domingo, 19 de febrero de 2017

Paso a paso: el intestino delgado - 1

Llegamos a la madre del cordero. El intestino delgado es lo más profundo de nuestras entrañas, ahí se cuecen buena parte de los problemas.

Para situarnos un poco, el intestino delgado es un tubo de unos 6 metros de largo formado por un tejido finísimo, protegido por una mucosa y fruncido en miles de pequeños salientes llamados vellosidades. A su vez, cada vellosidad está formada por unos cuantos microvellos, que son como las hebras de un cepillo o terciopelo y contienen fibras de proteínas que permiten el paso de las sustancias nutritivas hacia la sangre. La superficie total de absorción del intestino delgado es de unos 330 metros cuadrados, ¡una cancha de tenis! Todo esto lo tenemos bien enrolladito en nuestra cavidad abdominal. Tiene tres tramos: el duodeno, el yeyuno y el íleon.

Veamos la situación ideal: si el alimento ha sido bien procesado en la boca y desmenuzado en el estómago, la papilla que llega al intestino delgado está casi lista para ser asimilada. En el intestino delgado tienen lugar tres funciones indispensables.

La primera: se terminan de digerir las grasas con la bilis y los jugos pancreáticos. Además, la bilis y estos jugos bajan la acidez de la papilla estomacal, que podría corroer el intestino.

Segunda función: hacer de puerta. Los microvellos actúan de filtro y dejan pasar los nutrientes al torrente sanguíneo. De la sangre pasarán al hígado, donde se filtrarán posibles tóxicos, y de allí a las células del cuerpo. Por tanto, en el intestino delgado tiene lugar la asimilación de los nutrientes. De su buen funcionamiento depende que estemos bien alimentados.

Tercera función: hacer de barrera. Las vellosidades intestinales sanas, igual que dejan pasar los nutrientes, detienen lo que no debe pasar a la sangre. ¿Qué no debe pasar? Proteínas indigeribles no desmenuzadas, bacterias, hongos, tóxicos... 

Lo que no es filtrado a la sangre es empujado, mediante los movimientos peristálticos, hacia el colon, donde tendrán lugar otros interesantes procesos. Ya hablaremos de ellos.

Bien, este es el panorama ideal. Si digerimos bien, todo este proceso lo haremos felizmente, sin enterarnos y sin molestias, en unas dos o tres horas. Pero... ¿qué ocurre si el intestino delgado no está en buenas condiciones?

Problema número uno: la bilis y la vesícula


Podemos tener el hígado vago, congestionado, cansado, graso, enfermo... con lo que la secreción de bilis será deficiente. La vesícula también puede estar inflamada. Si no llega la cantidad correcta de bilis al intestino, no se terminará bien la digestión de las grasas. Y si además la papilla que llega del estómago no está bien digerida, el hígado y la vesícula tendrán más faena. Si no cumplen bien su cometido, la papilla no se digerirá bien y el filtro intestinal se las verá con comida que no puede procesar, o que irrita los vellos y los rasga, dejando pasar a la sangre partículas grandes sin digerir, que van a disparar la alarma del sistema inmune. ¡Comenzaron los problemas!

Problema número dos: el páncreas


Si comemos demasiados azúcares y grasas de forma regular, el páncreas se va a agotar y deteriorar. ¿Por qué? Porque el páncreas segrega la insulina, encargada de distribuir tanto los azúcares como las grasas. Además, otros jugos pancreáticos responsables de terminar de digerir los lípidos y los carbohidratos serán necesarios en mayor cantidad. Como todo órgano, si el páncreas pasa años a marchas forzadas, se inflamará y segregará pocos jugos. Esto no ayuda a la digestión.

Si, además, el páncreas está enfermo por diabetes, ¡peor aún!

Continuará.

viernes, 10 de febrero de 2017

Entrevista en El Canto del Grillo

El pasado día 2 me entrevistaron en el popular programa de RNE «El Canto del Grillo». Si queréis escucharla, aquí la tenéis.
Como suele ocurrir en el directo, cuando terminas un programa siempre queda la impresión de que quizás pudiste decir algo más acertado. El presentador, Chema, estuvo muy simpático y me hizo varias preguntas muy oportunas. Dos de ellas me dejaron pensativa y con ganas de haber podido transmitir algo más. Así que las voy a desarrollar en dos próximas entradas del blog. Una es sobre la leche y los lácteos. La otra, sobre el deporteComing soon!

sábado, 28 de enero de 2017

Paso a paso: el estómago

El estómago segrega jugos y enzimas digestivas que descomponen el alimento en componentes sencillos ―grasas, azúcares, aminoácidos―. Sobre todo en el estómago se digieren las proteínas. Los jugos son muy, muy ácidos, por eso el estómago se protege de sí mismo con una capa mucosa que lo reviste por dentro.

¿Qué puede pasar en el estómago? Como en la boca, lo que nos interesa aquí son dos cosas: qué entra, cómo entra y el estado del órgano en sí.

Qué entra y cómo


Puede suceder que la comida ya llegue en malas condiciones: mal masticada, mal ensalivada y con bocanadas de aire. Si la comida llega así, el estómago tendrá que segregar más jugos, habrá más ácido y esto puede provocar un reflujo hacia el esófago, que nos provocará el conocido ardor.

Si comemos demasiado, ocurrirá lo mismo. Olla demasiado llena, olla que derrama un poco, es de lógica.

Si comemos demasiada proteína y demasiada grasa, sucederá lo mismo. Más adelante ya os comentaré. Yo me libré del ardor de estómago, definitivamente, cuando eliminé los aceites de mi dieta ―y a muchas personas les ha sucedido lo mismo―. Un exceso de azúcares refinados es igualmente irritante.

Las mezclas de ciertas comidas también son explosivas. Grasas con azúcares: mal. Grasas con proteínas: peor. Azúcares refinados van mal con todo. Lo mejor es comer cosas simples en cantidades moderadas. Las verduras combinan casi con todo y las frutas deberían tomarse solas (hablaremos de combinaciones en otra entrada).

No todo sienta bien a todo el mundo. Cuando llevas años con problemas digestivos lo normal sería conocerte un poco. ¿Qué te causa problemas? ¿Son algunas mezclas? Algunos alimentos pueden ser irritantes para estómagos delicados. Toma nota de los más frecuentes, puede ser tu caso: alcohol, chocolate, café, especias y condimentos picantes, cebolla, ajo, cítricos y dulces ―bollería y pasteles―.

Houston, tenemos un problema...


Tu estómago puede tener otros problemas. Si tienes cierta edad, puede ser que te falten ácidos y enzimas digestivas ―con los años se pierde capacidad para producirlas―. Esta carencia de enzimas puede verse agravada por carencias nutricionales, de sodio, por ejemplo, o de otros minerales y de algunas vitaminas, como las del grupo B. Si te faltan enzimas no vas a digerir bien y los síntomas se parecerán mucho al ardor: te parecerá que tienes mucho ácido y es lo contrario, así que tomar antiácidos no hace más que arruinar por completo tu digestión, aunque la sensación sea de alivio. La papilla que pasa de tu estómago al intestino será un completo desastre.

Puedes tener una infección o proliferación de bacterias, como las famosas Helicobacter pylori. La mitad de la población las tiene, y no dan problemas. Los dan si son demasiadas y hay alguna sensibilidad o daño en el sistema digestivo. Por ejemplo, yo tuve esta infección y cuando la eliminé mejoré bastante. El problema es que las bacterias suelen volver... Para exterminarlas se usa una triple terapia de antibióticos que devasta la flora intestinal, causando otros problemas. Con lo cual no sé si el remedio es peor que la enfermedad. Hay terapias naturales efectivas con aceites esenciales, arcilla y hierbas. Son más lentas y piden voluntad y acompañarse de una dieta sana, pero a la larga son mejores y enseñan al paciente a comer mejor. Los médicos conscientes deberían explorarlas ―algunos ya lo hacen―. Si el paciente no corre peligro es mejor resolver el problema sin recurrir a la bomba de antibióticos.

Las emociones


Pero el estómago no sólo es un saquito de ácidos. Es la olla de nuestra comida y está conectado con el resto del sistema digestivo... ¡y con el resto del cuerpo! ¿Qué ocurre cuando estamos estresados, apurados, con miedo o ansiedad? Pues que el estómago se resiente (más adelante explicaré por qué). Se vuelve vago, segrega menos jugos, se mueve menos y no digiere bien. ¡Alerta a las emociones y a tu tren de vida! No es por casualidad que la acidez estomacal afecte a tantos ejecutivos y personas hiperocupadas. A veces basta un cambio de vida, adoptar un ritmo diferente y aprender a relajarnos para mejorar de manera espectacular nuestras digestiones.

¿Te ha sucedido que, cuando te vas de viaje o de vacaciones, tus digestiones mejoran como por arte de magia? ¿Qué ocurre aquí?

martes, 24 de enero de 2017

Paso a paso: la boca

Vamos a examinar los lugares de nuestro cuerpo donde se producen síntomas de malestar digestivo. Empecemos por el primero. No, no vamos directos a la barriga... El primer escenario del crimen es ¡la boca!

El escenario ideal es una boca limpia, sana, sin mal olor, con los dientes fuertes y enteros, las encías y la lengua rosadas, sin llagas y con una saliva abundante, transparente y fluida. Por desgracia, muchas bocas no presentan este panorama.

¿Cómo está tu boca? ¿Tus dientes? ¿Tu lengua? ¿Tu saliva? ¿A qué huele tu aliento?

Por la boca entra todo. Además del estado de la cavidad bucal, aquí nos importan mucho tres cosas: qué entra, cómo entra y cómo sale hacia el estómago.

Lo primero es vigilar si estamos comiendo lo adecuado, y si la comida está en buen estado, bien cocinada o preparada. Comer conscientes nos ayudará a saber si eso que nos llevamos a la boca nos sentará bien o no. Todo empieza ahí, y se trata de una decisión personal y una cuestión de voluntad. ¿Elijo bien lo que voy a comer? Si es sano y de calidad, ¿está bien hecho? Si es crudo, ¿podré digerirlo bien?

Luego llega algo que casi siempre se nos pasa por alto. Vamos siempre tan aprisa que no comemos, devoramos. Engullimos y tragamos casi sin masticar y ensalivando muy poco. ¿Para qué tenemos ese perfecto aliño, la saliva? ¿Para qué nos sirve esa magnífica cubertería que son los dientes y esas batidoras que son las muelas? Cada bocado que sale de la garganta hacia el estómago debería ser una cremita bien homogénea, y no un grumo irregular a medio mascar. La digestión empieza en la boca. La saliva digiere los azúcares y prepara al estómago para que segregue jugos. Si no damos tiempo a las glándulas salivares a que hagan su trabajo, el estómago tendrá el doble de faena.

Además, masticar y ensalivar bien proporciona placer. Te hará saborear mucho mejor la comida y apreciar todos los matices y aromas del alimento. Quienes han logrado comer conscientemente, masticando cada bocado con calma unas veinte o treinta veces dicen que la experiencia es imborrable y vale la pena. ¡Para algunos se convierte en una especie de deliciosa meditación!

¿Tienes problemas dentales? ¿Te duelen o sangran las encías? Quizás tengas que empezar por aquí. ¿Puedes masticar adecuadamente la comida? ¿Evitas ciertos alimentos para no tener que masticar duro? Plantéate una visita al dentista.

Si quieres empezar a digerir bien, empieza por la boca. Mastica al menos veinte veces, mejor treinta, y ensaliva. Come con calma, sin hablar mucho ―se traga aire y esto complica las cosas―. Come consciente. Disfruta. Puede que solo esto ya mejore notablemente tus digestiones. ¡Empieza ya! 

lunes, 23 de enero de 2017

Digerir la vida, ya en librerías

Lo encontrarás en todas las librerías un poco grandes, La Casa del Libro, El Corte Inglés... y cómo no, en Amazon.

Esta es la reseña en Plataforma Editorial, un gran sello y una empresa donde se trabaja con valores. Me ha gustado mucho poder publicar mi libro con ellos.

Si conoces a personas con problemas digestivos o tú mismo estás interesado en el tema, puede ser un buen regalo. Está escrito en un lenguaje muy claro y directo y se lee en un "plis-plas"... Aunque no sea el libro de un "experto" en el tema (sí lo soy, como paciente), ofrezco muchos recursos y pistas para buscar información y terapias que te pueden ayudar.

Si lo lees y deseas opinar, espero tus comentarios. ¡Gracias!

viernes, 20 de enero de 2017

Jugando a detectives

Pues sí, hay que jugar un poco. Tómatelo con humor... ¡y con paciencia! Si tienes un problema con tus digestiones y los médicos no saben qué tienes o no encuentran remedio fácil, más vale que tomes las riendas y decidas investigar un poco.

¿Por qué tengo malas digestiones? ¿Dónde se esconde el «asesino escondido»?

Bueno, lo primero que hace un buen detective es examinar con suma atención el lugar del crimen. ¿Dónde te duele? ¿Es el estómago? ¿El intestino?

Luego, busca pistas. Explora y define los síntomas: ¿ardor?, ¿reflujo?, ¿gases?, ¿náuseas?, ¿sensación de plenitud al cabo de unas horas de comer?, ¿hinchazón en el bajo vientre?, ¿dolores y retortijones de tripa?, ¿dolor al evacuar?, ¿estreñimiento?, ¿diarrea? ¿Varios síntomas juntos o alternados? ¿Todo a la vez?

Define el escenario. Vamos a ir por partes. De arriba abajo recorreremos los siguientes lugares: boca, esófago, estómago, intestino delgado e intestino grueso. Con las salas de laboratorio anexas ―importantísimas―: hígado, bazo, páncreas.

¿Dónde está el problema? O ¿dónde lo sientes? Anota. Y después tendrás que darle un poco de sentido a ese montón de síntomas que te amargan la vida. Te darás cuenta, como buen detective, de que todo está relacionado...

¡Ahora toca investigar! Necesitas conocer cómo es tu cuerpo y cómo funciona. Mi propuesta hoy es: hazte un experto en sistema digestivo. Explora tu terreno. Es un tema apasionante, ya lo verás.

Mira la sección de libros de mi página, encontrarás más de uno que te ayudarán en este viaje de descubrimiento. Por ejemplo, Inteligencia Digestiva de Irina Matveikova o La digestión es la cuestión, de Giulia Enders. Si dominas el inglés, Digestive Tune-Up del Dr. McDougall es una excelente y amena introducción para saber cómo funciona tu sistema digestivo, tramo a tramo, y qué puedes comer para mejorar tus digestiones. Por supuesto, en Internet encontrarás toda la información, imágenes y vídeos que quieras.


En la próxima entrada ¡comenzaremos el juego!

miércoles, 11 de enero de 2017

El principio 80 / 20

Este principio forma parte de la alimentación energética que se cultiva en las medicinas orientales, sumándole los conocimientos que la física y la química moderna han aportado a la ciencia nutricional.

¿De qué se trata? De comer un 80 % de alimentos alcalinos y un 20 % de alimentos ácidos. Pero ¿qué es ácido y qué es alcalino? Bueno, esto es una pequeña lección de química.

Una sustancia ácida es la que tiene mucha capacidad para absorber hidrógeno, que es el elemento más simple que existe, en química. Una sustancia alcalina tiene menos capacidad para absorber hidrógeno. El potencial de absorción de hidrógeno es el famoso “ph”. La escala de ph se mide de 0 a 14. De 7 a 0 se considera que una sustancia es ácida. Más de 7, es alcalina. Nuestro cuerpo tiene un ph de 7,4, es decir, más o menos neutro. Algunas partes del cuerpo son más ácidas, como el estómago, cuyo ph es de 3,5. Otras son más alcalinas. La sangre debe mantenerse en un ph de 7,4. Si cambia este ph nos morimos. Por eso el cuerpo tiene que hacer un esfuerzo constante por mantener el equilibrio químico, de lo contrario enfermaríamos. Este esfuerzo se minimiza si comemos lo adecuado.

¿Cómo se traduce esto a la práctica?

Estos son los criterios para ayudar a nuestro cuerpo a estar sano y con un ph equilibrado.

  • Toma un 80 % de alimentos alcalinos: verduras, frutas, miso, miel, sal, semillas.
  • Toma hasta un 20 % de alimentos ácidos: cereales, productos animales (carne, pescado, huevos), azúcar, bebidas y alcohol.
  • Come despacio, con calma, masticando y ensalivando bien.
  • Come con frugalidad. Levántate de la mesa con la impresión de que te apetecería comer algo más. No atiborrarse es un respiro para tu sistema digestivo y tu energía.
  • De tanto en tanto practica el ayuno. Puede ser un día a la semana o un fin de semana al mes. Durante ese día, bebe sólo agua, jugos naturales de fruta o caldos vegetales recién hechos. También hay semiayunos de fruta: tomar solo un tipo de fruta (del tiempo) durante todo el día. El ayuno permite un lavado y reciclaje total del sistema digestivo y el organismo. Al no gastar energía en la digestión, lejos de sentirte cansado te vas a sentir muy vivaz y despierto, lleno de energía.
  • Toma alimentos frescos, crudos y algunos fermentados naturales (yogur, kéfir, chukrut, tofu y otras verduras fermentadas). Los fermentados con moderación.
  • Los alimentos crudos tienen mucha energía y son los únicos que poseen las enzimas que necesitamos. Si los digieres bien, toma al menos una buena ensalada a diario, y algunas frutas en ayunas y fuera de las comidas.


El menú ideal


Esto es un ejemplo de comida ideal, tomado de la comida china. Puedes adoptar las variantes que quieras. Coge tu bandeja y pon en ella tu menú:

  • 1 bol de arroz. Mejor integral y ecológico. Puedes sustituir el arroz por otro grano o por féculas (patata, boniato, yuca, quinoa, trigo sarraceno).
  • 1 bol de hortalizas (zanahoria, calabaza, calabacín, remolacha, judía verde, espárragos, pimiento, cebolla, tomate, col, brócoli...)
  • 1 bol de hojas verdes y/o de colores (lechuga, acelga, espinaca, berza, escarola...).
  • ½ bol de proteína (legumbre, carne o pescado).
  • ¼ bol de semillas (pipas de girasol, calabaza, sésamo, lino, almendra, chía...) o salsa natural.