viernes, 2 de febrero de 2018

Ángel, o el lenguaje del cuerpo

Fui a terapia con Ángel aconsejada por una amiga y compañera de mi fundación. Ángel ha desarrollado un método propio de terapia psico-corporal basado en varias disciplinas: biológicas, energéticas y psicoanalíticas. El cuerpo tiene memoria: las cadenas musculares conservan contracturas y tensiones debidas a traumas, acontecimientos y actitudes que vamos acumulando y que poco a poco van deformando nuestro cuerpo y afectando a nuestra salud. La terapia se puede enfocar desde la dimensión física, para trabajar las contracturas musculares y liberar el cuerpo, o desde una perspectiva psicológica, para desentrañar aquellos nudos y heridas ocultas que nos impiden vivir el presente en plenitud.

Con Ángel he mantenido largas conversaciones sobre filosofía, arte, literatura, salud… que hacían menos dolorosa la terapia, ¡porque duele, y mucho! Pero salgo de cada sesión con una ligereza de espíritu y de cuerpo asombrosa. El vigoroso trabajo sobre los músculos libera y oxigena, tanto la carne como el alma.

Liberar el cuerpo


Una conversación y una sesión con Ángel me convencieron de la importancia de cuidar mi cuerpo de otra manera. Adiós a los ejercicios de pesas y a las tablas gimnásticas que prometen un cuerpo esculpido a golpe de agujetas. Adiós a las posturas forzadas, a los estiramientos antinaturales. El cuerpo tiene una belleza y una forma natural que hay que respetar y potenciar, sin forzar músculos ni huesos. Basta caminar ―o correr suave, o bailar― y hacer unos estiramientos equilibrados, que él me enseñó, para mantenerse en buena forma. Nada de machacarse en un gimnasio. Aprender esto fue, para mí, una auténtica conversión.

En las primeras sesiones, dolorosísimas hasta el punto de tener que gritar  ―algo que él te recomienda hacer, sin reprimirte―, me libré de unas tremendas contracturas en la espalda. Soy recta y rígida de constitución, tanto física como mental, me dijo Ángel. Pero la dureza que llevaba a mis espaldas era excesiva. Durante la «tortura» rememoré diversos episodios de mi vida. Especialmente situaciones de dolor y resentimiento que, poco a poco, fui reconociendo. Recordé a ciertas personas. Y perdoné. Perdoné mucho, mientras respiraba fuerte y aullaba, soltando todo mi dolor.

Superar la rigidez corporal ha sido un primer paso. Aunque tiendo a contraer el cuello y los hombros, y de tanto en tanto algunas partes de la espalda y las rodillas, la tensión ahora es mucho menor y las contracturas se disuelven mucho más rápido.

Liberar la psique


Pasado un tiempo le pedí a Angel que nos enfocáramos en el campo psicológico. Mi malestar digestivo y el proceso que había iniciado tras la operación me pedían ahondar en las raíces de mis problemas físicos. Tras varias largas conversaciones he ido desenterrando poco a poco el origen de mi estrés, de mis dolencias, de mis adicciones al trabajo y a la actividad. Gracias a estas sesiones he ido reconstruyendo el mosaico de mi vida, atando cabos, hilando el argumento de mi historia. He lanzado una mirada aérea a lo que ha sido mi existencia… ¡y he comprendido tantas cosas! He contemplado ciclos recurrentes y he descubierto cuál es el leit motif, la constante de mis impulsos y reacciones, el detonante de mis actitudes y mi forma de obrar. Con sus preguntas, breves y precisas, y escuchándome con mucha atención, Ángel me ha hecho mirar mi propia realidad cara a cara y responderme a mí misma: Ahora, con todo lo que sé, ¿qué quiero hacer? No basta saber. No basta entender. Se desenredan los nudos del pasado para poder construir un futuro, nuevo y liberado. Y en los momentos cruciales hay que tomar decisiones.

Quiero vivir. Quiero estar bien. Quiero sentir, y respirar, y disfrutar. Estoy dispuesta a enterrar con cariño los huesos del pasado. Estoy dispuesta a vivir el duelo ―y Ángel me ha avisado: el duelo descoloca―. Estoy dispuesta. Y daré pasos. Pasos reales, físicos, acciones. No basta la intención. Obedeceré. Descansaré. Disfrutaré. Quiero vivir.

Ángel me ha hecho ver la diferencia entre el anhelo de belleza y perfección, que es algo natural en todo ser humano, y el perfeccionismo, que es una actitud enfermiza y obsesiva. El camino de perfección es sano y deseable; el perfeccionismo es vicioso y mata. Buscar el bien y lo mejor es un proceso: solo hay que comprender que la perfección nunca se alcanza del todo, y aceptarlo con calma. Pero el perfeccionismo es loco: nunca tiene bastante y quiere conseguir lo inalcanzable ahora, ya.

Reconstruyendo mi vida con Ángel he contemplado mi camino, una constante búsqueda de perfección desde que era niña. Ansiaba la perfección física, psicológica, moral. Quería el cuerpo perfecto, el alma perfecta, la vida perfecta… ¡Y siempre me subía el listón, más y más alto! De ahí mi hiperactividad y mi extremo deseo de superación. No soy una diosa… No soy omnipotente, no soy perfecta. De ahí la frustración, la ira y el autocastigo. La raíz profunda de todo, ¿dónde está? Ahí, en la primera infancia. En el afán por complacer y ser querida, en la búsqueda de aprobación de mis padres. En los valores familiares heredados. ¡Ah, la herencia! Es nuestro tesoro y nuestra cruz, hasta que nos hacemos conscientes de esa carga y aprendemos, como hombre sabio, a discernir y a separar. Guardamos lo valioso y desechamos lo que no nos sirve o nos daña. Deshacerse de esos lastres que llevamos incrustados como perlas en los repliegues del alma duele, y cuesta. Sí, pide un tiempo de duelo. Pero es necesario si queremos vivir. ¡Libera!

El cuerpo habla


El cuerpo habla, sí. Habla con su postura, se expresa con sus deformidades y contracturas, grita con su dolor. He aprendido que el cuerpo nos retrata y nos muestra, con aplastante sinceridad, qué somos y cómo vivimos. Este cuerpo tan honesto, que jamás nos miente y nos guarda una fidelidad absoluta, quiere estar sano. Quiere vivir y quiere gozar. Anhela la plenitud y está preparado para ella. Tan solo tenemos que aprender a amarlo, a escucharlo, a respetarlo. Somos más que nuestro cuerpo… pero somos, también, nuestro cuerpo. Sin la carne, el alma jamás podría interpretar su melodía.

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