miércoles, 26 de abril de 2017

Paso a paso: lo que sale del intestino

Un buen detective no deja de observar y estudiar las huellas del crimen. En el caso de las digestiones, una huella muy evidente son las heces.

Son el producto final de todo el proceso digestivo. Si es importante estudiar lo que entra en la boca, también lo será comprobar qué sale por el ano.

Los análisis de heces son una prueba médica que aporta muchísima información sobre el estado de nuestro colon. Pero como nuestra fauna interna todavía se está estudiando, y sabemos relativamente poco de ella, aún queda camino para poder descifrar todos los datos que nos aporta nuestro popó. Lo que sí muestra claramente es si hay suficiente variedad de bacterias y en qué proporciones se encuentran. Un análisis de heces delata si hay disbiosis, proliferación de algún tipo de bicho o falta de otro, presencia de sangre y trozos de alimento no digerido, grado de acidez, etc.

Si tienes problemas digestivos crónicos una buena manera de esclarecer qué pasa es que el médico te ordene un análisis lo más completo posible de tus heces.

Pero antes, tú mismo ya puedes autoanalizar un poco tus deposiciones y averiguar algunas cosas básicas.

Existe una escala que se ha hecho muy popular por Internet y a raíz de la publicación del libro de Giulia Enders, La digestión es la cuestión. Se llama escala de Bristol (aquí tienes un enlace con interesantes explicaciones). En las heces hay que observar su frecuencia, su textura y la facilidad con que las expulsas (rápido o no, con dolor o sin dolor, retorcijones, gases, de una vez o en varias fases...).

Lo ideal: heces del tipo 4 o 5 (o sea, churros más bien blandos pero no deshechos), una o dos veces al día, sin dolor y sin pestilencia, expulsadas con rapidez y suavidad, y que el papel de váter no quede pringado. Eso significaría un ritmo de evacuación regular y un intestino que funciona, sin obstrucciones, demoras y putrefacciones.

Sé que no es muy agradable... pero estamos investigando. Contén el aliento, abre los ojos y observa. ¿Qué te dice lo que ves en la taza del váter?

miércoles, 19 de abril de 2017

Paso a paso: el intestino grueso - 1

A estas alturas muchos de vosotros sabéis que el intestino grueso es más que un saco de heces o un tubo de expulsión de desechos. ¿Sabéis cuánto tiempo pasa la comida en el estómago? Unas dos horas, si no hay problemas. ¿Cuánto tiempo en el intestino delgado? Si las cosa van bien, otras dos horas. ¿Cuánto tiempo pasa el bolo restante en el intestino grueso? En circunstancias normales, una media de doce horas. Sí, has oído bien, doce. ¿Qué hace el bolo tanto tiempo ahí?

El intestino grueso está formado por tres tramos que forman como una U invertida: el colon, el transverso y el recto. Es el hogar de cien mil millones de seres microscópicos, una selva con más de dos mil especies, muchas de las cuales todavía se están descubriendo y cuyas funciones se desconocen. Entre ellas hay bacterias, hongos y levaduras, e incluso algunos virus.

Tenemos más bichos que células en el cuerpo: por cada célula, más de cien inquilinos con un ADN diferente al nuestro. Habréis oído quizás expresiones como esta: somos un ecosistema, una colonia de bacterias, una simbiosis de flora y fauna diversa...

Toda esa población ―llamada microbiota o microbioma― está ahí por algo. Ha evolucionado con nosotros durante cientos de miles de años y no son meros parásitos. Son nuestros compañeros ignorados y hay que cuidarlos bien.

De la paz en ese reino bacteriano depende la paz digestiva y la salud de nuestro cuerpo, así de claro. Cada vez hay más investigaciones que demuestran que nuestra condición física depende del equilibrio de este ecosistema.

Pero bueno, ¿qué hacen todos esos bichitos ahí adentro? Pues como todo ser vivo: nacer, comer, reproducirse, morir... ¡y trabajar! Nuestro intestino grueso es una tremenda fábrica de nutrientes y componentes indispensables para nuestra salud. Muchas vitaminas, ácidos grasos y neurotransmisores se producen allí. ¿Quiénes los fabrican? Las bacterias. Con qué: con lo que comen. Y lo que comen es, básicamente, ¡fibra! Mucha, mucha fibra. Aunque algunas comen otros restos, como proteínas y grasas.

Panorama ideal: una microbiota sana, pujante, variada y con un equilibrio de especies, como cualquier bosque o selva del planeta. Cuanto más variada sea la fauna, mejor. Cada bicho se nutre adecuadamente, convive pacíficamente con sus vecinos y hace su tarea.

Panorama desastroso: una microbiota devastada, con pocas especies. Unas proliferan en exceso, otras están en peligro de extinción. Unas comen demasiado y medran, otras se mueren de hambre. Las que dominan no hacen más que extenderse sin fin... Las que agonizan ya no pueden trabajar bien ni producir esos nutrientes que necesitamos. A esto se le llama disbiosis. El desequilibrio empeora y nuestra salud se va minando.

¿Cómo sabemos que hay disbiosis? Los síntomas más evidentes de la guerra intestina son claros: hinchazón, dolor, gases, evacuaciones irregulares (estreñimiento, diarrea o alternancia de ambas). A veces, incluso sangre en las heces, cuando el pobre colon ya está irritado, deforme, lleno de pólipos y heridas internas. El estadio peor sería el cáncer. Las colonoscopias con biopsia suelen ser las pruebas más indicadas para examinar el estado de nuesto intestino si se sospechan alteraciones importantes.

Pero hay otros síntomas más sutiles. Hay personas que no sufren molestias digestivas aparentemente. Pero puede ser que sufran enfermedades autoinmunes, como artritis, diabetes, soriasis o hipotiroidismo. Puede ser que padezcan carencias nutricionales, incluso trastornos psíquicos, y nadie sabe muy bien por qué. La causa muchas veces está ahí, en esa preciosa selva amenazada. La situación recuerda un poco lo que, en grande, ocurre en el planeta Tierra, ¿verdad?

¿Qué está ocurriendo en nuestro ecosistema interior?

¿Estamos dando suficiente alimento (o sea, fibra natural) a nuestras amigas las bacterias?


Seguiré hablando de esto.

martes, 18 de abril de 2017

Nuestra selva interior

Esta preciosa imagen muestra una pequeña porción de la microbiota, la flora-fauna que habita nuestro intestino grueso.

Bacterias, hongos, virus... una diversidad increíble que haría palidecer la de las junglas más vírgenes de nuestro planeta. Las primeras semillas fueron plantadas en el momento de nacer, directamente de nuestra madre. Desde entonces, han crecido con nosotros, acompañándonos en nuestras vicisitudes... ¡Tenemos todo un ecosistema interno que cuidar y proteger!

miércoles, 5 de abril de 2017

Otra entrevista en RNE Exterior

Amena y con preguntas muy variadas. Os invito a escucharla y compartirla. La encontraréis a partir del minuto 17:44.

Entrevista en el programa Artesfera (RNE Exterior), emitida el 27 de marzo pasado. 

Aquí en Facebook. Y aquí en Twitter.

miércoles, 29 de marzo de 2017

El intestino delgado - 3

Más posibles causas de malestar en el intestino delgado.

Celiaquía y sensibilidad al gluten

Cada vez son más las personas que sufren alergia o intolerancia al gluten. La alergia produce una reacción muy violenta, la intolerancia puede dar síntoma más leves, digestivos o autoinmunes, o no dar casi síntomas. En todos los casos, el elemento ofensor es el gluten, proteína presente en el trigo y en casi todos los cereales.

El gluten produce una inflamación y va destruyendo el tejido intestinal, provocando desnutrición y otros problemas. Los análisis de sangre detectan esta enfermedad, pero a veces no son suficientes. Muchas personas que no son celiacas tienen sensibilidad a otros componentes del trigo, como las gliadinas, en especial las de grupo sanguíneo 0. ¿Cómo saberlo? Deja de tomar pan, pasta y toda clase de cereales y alimentos que contenga harina durante una semana. En seguida notarás si te encuentras mejor. En algunos casos, la simple eliminación de estas proteínas resuelve el problema.

Otros problemas

El intestino delgado puede verse afectado y lesionado por otras causas: desde la toma de antibióticos hasta una situación de estrés. El estrés altera todo el sistema digestivo y el funcionamiento de los intestinos. Algunos fármacos, como el famoso Ibuprofeno, pueden provocar hiper-permeabilidad intestinal en cuestión de horas. Entre ellos se cuentan muchos antiinflamatorios no esteroideos, antidepresivos, medicamentos para el dolor, para el colesterol, la hipertensión... Ya puedes imaginar que, con la cantidad de fármacos que solemos tomar, con receta o sin ella, la mayoría de personas que nos medicamos tendremos un cierto grado de permeabilidad intestinal. ¡Para no hablar del estrés!

Otros problemas más graves pueden ser los pólipos, las hernias y el cáncer. En estos casos, además de dolor y diarreas, se suele detectar sangre en las heces.

¿Cómo saberlo?

¿Cómo saber si tu problema está en el intestino delgado? Como es una zona tan profunda y los intestinos grueso y delgado están ocupando la misma cavidad puede ser un poco difícil de averiguar. Hay varios síntomas que te pueden poner en alerta, pero siempre va a ser necesario confirmar el problema con algún tipo de análisis o prueba médica: casi siempre una ileoscopia o una exploración con cámara microscópica. También hay algunos tests de aliento y orina que pueden revelar fermentaciones, híper-permeabilidad intestinal e intolerancias.

Si tus molestias se dan al cabo de dos o tres horas después de comer y tienes gases, hinchazón y diarreas alternadas con estreñimiento, es fácil que el foco del problema esté ahí, en tu intestino delgado.

Con las tres entradas sobre el intestino delgado he querido resumir mucha información, explicada de forma  elemental. Más adelante iré ampliando algunos temas. Por ahora, ¿te suena algo de todo esto? ¿Reconoces alguna situación de riesgo en tu caso? ¿Te haces una idea de lo que puede estar pasando en tu intestino delgado?

Si tus síntomas persisten en el tiempo, no juegues más con tu salud. Vete al médico, pide que te hagan pruebas y sal de dudas cuanto antes.

viernes, 3 de marzo de 2017

Entrevista en "Voces Amigas", de Radio Toledo

¡Una conversación de lo más agradable! Aquí la podéis escuchar o descargar el podcast.
No somos solamente lo que comemos. El cómo comemos es fundamental. Dónde, con quién...
La actitud repercute en la salud.
Aquí explico cómo nació este libro y comparto algunas de las claves de mi proceso de curación.
Gracias a Patricia y a RTVD por ofrecerme esta ventana abierta a sus oyentes.

miércoles, 1 de marzo de 2017

El intestino delgado - 2

Problema número tres: intestino permeable

Este es un problema que está siendo muy investigado y cada vez es más conocido. Con todo, hay médicos que todavía lo ignoran y lo niegan. Dicen que el intestino, ¡claro que tiene que ser permeable! Es un filtro... Sí, pero el filtro debe estar en buenas condiciones. No puede estar demasiado obstruido ni tener rasgaduras o poros demasiado grandes. Si es así, una de dos: o no dejará pasar los nutrientes a la sangre o dejará pasar, además de nutrientes, elementos indeseados, provocando inflamación y una respuesta inmune.

Hay sustancias que dañan el intestino y lo hacen híper-permeable. Los primeros agresores son los fármacos (algunos antibióticos y antiinflamatorios no esteroideos). Después vienen ciertos alimentos. Según la sensibilidad de cada persona, los principales son: el gluten (proteína del trigo y de todos los cereales, salvo el maíz y el arroz), la caseína de la leche, las lectinas presentes en muchos cereales y legumbres, la proteína de los huevos en algunos casos, la soja y otros alimentos de cultivo transgénico, como el maíz. Otras causas de permeabilidad intestinal son los tóxicos ambientales (químicos, pesticidas, contaminación, intoxicación por amalgamas dentales con mercurio), infecciones y enfermedades inflamatorias del intestino, el consumo de alcohol, traumatismos y accidentes.

El intestino permeable es fuente de mil problemas. Aparte de molestias digestivas (dolor, gases, inflamación), puede provocar, a largo plazo, trastornos autoinmunes. El sistema inmunitario es nuestro ejército defensor: rechaza las partículas indeseables que llegan a la sangre. Si este rechazo se produce de forma habitual (a diario y varias veces) nuestras defensas caen o se vuelven locas. Las células asesinas del sistema inmune terminan por atacar todo lo que se parezca al agresor (casi siempre proteínas). Por ejemplo, pueden atacar las células de nuestro páncreas, y tendremos diabetes tipo I; o las células de la tiroides, y tendremos síndromes como el de Graves o de Hashimoto; o las células de la piel, y aparecerán lupus, psoriasis o eczemas; o los huesos, y tendremos una artritis reumatoide; o las del cerebro... y de ahí salen el Parkinson y otros problemas neurodegenerativos. Enfermedades temibles como la esclerosis múltiple también tienen su origen en el intestino.

Muchas personas sufren enfermedades autoinmunes y no las relacionan con su origen: la hiper-permeabilidad intestinal. Lo triste es que muchos médicos también lo ignoran y van dando palos de ciego, mientras el paciente pasa años sin mejorar y perdiendo su energía, su salud y sus esperanzas.

Problema número cuatro: infecciones

También puede darse una infección del intestino delgado. Ya sabemos que hay bacterias por todo el tracto intestinal, y hasta cierto punto es normal. El problema es cuando en el intestino delgado hay más bacterias de la cuenta, y de alguna raza o cepa agresiva y dañina. Entonces se da lo que algunos médicos llaman SIBO (siglas en inglés de “proliferación bacteriana intestinal”). Una infección en el intestino delgado ataca el tejido velloso y produce hiper-permeabilidad, inflamación, gases, putrefacciones del alimento, dolor... En fin, es la guerra: da infinidad de molestias y problemas. Y pide una solución rápida si no queremos que el problema se complique. Porque las bacterias se mueven, y lo que pasa por el intestino delgado acabará en la sangre, y en el colon.

El intestino delgado también puede verse invadido por las bacterias del cólera, por hongos o parásitos como la tenia.

Problema número cinco: enfermedad inflamatoria

El tejido velloso del intestino puede estar gravemente deteriorado e inflamado. Ese fino terciopelo está como una alfombra arrasada, con poros y rasgaduras. Es lo que se llama atrofia villosa. Los microvellos han perdido su forma sana y ya no cumplen bien su función de filtro-puerta. Esto sucede en la enfermedad de Crohn. La persona no digiere bien, no asimila los nutrientes y sufre dolores, gases, hinchazón y diarreas tremendas. A veces las molestias son tan fuertes que se requiere un tratamiento con fármacos potentes, e incluso un ingreso hospitalario para controlar la crisis.