Problema número tres: intestino permeable
Este es un problema que está siendo muy
investigado y cada vez es más conocido. Con todo, hay médicos que todavía lo
ignoran y lo niegan. Dicen que el intestino, ¡claro que tiene que ser
permeable! Es un filtro... Sí, pero el filtro debe estar en buenas condiciones.
No puede estar demasiado obstruido ni tener rasgaduras o poros demasiado
grandes. Si es así, una de dos: o no dejará pasar los nutrientes a la sangre o
dejará pasar, además de nutrientes, elementos indeseados, provocando
inflamación y una respuesta inmune.
Hay sustancias que dañan el intestino y lo
hacen híper-permeable. Los primeros agresores son los fármacos (algunos antibióticos y antiinflamatorios no esteroideos). Después vienen ciertos alimentos. Según la sensibilidad de cada persona, los principales son: el gluten (proteína
del trigo y de todos los cereales, salvo el maíz y el arroz), la caseína de la leche, las lectinas presentes en muchos cereales y
legumbres, la proteína de los huevos
en algunos casos, la soja y otros alimentos de cultivo transgénico, como el maíz. Otras causas de permeabilidad intestinal son los tóxicos ambientales (químicos, pesticidas, contaminación, intoxicación por amalgamas dentales con mercurio), infecciones y enfermedades inflamatorias del intestino, el consumo de alcohol, traumatismos y accidentes.
El intestino permeable es fuente de mil
problemas. Aparte de molestias digestivas (dolor, gases, inflamación), puede
provocar, a largo plazo, trastornos
autoinmunes. El sistema inmunitario es nuestro ejército defensor: rechaza
las partículas indeseables que llegan a la sangre. Si este rechazo se produce
de forma habitual (a diario y varias veces) nuestras defensas caen o se vuelven
locas. Las células asesinas del sistema inmune terminan por atacar todo lo que
se parezca al agresor (casi siempre proteínas). Por ejemplo, pueden atacar las
células de nuestro páncreas, y
tendremos diabetes tipo I; o las células de la tiroides, y tendremos síndromes
como el de Graves o de Hashimoto; o las células de la piel, y aparecerán lupus,
psoriasis o eczemas; o los huesos, y tendremos una artritis reumatoide; o las
del cerebro... y de ahí salen el Parkinson y otros problemas
neurodegenerativos. Enfermedades temibles como la esclerosis múltiple también
tienen su origen en el intestino.
Muchas personas sufren enfermedades
autoinmunes y no las relacionan con su origen: la hiper-permeabilidad
intestinal. Lo triste es que muchos médicos también lo ignoran y van dando
palos de ciego, mientras el paciente pasa años sin mejorar y perdiendo su
energía, su salud y sus esperanzas.
Problema número cuatro: infecciones
También puede darse una infección del
intestino delgado. Ya sabemos que hay bacterias por todo el tracto intestinal,
y hasta cierto punto es normal. El problema es cuando en el intestino delgado
hay más bacterias de la cuenta, y de alguna raza o cepa agresiva y dañina.
Entonces se da lo que algunos médicos llaman SIBO (siglas en inglés de “proliferación bacteriana intestinal”).
Una infección en el intestino delgado ataca el tejido velloso y produce
hiper-permeabilidad, inflamación, gases, putrefacciones del alimento, dolor... En
fin, es la guerra: da infinidad de molestias y problemas. Y pide una solución
rápida si no queremos que el problema se complique. Porque las bacterias se
mueven, y lo que pasa por el intestino delgado acabará en la sangre, y en el
colon.
El intestino delgado también puede verse
invadido por las bacterias del cólera, por hongos o parásitos como la tenia.
Problema número cinco: enfermedad
inflamatoria
El tejido velloso del intestino puede estar
gravemente deteriorado e inflamado. Ese fino terciopelo está como una alfombra
arrasada, con poros y rasgaduras. Es lo que se llama atrofia villosa. Los microvellos
han perdido su forma sana y ya no cumplen bien su función de filtro-puerta.
Esto sucede en la enfermedad de Crohn. La persona no digiere
bien, no asimila los nutrientes y sufre dolores, gases, hinchazón y diarreas
tremendas. A veces las molestias son tan fuertes que se requiere un tratamiento
con fármacos potentes, e incluso un ingreso hospitalario para controlar la
crisis.