Pues sí, ¡el ejercicio es vital! Para tener una buena digestión hay que comer
con hambre. Y para comer con hambre... ¡hay que haber gastado energía! En la
prehistoria nuestros antepasados tenían el gasto calórico asegurado, desplazándose
y buscando comida, enfrascados en mil tareas de supervivencia. Pero hoy somos
tan sedentarios que, si queremos despertar el apetito, la mayoría de nosotros
necesitamos hacer un extra.
A menos que tu trabajo te demande un esfuerzo
físico ―leñadores, personal de limpieza, vendedores, camareros, etc.— si tu
vida transcurre entre el sofá, la cama, el coche y la silla de un despacho, más
vale que te pongas las pilas.
El ejercicio es movimiento y el movimiento
oxigena la sangre, tonifica los músculos y da alegría. Se ha comprobado
científicamente: veinte minutos de ejercicio ligero, como una caminata, son mucho
más eficaces que los mejores fármacos antidepresivos. Moverse da ganas de
vivir.
Ocurre como con el estrés: el ejercicio
también cambia nuestra química cerebral. Provoca la liberación de una serie de
sustancias ―las endorfinas― que nos dan bienestar, placer y optimismo. Aún más:
la ciencia ha descubierto que el ejercicio físico ¡puede hasta modificar
nuestro ADN! Investigad un poco y os asombraréis.
Mucha gente frunce el ceño cuando les dicen:
haz ejercicio. Para muchos el deporte es una carga enorme, una obligación aburrida
que detestan. Pero todos necesitamos movernos. La norma aquí es: busca algo que
te divierta. Algo que te guste y que puedas hacer cada día sin que te suponga
un gran sacrificio ni un coste económico que no te puedes permitir. No
necesitas apuntarte a un gimnasio o enrolarte en un equipo de fútbol local.
Puedes caminar, ir en bici, bailar, correr, hacer aeróbic, yoga, natación,
zumba o taichí. ¡Lo que más te atraiga y te convenga! Si tienes problemas de
peso o de movilidad, lógicamente tendrás que buscar algo tranquilo o adaptado a
tu situación... Pero casi todo el mundo puede caminar. Una buena caminata, una
hora al día, es suficiente. Basta que el pulso te suba, que sientas que te
esfuerzas y llegues a sudar un poco. ¡Sudar la camiseta una vez al día hace
maravillas por tu salud!
Y también por tu digestión. Te despertará el
apetito, te mejorará el humor y movilizará tu tracto digestivo. Ciertos
ejercicios, además, pueden favorecer la evacuación, como caminar, bailar, subir
montañas, cuestas o escaleras, y algunos estiramientos y posturas de yoga.
Mi
consejo hoy es este: si no haces deporte con regularidad, busca tu ejercicio y
ponte a practicarlo, ya, cada día. Ejercitarse es tan importante como comer, no
te lo saltes. Todo el mundo puede reservar al menos 10 minutos al día para
cuidarse un poco. Si puedes, que sean más. Por Internet encontrarás mil opciones gratis, desde clases
de cualquier cosa ―danza del vientre, salsa, pilates o aerobic-step― hasta
tablas de ejercicios para hacer en casa y programas que te puedes descargar
para variar tu repertorio. Los expertos aconsejan dar cada día unos 10 000 pasos. ¿Quién no puede organizarse para dar una caminata al día? Aunque sea dejando el autobús o el coche e ir caminando al trabajo, todo el trayecto o un tramo.
Si todavía te resistes, o piensas que no
puedes hacer ejercicio porque ¡tienes tan malas digestiones! te voy a contar
algo. Yo empecé a hacer gimnasia con regularidad cuando comencé a tener malas
digestiones. Buscaba momentos al día en que tuviera el estómago vacío, así
podía ejercitarme con tranquilidad y dando lo máximo de mi energía. Nunca
pasaba mucho tiempo, entre 10 y 20 minutos al día, no más. Iba variando:
tonificación, aeróbic, estiramientos, yoga. Más tarde empecé a correr y
descubrí la belleza del footing, la
paz y el bienestar interior que produce correr por el campo o en la playa. ¡Una
meditación en movimiento! Te aseguro que hacer ejercicio me ha ayudado mucho y
ha sido el mejor contrapunto a mis molestias digestivas. ¡El ejercicio es vida!
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