está el problema? O ¿dónde lo sientes? Anota. Y después tendrás que darle un poco de sentido a ese montón de síntomas que te amargan la vida. Te darás cuenta, como buen detective, de que todo está relacionado...

¡Ahora toca investigar! Necesitas conocer cómo es tu cuerpo y cómo funciona. Mi propuesta hoy es: hazte un experto en sistema digestivo. Explora tu terreno. Es un tema apasionante, ya lo verás.

Mira la sección de libros de mi página, encontrarás más de uno que te ayudarán en este viaje de descubrimiento. Por ejemplo, Inteligencia Digestiva de Irina Matveikova o La digestión es la cuestión, de Giulia Enders. Si dominas el inglés, Digestive Tune-Up del Dr. McDougall es una excelente y amena introducción para saber cómo funciona tu sistema digestivo, tramo a tramo, y qué puedes comer para mejorar tus digestiones. Por supuesto, en Internet encontrarás toda la información, imágenes y vídeos que quieras.


En la próxima entrada ¡comenzaremos el juego!

miércoles, 11 de enero de 2017

El principio 80 / 20

Este principio forma parte de la alimentación energética que se cultiva en las medicinas orientales, sumándole los conocimientos que la física y la química moderna han aportado a la ciencia nutricional.

¿De qué se trata? De comer un 80 % de alimentos alcalinos y un 20 % de alimentos ácidos. Pero ¿qué es ácido y qué es alcalino? Bueno, esto es una pequeña lección de química.

Una sustancia ácida es la que tiene mucha capacidad para absorber hidrógeno, que es el elemento más simple que existe, en química. Una sustancia alcalina tiene menos capacidad para absorber hidrógeno. El potencial de absorción de hidrógeno es el famoso “ph”. La escala de ph se mide de 0 a 14. De 7 a 0 se considera que una sustancia es ácida. Más de 7, es alcalina. Nuestro cuerpo tiene un ph de 7,4, es decir, más o menos neutro. Algunas partes del cuerpo son más ácidas, como el estómago, cuyo ph es de 3,5. Otras son más alcalinas. La sangre debe mantenerse en un ph de 7,4. Si cambia este ph nos morimos. Por eso el cuerpo tiene que hacer un esfuerzo constante por mantener el equilibrio químico, de lo contrario enfermaríamos. Este esfuerzo se minimiza si comemos lo adecuado.

¿Cómo se traduce esto a la práctica?

Estos son los criterios para ayudar a nuestro cuerpo a estar sano y con un ph equilibrado.

  • Toma un 80 % de alimentos alcalinos: verduras, frutas, miso, miel, sal, semillas.
  • Toma hasta un 20 % de alimentos ácidos: cereales, productos animales (carne, pescado, huevos), azúcar, bebidas y alcohol.
  • Come despacio, con calma, masticando y ensalivando bien.
  • Come con frugalidad. Levántate de la mesa con la impresión de que te apetecería comer algo más. No atiborrarse es un respiro para tu sistema digestivo y tu energía.
  • De tanto en tanto practica el ayuno. Puede ser un día a la semana o un fin de semana al mes. Durante ese día, bebe sólo agua, jugos naturales de fruta o caldos vegetales recién hechos. También hay semiayunos de fruta: tomar solo un tipo de fruta (del tiempo) durante todo el día. El ayuno permite un lavado y reciclaje total del sistema digestivo y el organismo. Al no gastar energía en la digestión, lejos de sentirte cansado te vas a sentir muy vivaz y despierto, lleno de energía.
  • Toma alimentos frescos, crudos y algunos fermentados naturales (yogur, kéfir, chukrut, tofu y otras verduras fermentadas). Los fermentados con moderación.
  • Los alimentos crudos tienen mucha energía y son los únicos que poseen las enzimas que necesitamos. Si los digieres bien, toma al menos una buena ensalada a diario, y algunas frutas en ayunas y fuera de las comidas.


El menú ideal


Esto es un ejemplo de comida ideal, tomado de la comida china. Puedes adoptar las variantes que quieras. Coge tu bandeja y pon en ella tu menú:

  • 1 bol de arroz. Mejor integral y ecológico. Puedes sustituir el arroz por otro grano o por féculas (patata, boniato, yuca, quinoa, trigo sarraceno).
  • 1 bol de hortalizas (zanahoria, calabaza, calabacín, remolacha, judía verde, espárragos, pimiento, cebolla, tomate, col, brócoli...)
  • 1 bol de hojas verdes y/o de colores (lechuga, acelga, espinaca, berza, escarola...).
  • ½ bol de proteína (legumbre, carne o pescado).
  • ¼ bol de semillas (pipas de girasol, calabaza, sésamo, lino, almendra, chía...) o salsa natural.

martes, 3 de enero de 2017

Comida energética

Seguro que habéis oído hablar de la alimentación energética. Y para muchos ya serán familiares ciertos conceptos de la medicina oriental: yin y yang, alimentos fríos, calientes, secos, húmedos... La medicina china utiliza nombres un poco exóticos que pueden sonarnos a cuento chino. Oímos eso de alimentos yin y yang, o nutrición energética, y nos preguntamos si es científico o es puro mito. Escépticos no faltan.

Pero tras el lenguaje se oculta una realidad comprobada día a día, tras siglos de práctica médica, observación y una buena dosis de sentido común. Hay una base real y científica en la alimentación energética, tal como la proponen las medicinas orientales.

Es de lógica entender que cada alimento produce una reacción en el cuerpo: no sólo por sus componentes químicos, sino por la energía que nos aporta, por su estado de conservación o maduración y por la manera en que está cocinado o procesado. Está claro que no es lo mismo un tomate recién cogido del huerto en verano que un tomate comprado en una caja precintada con plástico en pleno invierno, después de pasar semanas en una cámara; no es igual una manzana verde fresca que una compota de reinetas maduras; no tendrá el mismo efecto en nuestro cuerpo un carpaccio de buey crudo que un caldo de carne muy cocida; ni nos sentará igual una ensalada recién hecha que una ensaladilla congelada y precocinada.

Para todas las medicinas tradicionales (también en Occidente), la alimentación es la base de la salud, y los fármacos o suplementos solo son un aporte extra cuando es necesario. Por tanto, el alimento tiene cualidades terapéuticas. Como medicina, el alimento no puede ser igual para todo el mundo: según su estado o enfermedad, unas personas necesitarán ciertos alimentos preparados de una manera, y otras personas necesitarán quizás lo contrario.

Resumiendo mucho, los alimentos según la medicina china pueden ser yin o yang. La energía yin es de frío y contracción, la yang es de calor y expansión. Lo ideal es que en la comida haya un equilibrio, pero si la persona está desequilibrada, tendrá que contrarrestar tomando más alimentos del polo contrario.

Los alimentos yin aportan frescor, descargan el metabolismo y alivian las congestiones, y químicamente son alcalinos. Son las verduras, las frutas, las semillas, la miel y la sal. Todo alimento crudo también tiende a ser yin. Estos son ideales para personas con sobrepeso, hipertensión, hígado cargado, mucho colesterol y calor o congestión excesiva en el cuerpo.

Los alimentos yang son «calientes», dan mucha energía y químicamente son ácidos. Son los cereales, las legumbres y los productos animales (carnes, pescados, huevos), el azúcar, las bebidas dulces y alcohólicas. La comida cocinada tiende a ser yang. Estos alimentos pueden ser indicados para personas con debilidad, falta de energía y nutrientes densos, hipotensión, anemia y mujeres embarazadas o lactantes.

No vale una única dieta estándar para todos, y creo que esto es bastante lógico, también. A mí me costó un poco entenderlo hasta que decidí dejar los crudos, por consejo de una doctora amiga. ¡Fue todo un cambio, después de décadas comiendo ensaladas a diario! Pero el cambio ha sido para bien. Mi cuerpo estaba excesivamente frío por la verdura cruda que tomaba, por un lado, y excesivamente ácido por la cantidad de cereal (pan), azúcar y lácteos que ingería a diario. Entre el frío y la acidez se crearon las condiciones idóneas para estropear mi sistema digestivo. ¿No os parece increíble que tomando enormes bols de ensalada rociados en aceite fuera estreñida? Pues así era. A la que empecé a tomar verduras cocidas, caldos calentitos y puré, mis intestinos comenzaron a soltarse y las enormes acumulaciones de gas que tenía disminuyeron mucho.

Un buen consejo: leed, preguntad a algún terapeuta o informaos sobre la alimentación energética y los principios de la medicina china en cuanto a combinar alimentos. ¡Puede marcar un cambio en vuestras digestiones! En otra entrada ampliaré el tema.

martes, 27 de diciembre de 2016

Un desayuno delicioso

Prueba este exquisito desayuno. Pela un mango, un plátano, una manzana o una pera, un melocotón o unas ciruelas. Añade una cucharada de polen y canela, si quieres. Mételo todo en la batidora hasta que se forme una crema bien fina. Tómala despacio, saboreando cada cucharada... ¡disfruta! 
Puedes variar las frutas según la temporada y ensayar diferentes condimentos (vainilla, rosa mosqueta, maca, cúrcuma...). 

¿Por qué es bueno este desayuno?
  • Primero, por la enorme cantidad de nutrientes que tiene: muchas vitaminas y minerales de las frutas frescas, que son regeneradoras y antioxidantes.
  • Aporta muchas enzimas y esto beneficia la digestión y el metabolismo del cuerpo.
  • Aporta mucha agua y fibra, te hidrata y es estupendo para el tránsito intestinal.
  • Tiene un sabor delicioso, dulce sin azúcares añadidos. La fruta ya aporta muchos azúcares naturales, pero al estar mezclados con el agua y la fibra no tienen el efecto yo-yo del azúcar refinado.
  • Da mucha energía con un mínimo gasto digestivo, ya que se digiere muy rápido. Es ideal para alimentar el cerebro y el cuerpo a primera hora del día.
  • El polen le añade aminoácidos esenciales: todos los que necesitas para formar tus proteínas. Tomado así, con la fruta, se asimila de maravilla.


Si no eres muy amigo de la fruta, es una manera deliciosa de tomar muchas frutas variadas y del tiempo. A los niños les puede encantar. Muy pocos se resistirán a esta mousse cremosa y homogénea con un sabor casi tan dulce como las chuches. Toda una delicatessen y un chute de salud para tu cuerpo.

martes, 20 de diciembre de 2016

Lo bello y bueno

Si alguien me preguntara ¿qué comes ahora? Le diría: casi de todo... menos cuatro cosas. Mis “NO” son: lácteos, azúcar, aceites y harinas. ¿Animales? Muy pocos, solo carne de corral y huevo ecológico, nada de embutidos ni conservas. Y si alguien me dijera con espanto: ¿Qué comes, entonces? Le contestaría: ¡todo lo demás! ¿Te parece poco?

Ve a una frutería o a la sección de verduras de un supermercado. Hay una variedad asombrosa de frutas y hortalizas. ¡Hasta resulta bonito verlo! Ve a un mercado, como el de la Boquería o Santa Caterina. Hay verdulerías que exhiben sus productos en formas artísticas, combinando formas y colores, ¡una belleza!

Lo que es bello a la vista es sabroso al paladar, nutritivo en el cuerpo y un regalo para tu barriga. Come plantas. Come muchas frutas. Elígelas del tiempo, de proximidad, orgánicas si puedes, si no es igual. En su punto de maduración. Disfruta y aliméntate. Tu cuerpo y tus digestiones lo agradecerán.
Por supuesto, si tienes problemas con alguna fruta o verdura concreta, evítala. Conócete. Ciertas personas tienen alergia a los melocotones o a las fresas, o digieren mal las coles, la alcachofa o los tomates. No todos los «plantívoros» digerimos bien el crudo.

Experimenta: atrévete a probar frutas y hortalizas que no acostumbras a tomar o que jamás has probado. Puedes llevarte sorpresas agradables.

Yo me he pasado cuarenta años de mi vida tomando contadísimas clases de fruta, y más de veinte años comiendo a base de harinas, aceites, azúcar y... ¡lácteos! Justo los cuatro tipos de comida que ahora evito. Eso me mantuvo viva y me dio energía, pero minó mi salud y destrozó mi sistema digestivo. Ahora como todo lo contrario, ¡jamás había tomado tantas frutas ni tan variadas! Y me siento como nunca. Mi intestino funciona con una regularidad pasmosa que no recordaba. ¿Por qué será?

Si al cuerpo le das lo bueno, lo que le conviene, y además con belleza, gusto y sabor, ¡tu tripa estará de fiesta!

viernes, 16 de diciembre de 2016

Pilar número 4: descanso

Descanso no quiere decir solo dormir o tumbarse a la bartola sin hacer nada... aunque sí, también quiere decir eso. Hay muchos tipos de descanso, incluso actividades que nos descansan, aunque parezca una paradoja.

Descanso es todo aquello que nos permite relajarnos, dejar nuestro cuerpo en un estado de calma y permitir que los procesos vitales sigan su curso: digestión y asimilación de nutrientes, oxigenación, reparación de tejidos, regeneración, crecimiento... Los niños crecen cuando duermen. Los adultos nos reparamos durmiendo. Nuestro cerebro se ordena y fija las ideas y la memoria en las horas de sueño. Somos como un coche o un barco: para arreglarlo y ponerlo apunto tiene que estar parado, en un taller o en dique seco.

Para hacer buenas digestiones, como para tener salud en general, necesitamos el descanso suficiente. Y esto significa:

A.    Horas de sueño. Cada cual tiene su tope ideal, pero por lo general dormimos menos de lo que deberíamos. Entre seis y ocho horas está bien, aunque hay personas que con cinco ya tienen bastante y otras necesitan nueve o diez para sentirse bien. La señal de que has dormido lo suficiente es esta: te levantas con buen pie, con ánimo y energía. Y durante el día te mantienes despierto sin necesidad de cafés o estimulantes. Si no es así, te falta sueño.

B.    Busca cada día un tiempo para relajarte y respirar hondo, aunque solo sean cinco minutos. Unas cuantas respiraciones profundas pueden hacer maravillas en tu cuerpo y en tu psique.

C.    Duerme la siesta, si puedes. Es genial para facilitar una buena digestión. Pero atención: no una laaaarga siesta de dos horas. Con veinte minutos basta, según los expertos es el tiempo ideal para reponer energías y no aletargarte aún más. Si no puedes ir a la cama, duérmela en un sofá o sillón, semi-recostado en la postura que te sea más confortable.

D.    Cada día intenta darte un descanso mental: distrayéndote con alguna actividad creativa o divertida que te sea gratificante. Jugar con tus hijos, bailar con tu música preferida, pasear, charlar con los amigos, ir a correr, pintar, escribir, tocar la guitarra. ¡Tú sabrás! Hazte ese regalo.

Personalmente te diré que sigo estos cuatro consejos desde hace años, y me va de perlas. El día que fallo en alguno de ellos no me encuentro tan bien... incluso no digiero tan bien la comida, ¡puedes creerlo! Los dos indispensables son, para mí, dormir bien por la noche y la siesta. Buscar tiempo para respirar, relajarme y dedicarme a mis hobbies ha sido una conquista, pero te aseguro que ha valido la pena. Te animo a emprender tu lucha por un descanso reparador. Si no descansas bien, no harás buenas digestiones.  Y aunque te parezca que digieres piedras, tu cuerpo no asimilará bien la comida que tomas y no te aprovechará. Ya lo sabes, ¡descansa!


sábado, 10 de diciembre de 2016

Pilar número 3: el ejercicio es vida

Pues sí, ¡el ejercicio es vital! Para tener una buena digestión hay que comer con hambre. Y para comer con hambre... ¡hay que haber gastado energía! En la prehistoria nuestros antepasados tenían el gasto calórico asegurado, desplazándose y buscando comida, enfrascados en mil tareas de supervivencia. Pero hoy somos tan sedentarios que, si queremos despertar el apetito, la mayoría de nosotros necesitamos hacer un extra.

A menos que tu trabajo te demande un esfuerzo físico ―leñadores, personal de limpieza, vendedores, camareros, etc.— si tu vida transcurre entre el sofá, la cama, el coche y la silla de un despacho, más vale que te pongas las pilas.

El ejercicio es movimiento y el movimiento oxigena la sangre, tonifica los músculos y da alegría. Se ha comprobado científicamente: veinte minutos de ejercicio ligero, como una caminata, son mucho más eficaces que los mejores fármacos antidepresivos. Moverse da ganas de vivir.

Ocurre como con el estrés: el ejercicio también cambia nuestra química cerebral. Provoca la liberación de una serie de sustancias ―las endorfinas― que nos dan bienestar, placer y optimismo. Aún más: la ciencia ha descubierto que el ejercicio físico ¡puede hasta modificar nuestro ADN! Investigad un poco y os asombraréis.

Mucha gente frunce el ceño cuando les dicen: haz ejercicio. Para muchos el deporte es una carga enorme, una obligación aburrida que detestan. Pero todos necesitamos movernos. La norma aquí es: busca algo que te divierta. Algo que te guste y que puedas hacer cada día sin que te suponga un gran sacrificio ni un coste económico que no te puedes permitir. No necesitas apuntarte a un gimnasio o enrolarte en un equipo de fútbol local. Puedes caminar, ir en bici, bailar, correr, hacer aeróbic, yoga, natación, zumba o taichí. ¡Lo que más te atraiga y te convenga! Si tienes problemas de peso o de movilidad, lógicamente tendrás que buscar algo tranquilo o adaptado a tu situación... Pero casi todo el mundo puede caminar. Una buena caminata, una hora al día, es suficiente. Basta que el pulso te suba, que sientas que te esfuerzas y llegues a sudar un poco. ¡Sudar la camiseta una vez al día hace maravillas por tu salud!

Y también por tu digestión. Te despertará el apetito, te mejorará el humor y movilizará tu tracto digestivo. Ciertos ejercicios, además, pueden favorecer la evacuación, como caminar, bailar, subir montañas, cuestas o escaleras, y algunos estiramientos y posturas de yoga. 

Mi consejo hoy es este: si no haces deporte con regularidad, busca tu ejercicio y ponte a practicarlo, ya, cada día. Ejercitarse es tan importante como comer, no te lo saltes. Todo el mundo puede reservar al menos 10 minutos al día para cuidarse un poco. Si puedes, que sean más. Por Internet encontrarás mil opciones gratis, desde clases de cualquier cosa ―danza del vientre, salsa, pilates o aerobic-step― hasta tablas de ejercicios para hacer en casa y programas que te puedes descargar para variar tu repertorio. Los expertos aconsejan dar cada día unos 10 000 pasos. ¿Quién no puede organizarse para dar una caminata al día? Aunque sea dejando el autobús o el coche e ir caminando al trabajo, todo el trayecto o un tramo.


Si todavía te resistes, o piensas que no puedes hacer ejercicio porque ¡tienes tan malas digestiones! te voy a contar algo. Yo empecé a hacer gimnasia con regularidad cuando comencé a tener malas digestiones. Buscaba momentos al día en que tuviera el estómago vacío, así podía ejercitarme con tranquilidad y dando lo máximo de mi energía. Nunca pasaba mucho tiempo, entre 10 y 20 minutos al día, no más. Iba variando: tonificación, aeróbic, estiramientos, yoga. Más tarde empecé a correr y descubrí la belleza del footing, la paz y el bienestar interior que produce correr por el campo o en la playa. ¡Una meditación en movimiento! Te aseguro que hacer ejercicio me ha ayudado mucho y ha sido el mejor contrapunto a mis molestias digestivas. ¡El ejercicio es vida!