Rosario es mi doctora
amiga. Especializada en bioquímica y en medicina molecular, es un pozo de
ciencia… y de humanidad. Tiene una historia larga y azarosa, a veces pienso que
se podría escribir una novela magnífica sobre ella. Ha sufrido mucho, ha
viajado por todo el mundo y ha iniciado proyectos pioneros de nutrición y
agricultura ecológica en varios países de África, con las comunidades nativas.
También ha participado en estudios y ensayos experimentales con instituciones
como la NASA. En España, ha sido una de las pioneras de la medicina integrativa.
Su experiencia como madre y sus conocimientos como científica la hacen una
verdadera mujer sabia.
Como es una amiga, no
siempre le hago caso. Durante mi proceso de caída y recuperación ella me ha
seguido de cerca, me ha reñido, se ha preocupado por mí y me ha buscado los
mejores suplementos y fármacos naturales que se puedan encontrar, en España y
en el extranjero. Su cariño me ha dado fortaleza y ánimos, más de lo que ella
quizás imagine.
Rosario, además de
conocimientos, posee una intuición y una sensibilidad extraordinarias. Su
mirada penetrante ve más allá de las apariencias. Es una doctora que mira al paciente y sabe emitir un
diagnóstico preciso y certero con apenas una conversación y su observación
cuidadosa. Ella fue la que definió, en pocas frases, lo que me sucedía. Señaló
el estrés y mi autoexigencia como el origen de mis problemas digestivos y me
explicó con mucho detalle cómo funciona el estómago y cómo los
neurotransmisores del cerebro, desatados por el estrés, bloquean mis funciones
digestivas y la asimilación de nutrientes. Con paciencia me ha explicado el
efecto de los productos que me ha recomendado.
Gracias a Rosario comencé
a superar una de mis grandes adicciones: ella me decidió a dejar el azúcar
refinado por siempre jamás. Ella fue, también, la que me impulsó a abandonar la
alimentación casi crudívora que llevaba, ¡y qué cambio he notado desde
entonces! Los grandes dolores de gases son una sombra de lo que eran. Ahora,
cuando sufro un «ataque de gas», es mucho más leve y menos duradero. Después de
un año comiendo cocido y al vapor siento más bienestar en las entrañas. Ella me
comentó que debía estar, por lo menos, año y medio o dos años comiendo así,
para recuperar el daño de tantas hojas de lechuga cruda raspando mis pobres
intestinos…
Qué bueno
es tener una doctora amiga, de confianza, siempre accesible para consultarle
cualquier tema, exponerle dudas, pedirle consejo y obtener información sobre
los últimos productos o suplementos que han salido para mejorar la salud. Sus cientos de pacientes, como yo, han
terminado por ser sus amigos. Que una persona así se cruce en tu vida es un
regalo.
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