Hace un par de años
conocí a Juan Carlos, dietista y experto en nutrición. Él trabajó durante años
en la industria farmacéutica, quedó horrorizado de las mentiras y la falta de
ética de este negocio multimillonario y decidió pasarse al otro lado: el de la
salud natural. ¡Hay muchos profesionales que han dado este paso!
Juan Carlos sabe, y
mucho, sobre alimentación. Tiene pacientes por todo el mundo que le consultan
por Internet y ha resuelto, con dieta, muchas dolencias que los tratamientos
convencionales no acertaban a mejorar. Un día tuve una entrevista con él,
aconsejada por un buen amigo que también sigue sus indicaciones.
Juan Carlos es vegano
desde hace siete años, se encuentra de maravilla, tiene un físico robusto y
sano, una piel juvenil y un talante vital y positivo. Escuchó el relato de mis
males digestivos, me hizo preguntas, me dio sus recomendaciones y escuchó mis
objeciones.
Por ejemplo, él, como
muchos otros médicos, recomienda tomar pequeñas comidas entre horas. Este es un
consejo que me resulta imposible seguir. Mi estómago es tan lento que necesito
mucho tiempo, protesté. Me sienta fatal interrumpir la digestión y tomar algo,
aunque sólo sea una infusión. Necesito que se vacíe y descanse. Él me respondió
que teníamos que mejorar las digestiones, quizás comiendo menos cantidad cada
vez y alimentos suaves que me sentaran bien, pero recalcó que es necesario
tomar cinco comidas al día para que el tracto digestivo se desperece, no se
llene de aire entre horas y el bolo alimenticio pueda circular, facilitando una
buena evacuación.
Juan Carlos me prescribió
una dieta variada y razonable que incluye pescado, pero en cambio excluye
totalmente los lácteos y reduce al mínimo la toma de pan y cereales. Para ganar
peso me aconsejó frutos secos ―y si te son fuertes, toma al menos dos o tres
piezas, lo mínimo para poder asimilarlos―. También me recomendó aguacates,
boniatos, avena, quínoa... Y toda clase de frutas, enteras y bien masticadas, no
en jugos.
Seguí su dieta… a medias.
Como suelo hacer, porque soy así de tozuda y mala paciente. Siempre adapto las
recomendaciones a mi conveniencia o bienestar, y me cuesta cambiar cosas que no
acabo de ver claras.
Pero en el caso de Juan
Carlos adopté una de sus recetas, y no fue algo que me aconsejara a mí, sino al
amigo que me lo presentó; tiene un problema ocular y necesita alimentar sus
ojos. A este amigo le recomendó tomar un batido cargado de nutrientes cada
mañana. Un día me lo dio a probar y me gustó tanto que me dije: voy a hacérmelo
para mí. Si es tan alimenticio también me hará provecho.
Desde que empecé a tomar
los batidos de Juan Carlos, por fin logré ganar algo de peso, y de manera sana.
Cuando se lo expliqué se alegró y me dijo que tenía muchas recetas de batidos similares,
ya me daría más. De momento, continué con sus batidos una larga temporada. Según
los ingredientes que tenía a mano, incorporé variantes. Estos batidos, tomados despacito,
con calma, saboreando cada cucharada, me sentaron de maravilla.
El súper batido de Juan Carlos
Estos son los
ingredientes del súper-batido de Juan Carlos, ideal para un primer o segundo
desayuno:
Una zanahoria mediana o pequeña.
Una cabezuela de brócoli (sólo una “florecita”, o dos si
son pequeñas).
Una remolacha pequeña (o media, o un trozo si es grande)
Una pera (o una manzana pequeña).
Una cucharada de polen.
Una cucharada de pipas de girasol y calabaza molidas (como en harina).
Una cucharada de semillas de lino molido (se puede alternar con chía molida).
Opcional: tres o cuatro higos confitados.
Opcional: una cucharada de almendra molida.
Opcional: unas moras, o arándanos, u otras bayas violetas o rojas.
Un vaso (150 cc) de leche vegetal: de arroz, avena, soja o almendra.
Una remolacha pequeña (o media, o un trozo si es grande)
Una pera (o una manzana pequeña).
Una cucharada de polen.
Una cucharada de pipas de girasol y calabaza molidas (como en harina).
Una cucharada de semillas de lino molido (se puede alternar con chía molida).
Opcional: tres o cuatro higos confitados.
Opcional: una cucharada de almendra molida.
Opcional: unas moras, o arándanos, u otras bayas violetas o rojas.
Un vaso (150 cc) de leche vegetal: de arroz, avena, soja o almendra.
Por este orden, lo voy echando
todo en la cubeta de una batidora potente. La tapo, le doy al botón y,
¡marchando! Lo bato hasta que forma una crema bien fina y algo espesa. La
remolacha le da un color rosa o fucsia maravilloso. La pera le da dulzura y
frescor; si en vez de pera usas manzana, queda una textura más cremosa, como de
mousse. Si algún día siento que tengo gases, elimino la cabezuela de brócoli.
Los opcionales se pueden omitir o variar; yo suelo añadir los higos porque
dispongo de ellos y me gustan, endulzan y llevan mucho calcio y otros minerales.
Si no, se puede añadir la almendra molida. Las bayas son buenas para quienes
necesiten aporte extra de antioxidantes o mejorar su circulación.
¿Qué contiene este
batido, desde el punto de vista nutricional? En primer lugar, todo son
alimentos crudos y sin procesar, con sus componentes intactos. Si son de
cultivo orgánico, mejor que mejor. En segundo lugar, contiene muchas vitaminas
y antioxidantes ―por las hortalizas― y hierro ―la remolacha y los frutos
secos―. Las semillas aportan grasas omega 3 y 6 en proporciones idóneas, además
de minerales y otros nutrientes. El polen y las semillas son ricos en todos los
aminoácidos esenciales ―las moléculas que forman las proteínas―. Y el lino,
además de ser rico en omega 3, favorece el tránsito intestinal. En resumen, es
un preparado muy completo y estupendo para personas con carencias o necesidades
nutricias especiales.
Vitaminas, minerales,
omega 3, fibra, proteínas… Esta crema es mejor que muchos suplementos,
totalmente natural, deliciosa… ¡y sanísima! ¿Quién dijo que lo sano no es rico?