miércoles, 1 de marzo de 2017

El intestino delgado - 2

Problema número tres: intestino permeable

Este es un problema que está siendo muy investigado y cada vez es más conocido. Con todo, hay médicos que todavía lo ignoran y lo niegan. Dicen que el intestino, ¡claro que tiene que ser permeable! Es un filtro... Sí, pero el filtro debe estar en buenas condiciones. No puede estar demasiado obstruido ni tener rasgaduras o poros demasiado grandes. Si es así, una de dos: o no dejará pasar los nutrientes a la sangre o dejará pasar, además de nutrientes, elementos indeseados, provocando inflamación y una respuesta inmune.

Hay sustancias que dañan el intestino y lo hacen híper-permeable. Los primeros agresores son los fármacos (algunos antibióticos y antiinflamatorios no esteroideos). Después vienen ciertos alimentos. Según la sensibilidad de cada persona, los principales son: el gluten (proteína del trigo y de todos los cereales, salvo el maíz y el arroz), la caseína de la leche, las lectinas presentes en muchos cereales y legumbres, la proteína de los huevos en algunos casos, la soja y otros alimentos de cultivo transgénico, como el maíz. Otras causas de permeabilidad intestinal son los tóxicos ambientales (químicos, pesticidas, contaminación, intoxicación por amalgamas dentales con mercurio), infecciones y enfermedades inflamatorias del intestino, el consumo de alcohol, traumatismos y accidentes.

El intestino permeable es fuente de mil problemas. Aparte de molestias digestivas (dolor, gases, inflamación), puede provocar, a largo plazo, trastornos autoinmunes. El sistema inmunitario es nuestro ejército defensor: rechaza las partículas indeseables que llegan a la sangre. Si este rechazo se produce de forma habitual (a diario y varias veces) nuestras defensas caen o se vuelven locas. Las células asesinas del sistema inmune terminan por atacar todo lo que se parezca al agresor (casi siempre proteínas). Por ejemplo, pueden atacar las células de nuestro páncreas, y tendremos diabetes tipo I; o las células de la tiroides, y tendremos síndromes como el de Graves o de Hashimoto; o las células de la piel, y aparecerán lupus, psoriasis o eczemas; o los huesos, y tendremos una artritis reumatoide; o las del cerebro... y de ahí salen el Parkinson y otros problemas neurodegenerativos. Enfermedades temibles como la esclerosis múltiple también tienen su origen en el intestino.

Muchas personas sufren enfermedades autoinmunes y no las relacionan con su origen: la hiper-permeabilidad intestinal. Lo triste es que muchos médicos también lo ignoran y van dando palos de ciego, mientras el paciente pasa años sin mejorar y perdiendo su energía, su salud y sus esperanzas.

Problema número cuatro: infecciones

También puede darse una infección del intestino delgado. Ya sabemos que hay bacterias por todo el tracto intestinal, y hasta cierto punto es normal. El problema es cuando en el intestino delgado hay más bacterias de la cuenta, y de alguna raza o cepa agresiva y dañina. Entonces se da lo que algunos médicos llaman SIBO (siglas en inglés de “proliferación bacteriana intestinal”). Una infección en el intestino delgado ataca el tejido velloso y produce hiper-permeabilidad, inflamación, gases, putrefacciones del alimento, dolor... En fin, es la guerra: da infinidad de molestias y problemas. Y pide una solución rápida si no queremos que el problema se complique. Porque las bacterias se mueven, y lo que pasa por el intestino delgado acabará en la sangre, y en el colon.

El intestino delgado también puede verse invadido por las bacterias del cólera, por hongos o parásitos como la tenia.

Problema número cinco: enfermedad inflamatoria

El tejido velloso del intestino puede estar gravemente deteriorado e inflamado. Ese fino terciopelo está como una alfombra arrasada, con poros y rasgaduras. Es lo que se llama atrofia villosa. Los microvellos han perdido su forma sana y ya no cumplen bien su función de filtro-puerta. Esto sucede en la enfermedad de Crohn. La persona no digiere bien, no asimila los nutrientes y sufre dolores, gases, hinchazón y diarreas tremendas. A veces las molestias son tan fuertes que se requiere un tratamiento con fármacos potentes, e incluso un ingreso hospitalario para controlar la crisis.

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