Vamos a examinar los lugares de nuestro cuerpo
donde se producen síntomas de malestar digestivo. Empecemos por el primero. No,
no vamos directos a la barriga... El primer escenario del crimen es ¡la boca!
El escenario ideal es una boca limpia, sana,
sin mal olor, con los dientes fuertes y enteros, las encías y la lengua
rosadas, sin llagas y con una saliva abundante, transparente y fluida. Por
desgracia, muchas bocas no presentan este panorama.
¿Cómo está tu boca? ¿Tus dientes? ¿Tu lengua?
¿Tu saliva? ¿A qué huele tu aliento?
Por la boca entra todo. Además del estado de
la cavidad bucal, aquí nos importan mucho tres cosas: qué entra, cómo entra y
cómo sale hacia el estómago.
Lo primero es vigilar si estamos comiendo lo
adecuado, y si la comida está en buen estado, bien cocinada o preparada. Comer
conscientes nos ayudará a saber si eso que nos llevamos a la boca nos sentará
bien o no. Todo empieza ahí, y se trata de una decisión personal y una cuestión
de voluntad. ¿Elijo bien lo que voy a comer? Si es sano y de calidad, ¿está
bien hecho? Si es crudo, ¿podré digerirlo bien?
Luego llega algo que casi siempre se nos pasa
por alto. Vamos siempre tan aprisa que no comemos, devoramos. Engullimos y
tragamos casi sin masticar y ensalivando muy poco. ¿Para qué tenemos ese
perfecto aliño, la saliva? ¿Para qué nos sirve esa magnífica cubertería que son
los dientes y esas batidoras que son las muelas? Cada bocado que sale de la
garganta hacia el estómago debería ser una cremita bien homogénea, y no un
grumo irregular a medio mascar. La digestión empieza en la boca. La saliva
digiere los azúcares y prepara al estómago para que segregue jugos. Si no damos
tiempo a las glándulas salivares a que hagan su trabajo, el estómago tendrá el
doble de faena.
Además, masticar y ensalivar bien proporciona
placer. Te hará saborear mucho mejor la comida y apreciar todos los matices y
aromas del alimento. Quienes han logrado comer conscientemente, masticando cada
bocado con calma unas veinte o treinta veces dicen que la experiencia es
imborrable y vale la pena. ¡Para algunos se convierte en una especie de
deliciosa meditación!
¿Tienes problemas dentales? ¿Te duelen o
sangran las encías? Quizás tengas que empezar por aquí. ¿Puedes masticar
adecuadamente la comida? ¿Evitas ciertos alimentos para no tener que masticar
duro? Plantéate una visita al dentista.
Si quieres empezar a digerir bien, empieza por
la boca. Mastica al menos veinte veces, mejor treinta, y ensaliva. Come con
calma, sin hablar mucho ―se traga aire y esto complica las cosas―. Come
consciente. Disfruta. Puede que solo esto ya mejore notablemente tus
digestiones. ¡Empieza ya!
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