sábado, 15 de julio de 2017

Come y calla



¿Os suena la frase? Seguramente de niños la escuchamos muchas veces. Niño, come y calla. Posiblemente en ese momento hicimos poco caso. Suena autoritaria, sí... pero encierra una gran verdad. Si comes, come. Si hablas, habla. No hagas dos cosas a la vez, y menos dos cosas TAN IMPORTANTES. Me impresionó saber que los chinos, tradicionalmente, comían en silencio, incluso estando en familia. Comían centrados en lo que hacían, saboreando la comida y masticándola bien. ¡Algo vital para una buena digestión!

Nunca hasta hace poco le he dado tanta importancia a esta simple realidad. Nuestra cultura ha convertido la comida en una fiesta, un motivo de encuentro y de comunicación. ¡Cuántas comidas “de trabajo”! ¡Cuantas conversaciones alrededor de la mesa! Es bonito pero, digestivamente hablando, un desastre.

Comer con los seres queridos y tener un diálogo sereno, pausado, está bien. Pero en mi experiencia, he aprendido que el viejo consejo de mamá o las abuelas es muy sabio. Nena, come y calla. 

Cuando hablamos al comer, estamos tragando más que alimento: nos estamos llenando de enormes burbujas de aire (como no se ve, no lo notamos). Lo notaremos más tarde en forma de hinchazón, eructos o malestar. Los expertos que estudian los gases que salen de nuestro cuerpo lo saben bien. Cuando nuestras ventosidades están cargadas de nitrógeno es que hemos tragado mucho aire. Buena parte de esos gases que nos hinchan y dificultan nuestra digestión viene, nada menos, que de hablar durante la comida. Parece fácil solucionarlo, ¿verdad?

Come y calla. Y si quieres decir algo, deja de comer, haz una pausa, comenta lo que quieras y cuando el otro responda, mientras escuchas, sigue comiendo con calma. Es cuestión de autoeducarse.

Intenta comer sereno, sin prisas, masticando bien (esas 20 o 30 veces que recomiendan los médicos ayurvédicos). Saboreando. Le encontrarás gustos y texturas inesperados a la comida tan bien triturada y ensalivada. Será un disfrute, y tu estómago y tus tripas lo agradecerán.

viernes, 12 de mayo de 2017

Detectives en acción

Bien, ya has estudiado el escenario del crimen (tu tracto digestivo) y has hecho tus observaciones. Seguro que a estas alturas ya conoces muy bien el panorama. Has dado el primer paso en tu investigación, que es observar y definir los síntomas.

Pero los síntomas son eso: señales. Dolor, una hinchazón, gases, evacuaciones dolorosas o deficientes, falta de energía, malestar... Todo esto no es la enfermedad en sí, sino las señales de alarma de que algo ocurre adentro. ¿Qué haces, cuando suena la alarma?

La primera reacción, claro, es apagarla. Porque el pitido estridente es insufrible. Eso mismo hacemos con el cuerpo: corremos a apagar la alarma porque no la soportamos más. ¡Bienvenidos antiácidos, analgésicos, píldoras e infusiones digestivas! Todo eso está bien, porque no es cuestión de sufrir atrozmente, pero... ¡no es la solución! Imagina una situación paralela en una casa. Suena la alarma de fuego. Corres a apagarla (o no). Pero si no te apresuras a extinguir el fuego ¡la casa se quemará!

Lo mismo sucede en el cuerpo. Por mucho que cerremos las alarmas, si no buscamos el foco del incendio y lo apagamos nuestro cuerpo arderá. Literalmente, quemaremos nuestra salud y caeremos muy enfermos.

Imagina esta situación durante años y años... ¡Cómo aguanta nuestro pobre cuerpo!

Lo triste es que la medicina, en muchas ocasiones, se ha convertido en un recurso rápido de apaga-alarmas, o sea, de eliminar o reducir síntomas, pero no de apagar-fuegos, o curar de raíz la enfermedad. ¿Por qué? Porque los apaga-síntomas, es decir, los fármacos, son un negocio fabuloso. Si los enfermos se curasen pronto, muchas industrias sufrirían pérdidas millonarias. Y estas industrias no podrían financiar, como lo hacen, la investigación de nuevos fármacos, programas de estudio en las facultades de medicina, campañas de salud pública y la celebración de congresos, así como experimentos y estudios que a veces son útiles y necesarios, y a veces no tanto.

Bueno, ahora estoy siendo crítica y me salí de tema, pero es que pensarlo me subleva.

Hablamos de apagar el fuego. Un buen detective no se queda en las huellas del crimen, ¡busca al culpable!

Un buen médico debería ser así. Y hacer equipo con el paciente para resolver el caso. Elemental, querido Watson... pero en la vida real las cosas no son tan lógicas.

¿Qué provoca el problema en cada tramo de nuestro tubo digestivo? A continuación te presento un cuadro (clicar enlace) con las situaciones más habituales y sus posibles causas. Revísalo despacio. ¿Puedes identificar alguna causa segura? ¿Probable? ¿Sospechosa?

Sé sincero y verás cómo pronto empiezas a ver más claro. Verás que hay causas recurrentes. En la mayoría de los casos, los problemas digestivos dependen, y mucho, de dos factores:
  • Lo que comes ―más importante de lo que crees―.
  • El estrés o alguna situación preocupante.
Seguiré hablando de esto.

domingo, 7 de mayo de 2017

Cómo leer un análisis de heces: 7 claves para entenderlo

¿Os han hecho alguna vez un análisis de heces? No uno rápido y simple, como los que suelen prescribir en la sanidad pública o en las mutuas. Prácticamente lo único que detectan estas analíticas es si hay restos de sangre o no para descartar pólipos o tumores. Me refiero a un análisis completo, donde se estudian los tipos de bacterias que hay en el intestino, su cantidad y su proporción. Una mirada exploradora a la variedad de fauna y flora que puebla nuestro colon.

Os voy a explicar lo que he aprendido a partir de mis análisis. De entrada, son análisis realizados en un laboratorio privado. Los tiene que prescribir un especialista y no son baratos. El precio oscila según lo completo que sea y la cantidad de indicadores que incluya el estudio. En mi caso, me los hizo el Instituto de Microecología, que está en Madrid, y el tipo de análisis se llama KyberKompakt. En este enlace encontraréis más información.

¿Qué se analiza en este estudio? Pues básicamente seis aspectos:
-      La microbiota protectora, o bacterias que protegen la pared intestinal.
-      La microbiota proteolítica, o bacterias que descomponen proteínas.
-      La microbiota inmunomoduladora, o bacterias que entrenan al sistema inmune.
-      La presencia de hongos y levaduras.
-      La microbiota muconutritiva, que alimenta la pared intestinal.
-      El ph de las heces, o su grado de acidez.

Además, en un análisis todavía más completo se pueden analizar datos como estos:
-      Restos de agua, nitrógeno y grasa, enzimas y proteínas.
-      Marcadores de permeabilidad intestinal: zonulina y alfa-1 antitripsina.
-      Mediadores inflamatorios: calprotectina, lisozima y lactoferrina.
-      Indicadores de posibles tumores.
-      Anticuerpos que señalen posibles alergias o intolerancias al gluten o a otras proteínas: gliadina, transglutaminasa, etc.

Flora y fauna variada

Como vemos, las bacterias intestinales tienen diversas funciones: nutridoras, protectoras, defensoras y de apoyo al sistema inmune, reparadoras de tejidos y descomponedoras de nutrientes. Lo importante es que de cada una de estas haya la cantidad adecuada para que el ecosistema intestinal funcione. Si hay demasiadas de un tipo, o demasiado pocas, tendremos problemas.

Normalmente, en los resultados de estos análisis te facilitan unas gráficas con colores y signos, muy fáciles de interpretar, donde se señalan los márgenes de normalidad y tu resultado. Si está correcto, se marca con un OK o en color verde. Si hay deficiencia o exceso se marcará con flechitas y en color rojo. El especialista en aparato digestivo te ayudará a relacionar todos estos datos y dibujará un panorama de la situación de tu intestino.

¿Cómo interpretar un diagnóstico?

Te pondré un ejemplo a partir de mis análisis. En mi caso, las bacterias proteolíticas tenían valores correctos. Son las responsables de descomponer restos proteicos, lo que en términos llanos es la putrefacción.

De las bacterias inmunomoduladoras, la Escherichia coli estaba bien, pero los Enterococcus no. Esto significa que mi flora no modula bien el sistema inmune y que puedo tener reacciones de intolerancia o inflamación, con presencia de glóbulos blancos en la sangre fuera de lo normal, como sucede, en efecto. En mis análisis de sangre siempre se detecta un número elevado de cierto tipo de leucocitos. ¿A qué es debida la disminución de enterococos? Posiblemente la toma de fármacos o antibióticos, cuando era más joven, causó el primer daño, y la ingesta de ciertos alimentos aumentó el desequilibrio (lácteos, trigo, azúcares refinados).

En la flora protectora es donde tenía mayores deficiencias: esto significa que mis paredes intestinales están poco protegidas. Las bacterias que me faltaban eran los famosos Lactobacilos, ¡y eso que durante décadas he sido una gran comedora de yogures! ¿Consecuencias? Intestinos irritados e irritables y reacción ante determinados alimentos que pueden aumentar la inflamación. Necesito reparar el tejido de mis tripas.

También salieron deficiencias en la flora muconutritiva, es decir, la que nutre la mucosa intestinal. Si sumamos la poca nutrición con la poca protección, tenemos una pared intestinal débil que, lógicamente, dará molestias. Estas bacterias muconutritivas son importantes, y en el libro de Giulia Enders, La digestión es la cuestión, se explica con detalle qué hacen y qué significa tenerlas en sus valores justos. Ciertas enfermedades, como la diabetes, se asocian con un determinado desequilibrio de la flora intestinal. ¿Queréis nombres? Para que os vayan sonando: Faecalibacterium prausnitzii y Akkermansia muciniphila.

La proliferación de hongos y levaduras puede ser otro problema. Las cándidas se encuentran entre estas. Un exceso de estos bichitos puede delatar el consumo de demasiados azúcares refinados y una infección interna crónica, con sus consiguientes efectos nocivos.

Por último, el ph de las heces debe estar entre 5,8 y 6,5, es decir, alrededor de 6, e indica también el grado de acidez de los alimentos que tomamos, así como su asimilación bajo la acción de la bilis y los jugos digestivos.

La consistencia dura puede delatar estreñimiento, deshidratación o falta de fibra; mientras que una consistencia líquida o demasiado suelta puede ser señal de infección, inflamación o alguna enfermedad autoinmune del intestino.

Esto son cuatro orientaciones, pero tu médico sabrá interpretar mejor los resultados. Pregúntale todo lo que necesites saber, ¡no te quedes con las dudas! Aprende de tu análisis y así comprenderás mejor la terapia que te prescriba. Podrás, además, incorporar alimentos y hábitos sanos que te ayuden a equilibrar tu flora intestinal.


En la próxima entrada hablaré de posibles soluciones ante una flora desequilibrada. ¡No basta con ir a comprar unas pastillas de probióticos!

miércoles, 26 de abril de 2017

Paso a paso: lo que sale del intestino

Un buen detective no deja de observar y estudiar las huellas del crimen. En el caso de las digestiones, una huella muy evidente son las heces.

Son el producto final de todo el proceso digestivo. Si es importante estudiar lo que entra en la boca, también lo será comprobar qué sale por el ano.

Los análisis de heces son una prueba médica que aporta muchísima información sobre el estado de nuestro colon. Pero como nuestra fauna interna todavía se está estudiando, y sabemos relativamente poco de ella, aún queda camino para poder descifrar todos los datos que nos aporta nuestro popó. Lo que sí muestra claramente es si hay suficiente variedad de bacterias y en qué proporciones se encuentran. Un análisis de heces delata si hay disbiosis, proliferación de algún tipo de bicho o falta de otro, presencia de sangre y trozos de alimento no digerido, grado de acidez, etc.

Si tienes problemas digestivos crónicos una buena manera de esclarecer qué pasa es que el médico te ordene un análisis lo más completo posible de tus heces.

Pero antes, tú mismo ya puedes autoanalizar un poco tus deposiciones y averiguar algunas cosas básicas.

Existe una escala que se ha hecho muy popular por Internet y a raíz de la publicación del libro de Giulia Enders, La digestión es la cuestión. Se llama escala de Bristol (aquí tienes un enlace con interesantes explicaciones). En las heces hay que observar su frecuencia, su textura y la facilidad con que las expulsas (rápido o no, con dolor o sin dolor, retorcijones, gases, de una vez o en varias fases...).

Lo ideal: heces del tipo 4 o 5 (o sea, churros más bien blandos pero no deshechos), una o dos veces al día, sin dolor y sin pestilencia, expulsadas con rapidez y suavidad, y que el papel de váter no quede pringado. Eso significaría un ritmo de evacuación regular y un intestino que funciona, sin obstrucciones, demoras y putrefacciones.

Sé que no es muy agradable... pero estamos investigando. Contén el aliento, abre los ojos y observa. ¿Qué te dice lo que ves en la taza del váter?

miércoles, 19 de abril de 2017

Paso a paso: el intestino grueso - 1

A estas alturas muchos de vosotros sabéis que el intestino grueso es más que un saco de heces o un tubo de expulsión de desechos. ¿Sabéis cuánto tiempo pasa la comida en el estómago? Unas dos horas, si no hay problemas. ¿Cuánto tiempo en el intestino delgado? Si las cosa van bien, otras dos horas. ¿Cuánto tiempo pasa el bolo restante en el intestino grueso? En circunstancias normales, una media de doce horas. Sí, has oído bien, doce. ¿Qué hace el bolo tanto tiempo ahí?

El intestino grueso está formado por tres tramos que forman como una U invertida: el colon, el transverso y el recto. Es el hogar de cien mil millones de seres microscópicos, una selva con más de dos mil especies, muchas de las cuales todavía se están descubriendo y cuyas funciones se desconocen. Entre ellas hay bacterias, hongos y levaduras, e incluso algunos virus.

Tenemos más bichos que células en el cuerpo: por cada célula, más de cien inquilinos con un ADN diferente al nuestro. Habréis oído quizás expresiones como esta: somos un ecosistema, una colonia de bacterias, una simbiosis de flora y fauna diversa...

Toda esa población ―llamada microbiota o microbioma― está ahí por algo. Ha evolucionado con nosotros durante cientos de miles de años y no son meros parásitos. Son nuestros compañeros ignorados y hay que cuidarlos bien.

De la paz en ese reino bacteriano depende la paz digestiva y la salud de nuestro cuerpo, así de claro. Cada vez hay más investigaciones que demuestran que nuestra condición física depende del equilibrio de este ecosistema.

Pero bueno, ¿qué hacen todos esos bichitos ahí adentro? Pues como todo ser vivo: nacer, comer, reproducirse, morir... ¡y trabajar! Nuestro intestino grueso es una tremenda fábrica de nutrientes y componentes indispensables para nuestra salud. Muchas vitaminas, ácidos grasos y neurotransmisores se producen allí. ¿Quiénes los fabrican? Las bacterias. Con qué: con lo que comen. Y lo que comen es, básicamente, ¡fibra! Mucha, mucha fibra. Aunque algunas comen otros restos, como proteínas y grasas.

Panorama ideal: una microbiota sana, pujante, variada y con un equilibrio de especies, como cualquier bosque o selva del planeta. Cuanto más variada sea la fauna, mejor. Cada bicho se nutre adecuadamente, convive pacíficamente con sus vecinos y hace su tarea.

Panorama desastroso: una microbiota devastada, con pocas especies. Unas proliferan en exceso, otras están en peligro de extinción. Unas comen demasiado y medran, otras se mueren de hambre. Las que dominan no hacen más que extenderse sin fin... Las que agonizan ya no pueden trabajar bien ni producir esos nutrientes que necesitamos. A esto se le llama disbiosis. El desequilibrio empeora y nuestra salud se va minando.

¿Cómo sabemos que hay disbiosis? Los síntomas más evidentes de la guerra intestina son claros: hinchazón, dolor, gases, evacuaciones irregulares (estreñimiento, diarrea o alternancia de ambas). A veces, incluso sangre en las heces, cuando el pobre colon ya está irritado, deforme, lleno de pólipos y heridas internas. El estadio peor sería el cáncer. Las colonoscopias con biopsia suelen ser las pruebas más indicadas para examinar el estado de nuesto intestino si se sospechan alteraciones importantes.

Pero hay otros síntomas más sutiles. Hay personas que no sufren molestias digestivas aparentemente. Pero puede ser que sufran enfermedades autoinmunes, como artritis, diabetes, soriasis o hipotiroidismo. Puede ser que padezcan carencias nutricionales, incluso trastornos psíquicos, y nadie sabe muy bien por qué. La causa muchas veces está ahí, en esa preciosa selva amenazada. La situación recuerda un poco lo que, en grande, ocurre en el planeta Tierra, ¿verdad?

¿Qué está ocurriendo en nuestro ecosistema interior?

¿Estamos dando suficiente alimento (o sea, fibra natural) a nuestras amigas las bacterias?


Seguiré hablando de esto.

martes, 18 de abril de 2017

Nuestra selva interior

Esta preciosa imagen muestra una pequeña porción de la microbiota, la flora-fauna que habita nuestro intestino grueso.

Bacterias, hongos, virus... una diversidad increíble que haría palidecer la de las junglas más vírgenes de nuestro planeta. Las primeras semillas fueron plantadas en el momento de nacer, directamente de nuestra madre. Desde entonces, han crecido con nosotros, acompañándonos en nuestras vicisitudes... ¡Tenemos todo un ecosistema interno que cuidar y proteger!

miércoles, 5 de abril de 2017

Otra entrevista en RNE Exterior

Amena y con preguntas muy variadas. Os invito a escucharla y compartirla. La encontraréis a partir del minuto 17:44.

Entrevista en el programa Artesfera (RNE Exterior), emitida el 27 de marzo pasado. 

Aquí en Facebook. Y aquí en Twitter.

miércoles, 29 de marzo de 2017

El intestino delgado - 3

Más posibles causas de malestar en el intestino delgado.

Celiaquía y sensibilidad al gluten

Cada vez son más las personas que sufren alergia o intolerancia al gluten. La alergia produce una reacción muy violenta, la intolerancia puede dar síntoma más leves, digestivos o autoinmunes, o no dar casi síntomas. En todos los casos, el elemento ofensor es el gluten, proteína presente en el trigo y en casi todos los cereales.

El gluten produce una inflamación y va destruyendo el tejido intestinal, provocando desnutrición y otros problemas. Los análisis de sangre detectan esta enfermedad, pero a veces no son suficientes. Muchas personas que no son celiacas tienen sensibilidad a otros componentes del trigo, como las gliadinas, en especial las de grupo sanguíneo 0. ¿Cómo saberlo? Deja de tomar pan, pasta y toda clase de cereales y alimentos que contenga harina durante una semana. En seguida notarás si te encuentras mejor. En algunos casos, la simple eliminación de estas proteínas resuelve el problema.

Otros problemas

El intestino delgado puede verse afectado y lesionado por otras causas: desde la toma de antibióticos hasta una situación de estrés. El estrés altera todo el sistema digestivo y el funcionamiento de los intestinos. Algunos fármacos, como el famoso Ibuprofeno, pueden provocar hiper-permeabilidad intestinal en cuestión de horas. Entre ellos se cuentan muchos antiinflamatorios no esteroideos, antidepresivos, medicamentos para el dolor, para el colesterol, la hipertensión... Ya puedes imaginar que, con la cantidad de fármacos que solemos tomar, con receta o sin ella, la mayoría de personas que nos medicamos tendremos un cierto grado de permeabilidad intestinal. ¡Para no hablar del estrés!

Otros problemas más graves pueden ser los pólipos, las hernias y el cáncer. En estos casos, además de dolor y diarreas, se suele detectar sangre en las heces.

¿Cómo saberlo?

¿Cómo saber si tu problema está en el intestino delgado? Como es una zona tan profunda y los intestinos grueso y delgado están ocupando la misma cavidad puede ser un poco difícil de averiguar. Hay varios síntomas que te pueden poner en alerta, pero siempre va a ser necesario confirmar el problema con algún tipo de análisis o prueba médica: casi siempre una ileoscopia o una exploración con cámara microscópica. También hay algunos tests de aliento y orina que pueden revelar fermentaciones, híper-permeabilidad intestinal e intolerancias.

Si tus molestias se dan al cabo de dos o tres horas después de comer y tienes gases, hinchazón y diarreas alternadas con estreñimiento, es fácil que el foco del problema esté ahí, en tu intestino delgado.

Con las tres entradas sobre el intestino delgado he querido resumir mucha información, explicada de forma  elemental. Más adelante iré ampliando algunos temas. Por ahora, ¿te suena algo de todo esto? ¿Reconoces alguna situación de riesgo en tu caso? ¿Te haces una idea de lo que puede estar pasando en tu intestino delgado?

Si tus síntomas persisten en el tiempo, no juegues más con tu salud. Vete al médico, pide que te hagan pruebas y sal de dudas cuanto antes.

viernes, 3 de marzo de 2017

Entrevista en "Voces Amigas", de Radio Toledo

¡Una conversación de lo más agradable! Aquí la podéis escuchar o descargar el podcast.
No somos solamente lo que comemos. El cómo comemos es fundamental. Dónde, con quién...
La actitud repercute en la salud.
Aquí explico cómo nació este libro y comparto algunas de las claves de mi proceso de curación.
Gracias a Patricia y a RTVD por ofrecerme esta ventana abierta a sus oyentes.

miércoles, 1 de marzo de 2017

El intestino delgado - 2

Problema número tres: intestino permeable

Este es un problema que está siendo muy investigado y cada vez es más conocido. Con todo, hay médicos que todavía lo ignoran y lo niegan. Dicen que el intestino, ¡claro que tiene que ser permeable! Es un filtro... Sí, pero el filtro debe estar en buenas condiciones. No puede estar demasiado obstruido ni tener rasgaduras o poros demasiado grandes. Si es así, una de dos: o no dejará pasar los nutrientes a la sangre o dejará pasar, además de nutrientes, elementos indeseados, provocando inflamación y una respuesta inmune.

Hay sustancias que dañan el intestino y lo hacen híper-permeable. Los primeros agresores son los fármacos (algunos antibióticos y antiinflamatorios no esteroideos). Después vienen ciertos alimentos. Según la sensibilidad de cada persona, los principales son: el gluten (proteína del trigo y de todos los cereales, salvo el maíz y el arroz), la caseína de la leche, las lectinas presentes en muchos cereales y legumbres, la proteína de los huevos en algunos casos, la soja y otros alimentos de cultivo transgénico, como el maíz. Otras causas de permeabilidad intestinal son los tóxicos ambientales (químicos, pesticidas, contaminación, intoxicación por amalgamas dentales con mercurio), infecciones y enfermedades inflamatorias del intestino, el consumo de alcohol, traumatismos y accidentes.

El intestino permeable es fuente de mil problemas. Aparte de molestias digestivas (dolor, gases, inflamación), puede provocar, a largo plazo, trastornos autoinmunes. El sistema inmunitario es nuestro ejército defensor: rechaza las partículas indeseables que llegan a la sangre. Si este rechazo se produce de forma habitual (a diario y varias veces) nuestras defensas caen o se vuelven locas. Las células asesinas del sistema inmune terminan por atacar todo lo que se parezca al agresor (casi siempre proteínas). Por ejemplo, pueden atacar las células de nuestro páncreas, y tendremos diabetes tipo I; o las células de la tiroides, y tendremos síndromes como el de Graves o de Hashimoto; o las células de la piel, y aparecerán lupus, psoriasis o eczemas; o los huesos, y tendremos una artritis reumatoide; o las del cerebro... y de ahí salen el Parkinson y otros problemas neurodegenerativos. Enfermedades temibles como la esclerosis múltiple también tienen su origen en el intestino.

Muchas personas sufren enfermedades autoinmunes y no las relacionan con su origen: la hiper-permeabilidad intestinal. Lo triste es que muchos médicos también lo ignoran y van dando palos de ciego, mientras el paciente pasa años sin mejorar y perdiendo su energía, su salud y sus esperanzas.

Problema número cuatro: infecciones

También puede darse una infección del intestino delgado. Ya sabemos que hay bacterias por todo el tracto intestinal, y hasta cierto punto es normal. El problema es cuando en el intestino delgado hay más bacterias de la cuenta, y de alguna raza o cepa agresiva y dañina. Entonces se da lo que algunos médicos llaman SIBO (siglas en inglés de “proliferación bacteriana intestinal”). Una infección en el intestino delgado ataca el tejido velloso y produce hiper-permeabilidad, inflamación, gases, putrefacciones del alimento, dolor... En fin, es la guerra: da infinidad de molestias y problemas. Y pide una solución rápida si no queremos que el problema se complique. Porque las bacterias se mueven, y lo que pasa por el intestino delgado acabará en la sangre, y en el colon.

El intestino delgado también puede verse invadido por las bacterias del cólera, por hongos o parásitos como la tenia.

Problema número cinco: enfermedad inflamatoria

El tejido velloso del intestino puede estar gravemente deteriorado e inflamado. Ese fino terciopelo está como una alfombra arrasada, con poros y rasgaduras. Es lo que se llama atrofia villosa. Los microvellos han perdido su forma sana y ya no cumplen bien su función de filtro-puerta. Esto sucede en la enfermedad de Crohn. La persona no digiere bien, no asimila los nutrientes y sufre dolores, gases, hinchazón y diarreas tremendas. A veces las molestias son tan fuertes que se requiere un tratamiento con fármacos potentes, e incluso un ingreso hospitalario para controlar la crisis.

domingo, 19 de febrero de 2017

Paso a paso: el intestino delgado - 1

Llegamos a la madre del cordero. El intestino delgado es lo más profundo de nuestras entrañas, ahí se cuecen buena parte de los problemas.

Para situarnos un poco, el intestino delgado es un tubo de unos 6 metros de largo formado por un tejido finísimo, protegido por una mucosa y fruncido en miles de pequeños salientes llamados vellosidades. A su vez, cada vellosidad está formada por unos cuantos microvellos, que son como las hebras de un cepillo o terciopelo y contienen fibras de proteínas que permiten el paso de las sustancias nutritivas hacia la sangre. La superficie total de absorción del intestino delgado es de unos 330 metros cuadrados, ¡una cancha de tenis! Todo esto lo tenemos bien enrolladito en nuestra cavidad abdominal. Tiene tres tramos: el duodeno, el yeyuno y el íleon.

Veamos la situación ideal: si el alimento ha sido bien procesado en la boca y desmenuzado en el estómago, la papilla que llega al intestino delgado está casi lista para ser asimilada. En el intestino delgado tienen lugar tres funciones indispensables.

La primera: se terminan de digerir las grasas con la bilis y los jugos pancreáticos. Además, la bilis y estos jugos bajan la acidez de la papilla estomacal, que podría corroer el intestino.

Segunda función: hacer de puerta. Los microvellos actúan de filtro y dejan pasar los nutrientes al torrente sanguíneo. De la sangre pasarán al hígado, donde se filtrarán posibles tóxicos, y de allí a las células del cuerpo. Por tanto, en el intestino delgado tiene lugar la asimilación de los nutrientes. De su buen funcionamiento depende que estemos bien alimentados.

Tercera función: hacer de barrera. Las vellosidades intestinales sanas, igual que dejan pasar los nutrientes, detienen lo que no debe pasar a la sangre. ¿Qué no debe pasar? Proteínas indigeribles no desmenuzadas, bacterias, hongos, tóxicos... 

Lo que no es filtrado a la sangre es empujado, mediante los movimientos peristálticos, hacia el colon, donde tendrán lugar otros interesantes procesos. Ya hablaremos de ellos.

Bien, este es el panorama ideal. Si digerimos bien, todo este proceso lo haremos felizmente, sin enterarnos y sin molestias, en unas dos o tres horas. Pero... ¿qué ocurre si el intestino delgado no está en buenas condiciones?

Problema número uno: la bilis y la vesícula


Podemos tener el hígado vago, congestionado, cansado, graso, enfermo... con lo que la secreción de bilis será deficiente. La vesícula también puede estar inflamada. Si no llega la cantidad correcta de bilis al intestino, no se terminará bien la digestión de las grasas. Y si además la papilla que llega del estómago no está bien digerida, el hígado y la vesícula tendrán más faena. Si no cumplen bien su cometido, la papilla no se digerirá bien y el filtro intestinal se las verá con comida que no puede procesar, o que irrita los vellos y los rasga, dejando pasar a la sangre partículas grandes sin digerir, que van a disparar la alarma del sistema inmune. ¡Comenzaron los problemas!

Problema número dos: el páncreas


Si comemos demasiados azúcares y grasas de forma regular, el páncreas se va a agotar y deteriorar. ¿Por qué? Porque el páncreas segrega la insulina, encargada de distribuir tanto los azúcares como las grasas. Además, otros jugos pancreáticos responsables de terminar de digerir los lípidos y los carbohidratos serán necesarios en mayor cantidad. Como todo órgano, si el páncreas pasa años a marchas forzadas, se inflamará y segregará pocos jugos. Esto no ayuda a la digestión.

Si, además, el páncreas está enfermo por diabetes, ¡peor aún!

Continuará.

viernes, 10 de febrero de 2017

Entrevista en El Canto del Grillo

El pasado día 2 me entrevistaron en el popular programa de RNE «El Canto del Grillo». Si queréis escucharla, aquí la tenéis.
Como suele ocurrir en el directo, cuando terminas un programa siempre queda la impresión de que quizás pudiste decir algo más acertado. El presentador, Chema, estuvo muy simpático y me hizo varias preguntas muy oportunas. Dos de ellas me dejaron pensativa y con ganas de haber podido transmitir algo más. Así que las voy a desarrollar en dos próximas entradas del blog. Una es sobre la leche y los lácteos. La otra, sobre el deporteComing soon!