Si alguien me preguntara ¿qué comes ahora? Le
diría: casi de todo... menos cuatro cosas. Mis “NO” son: lácteos, azúcar,
aceites y harinas. ¿Animales? Muy pocos, solo carne de corral y huevo
ecológico, nada de embutidos ni conservas. Y si alguien me dijera con espanto:
¿Qué comes, entonces? Le contestaría: ¡todo lo demás! ¿Te parece poco?
Ve a una frutería o a la sección de verduras
de un supermercado. Hay una variedad asombrosa de frutas y hortalizas. ¡Hasta
resulta bonito verlo! Ve a un mercado, como el de la Boquería o Santa Caterina.
Hay verdulerías que exhiben sus productos en formas artísticas, combinando
formas y colores, ¡una belleza!
Lo que es bello a la vista es sabroso al
paladar, nutritivo en el cuerpo y un regalo para tu barriga. Come plantas. Come
muchas frutas. Elígelas del tiempo, de proximidad, orgánicas si puedes, si no
es igual. En su punto de maduración. Disfruta y aliméntate. Tu cuerpo y tus
digestiones lo agradecerán.
Por supuesto, si tienes problemas con alguna
fruta o verdura concreta, evítala. Conócete. Ciertas personas tienen alergia a
los melocotones o a las fresas, o digieren mal las coles, la alcachofa o los
tomates. No todos los «plantívoros» digerimos bien el crudo.
Experimenta: atrévete a probar frutas y
hortalizas que no acostumbras a tomar o que jamás has probado. Puedes llevarte
sorpresas agradables.
Yo me he pasado cuarenta años de mi vida
tomando contadísimas clases de fruta, y más de veinte años comiendo a base de
harinas, aceites, azúcar y... ¡lácteos! Justo los cuatro tipos de comida que
ahora evito. Eso me mantuvo viva y me dio energía, pero minó mi salud y
destrozó mi sistema digestivo. Ahora como todo lo contrario, ¡jamás había
tomado tantas frutas ni tan variadas! Y me siento como nunca. Mi intestino
funciona con una regularidad pasmosa que no recordaba. ¿Por qué será?
Si al cuerpo le das lo bueno, lo que le
conviene, y además con belleza, gusto y sabor, ¡tu tripa estará de fiesta!
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