Seguro que habéis oído hablar de la
alimentación energética. Y para muchos ya serán familiares ciertos conceptos de
la medicina oriental: yin y yang, alimentos fríos, calientes, secos, húmedos... La medicina china utiliza nombres un
poco exóticos que pueden sonarnos a cuento
chino. Oímos eso de alimentos yin y yang, o nutrición energética, y nos
preguntamos si es científico o es puro mito. Escépticos no faltan.
Pero tras el lenguaje se oculta una realidad
comprobada día a día, tras siglos de práctica médica, observación y una buena
dosis de sentido común. Hay una base real y científica en la alimentación
energética, tal como la proponen las medicinas orientales.
Es de lógica entender que cada alimento
produce una reacción en el cuerpo: no sólo por sus componentes químicos, sino
por la energía que nos aporta, por su estado de conservación o maduración y por
la manera en que está cocinado o procesado. Está claro que no es lo mismo un
tomate recién cogido del huerto en verano que un tomate comprado en una caja
precintada con plástico en pleno invierno, después de pasar semanas en una
cámara; no es igual una manzana verde fresca que una compota de reinetas
maduras; no tendrá el mismo efecto en nuestro cuerpo un carpaccio de buey crudo
que un caldo de carne muy cocida; ni nos sentará igual una ensalada recién
hecha que una ensaladilla congelada y precocinada.
Para todas las medicinas tradicionales
(también en Occidente), la alimentación es la base de la salud, y los fármacos
o suplementos solo son un aporte extra cuando es necesario. Por tanto, el
alimento tiene cualidades terapéuticas. Como medicina, el alimento no puede ser
igual para todo el mundo: según su estado o enfermedad, unas personas
necesitarán ciertos alimentos preparados de una manera, y otras personas
necesitarán quizás lo contrario.
Resumiendo mucho, los alimentos según la
medicina china pueden ser yin o yang. La energía yin es de frío y contracción,
la yang es de calor y expansión. Lo ideal es que en la comida haya un
equilibrio, pero si la persona está desequilibrada, tendrá que contrarrestar
tomando más alimentos del polo contrario.
Los alimentos yin aportan frescor, descargan
el metabolismo y alivian las congestiones, y químicamente son alcalinos. Son
las verduras, las frutas, las semillas, la miel y la sal. Todo alimento crudo
también tiende a ser yin. Estos son ideales para personas con sobrepeso,
hipertensión, hígado cargado, mucho colesterol y calor o congestión excesiva en
el cuerpo.
Los alimentos yang son «calientes», dan mucha
energía y químicamente son ácidos. Son los cereales, las legumbres y los
productos animales (carnes, pescados, huevos), el azúcar, las bebidas dulces y
alcohólicas. La comida cocinada tiende a ser yang. Estos alimentos pueden ser
indicados para personas con debilidad, falta de energía y nutrientes densos,
hipotensión, anemia y mujeres embarazadas o lactantes.
No vale una única dieta estándar para todos,
y creo que esto es bastante lógico, también. A mí me costó un poco entenderlo
hasta que decidí dejar los crudos, por consejo de una doctora amiga. ¡Fue todo
un cambio, después de décadas comiendo ensaladas a diario! Pero el cambio ha
sido para bien. Mi cuerpo estaba excesivamente frío por la verdura cruda que tomaba, por un lado, y excesivamente
ácido por la cantidad de cereal (pan), azúcar y lácteos que ingería a diario.
Entre el frío y la acidez se crearon las condiciones idóneas para estropear mi
sistema digestivo. ¿No os parece increíble que tomando enormes bols de ensalada
rociados en aceite fuera estreñida? Pues así era. A la que empecé a tomar
verduras cocidas, caldos calentitos y puré, mis intestinos comenzaron a
soltarse y las enormes acumulaciones de gas que tenía disminuyeron mucho.
Un buen consejo: leed, preguntad a algún
terapeuta o informaos sobre la alimentación energética y los principios de la
medicina china en cuanto a combinar alimentos. ¡Puede marcar un cambio en vuestras
digestiones! En otra entrada ampliaré el tema.
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