¡Una conversación de lo más agradable! Aquí la podéis escuchar o descargar el podcast.
No somos solamente lo que comemos. El cómo comemos es fundamental. Dónde, con quién...
La actitud repercute en la salud.
Aquí explico cómo nació este libro y comparto algunas de las claves de mi proceso de curación.
Gracias a Patricia y a RTVD por ofrecerme esta ventana abierta a sus oyentes.
¿Sufres problemas digestivos? ¿Has pasado años luchando por hacer una buena digestión? Leer este blog puede ayudarte... Ánimo. ¡Hay esperanza!
viernes, 3 de marzo de 2017
miércoles, 1 de marzo de 2017
El intestino delgado - 2
Problema número tres: intestino permeable
Este es un problema que está siendo muy
investigado y cada vez es más conocido. Con todo, hay médicos que todavía lo
ignoran y lo niegan. Dicen que el intestino, ¡claro que tiene que ser
permeable! Es un filtro... Sí, pero el filtro debe estar en buenas condiciones.
No puede estar demasiado obstruido ni tener rasgaduras o poros demasiado
grandes. Si es así, una de dos: o no dejará pasar los nutrientes a la sangre o
dejará pasar, además de nutrientes, elementos indeseados, provocando
inflamación y una respuesta inmune.
Hay sustancias que dañan el intestino y lo
hacen híper-permeable. Los primeros agresores son los fármacos (algunos antibióticos y antiinflamatorios no esteroideos). Después vienen ciertos alimentos. Según la sensibilidad de cada persona, los principales son: el gluten (proteína
del trigo y de todos los cereales, salvo el maíz y el arroz), la caseína de la leche, las lectinas presentes en muchos cereales y
legumbres, la proteína de los huevos
en algunos casos, la soja y otros alimentos de cultivo transgénico, como el maíz. Otras causas de permeabilidad intestinal son los tóxicos ambientales (químicos, pesticidas, contaminación, intoxicación por amalgamas dentales con mercurio), infecciones y enfermedades inflamatorias del intestino, el consumo de alcohol, traumatismos y accidentes.
El intestino permeable es fuente de mil
problemas. Aparte de molestias digestivas (dolor, gases, inflamación), puede
provocar, a largo plazo, trastornos
autoinmunes. El sistema inmunitario es nuestro ejército defensor: rechaza
las partículas indeseables que llegan a la sangre. Si este rechazo se produce
de forma habitual (a diario y varias veces) nuestras defensas caen o se vuelven
locas. Las células asesinas del sistema inmune terminan por atacar todo lo que
se parezca al agresor (casi siempre proteínas). Por ejemplo, pueden atacar las
células de nuestro páncreas, y
tendremos diabetes tipo I; o las células de la tiroides, y tendremos síndromes
como el de Graves o de Hashimoto; o las células de la piel, y aparecerán lupus,
psoriasis o eczemas; o los huesos, y tendremos una artritis reumatoide; o las
del cerebro... y de ahí salen el Parkinson y otros problemas
neurodegenerativos. Enfermedades temibles como la esclerosis múltiple también
tienen su origen en el intestino.
Muchas personas sufren enfermedades
autoinmunes y no las relacionan con su origen: la hiper-permeabilidad
intestinal. Lo triste es que muchos médicos también lo ignoran y van dando
palos de ciego, mientras el paciente pasa años sin mejorar y perdiendo su
energía, su salud y sus esperanzas.
Problema número cuatro: infecciones
También puede darse una infección del
intestino delgado. Ya sabemos que hay bacterias por todo el tracto intestinal,
y hasta cierto punto es normal. El problema es cuando en el intestino delgado
hay más bacterias de la cuenta, y de alguna raza o cepa agresiva y dañina.
Entonces se da lo que algunos médicos llaman SIBO (siglas en inglés de “proliferación bacteriana intestinal”).
Una infección en el intestino delgado ataca el tejido velloso y produce
hiper-permeabilidad, inflamación, gases, putrefacciones del alimento, dolor... En
fin, es la guerra: da infinidad de molestias y problemas. Y pide una solución
rápida si no queremos que el problema se complique. Porque las bacterias se
mueven, y lo que pasa por el intestino delgado acabará en la sangre, y en el
colon.
El intestino delgado también puede verse
invadido por las bacterias del cólera, por hongos o parásitos como la tenia.
Problema número cinco: enfermedad
inflamatoria
domingo, 19 de febrero de 2017
Paso a paso: el intestino delgado - 1
Llegamos a la madre del cordero. El intestino delgado es
lo más profundo de nuestras entrañas, ahí se cuecen buena parte de los
problemas.
Para situarnos un poco, el intestino delgado
es un tubo de unos 6 metros de largo formado por un tejido finísimo, protegido
por una mucosa y fruncido en miles de pequeños salientes llamados vellosidades.
A su vez, cada vellosidad está formada por unos cuantos microvellos, que son
como las hebras de un cepillo o terciopelo y contienen fibras de proteínas que
permiten el paso de las sustancias nutritivas hacia la sangre. La superficie
total de absorción del intestino delgado es de unos 330 metros cuadrados, ¡una
cancha de tenis! Todo esto lo tenemos bien enrolladito en nuestra cavidad
abdominal. Tiene tres tramos: el duodeno, el yeyuno y el íleon.
Veamos la situación ideal: si el alimento ha
sido bien procesado en la boca y desmenuzado en el estómago, la papilla que
llega al intestino delgado está casi lista para ser asimilada. En el intestino
delgado tienen lugar tres funciones indispensables.
La primera: se terminan de digerir las grasas con la bilis y los
jugos pancreáticos. Además, la bilis y estos jugos bajan la acidez de la papilla
estomacal, que podría corroer el intestino.
Segunda función: hacer de puerta. Los microvellos actúan de filtro y dejan pasar los
nutrientes al torrente sanguíneo. De la sangre pasarán al hígado, donde se
filtrarán posibles tóxicos, y de allí a las células del cuerpo. Por tanto, en
el intestino delgado tiene lugar la asimilación de los nutrientes. De su buen
funcionamiento depende que estemos bien alimentados.
Tercera función: hacer de barrera. Las vellosidades intestinales sanas, igual que dejan pasar
los nutrientes, detienen lo que no debe pasar a la sangre. ¿Qué no debe pasar?
Proteínas indigeribles no desmenuzadas, bacterias, hongos, tóxicos...
Lo que no es filtrado a la sangre es empujado,
mediante los movimientos peristálticos, hacia el colon, donde tendrán lugar
otros interesantes procesos. Ya hablaremos de ellos.
Bien, este es el panorama ideal. Si digerimos
bien, todo este proceso lo haremos felizmente, sin enterarnos y sin molestias,
en unas dos o tres horas. Pero... ¿qué ocurre si el intestino delgado no está
en buenas condiciones?
Problema número uno: la bilis y la vesícula
Podemos tener el hígado vago, congestionado,
cansado, graso, enfermo... con lo que la secreción de bilis será deficiente. La
vesícula también puede estar inflamada. Si no llega la cantidad correcta de
bilis al intestino, no se terminará bien la digestión de las grasas. Y si además
la papilla que llega del estómago no está bien digerida, el hígado y la
vesícula tendrán más faena. Si no cumplen bien su cometido, la papilla no se
digerirá bien y el filtro intestinal se las verá con comida que no puede procesar,
o que irrita los vellos y los rasga, dejando pasar a la sangre partículas
grandes sin digerir, que van a disparar la alarma del sistema inmune.
¡Comenzaron los problemas!
Problema número dos: el páncreas
Si comemos demasiados azúcares y grasas de
forma regular, el páncreas se va a agotar y deteriorar. ¿Por qué? Porque el
páncreas segrega la insulina, encargada de distribuir tanto los azúcares como
las grasas. Además, otros jugos pancreáticos responsables de terminar de
digerir los lípidos y los carbohidratos serán necesarios en mayor cantidad.
Como todo órgano, si el páncreas pasa años a marchas forzadas, se inflamará y
segregará pocos jugos. Esto no ayuda a la digestión.
Si, además, el páncreas está enfermo por
diabetes, ¡peor aún!
Continuará.
viernes, 10 de febrero de 2017
Entrevista en El Canto del Grillo
El pasado día 2 me entrevistaron en el popular programa de RNE «El Canto del Grillo». Si queréis escucharla, aquí la tenéis.
Como suele ocurrir en el directo, cuando terminas un programa siempre queda la impresión de que quizás pudiste decir algo más acertado. El presentador, Chema, estuvo muy simpático y me hizo varias preguntas muy oportunas. Dos de ellas me dejaron pensativa y con ganas de haber podido transmitir algo más. Así que las voy a desarrollar en dos próximas entradas del blog. Una es sobre la leche y los lácteos. La otra, sobre el deporte. Coming soon!
sábado, 28 de enero de 2017
Paso a paso: el estómago
El estómago segrega jugos y enzimas digestivas
que descomponen el alimento en componentes sencillos ―grasas, azúcares,
aminoácidos―. Sobre todo en el estómago se digieren las proteínas. Los jugos
son muy, muy ácidos, por eso el estómago se protege de sí mismo con una capa
mucosa que lo reviste por dentro.
¿Qué puede pasar en el estómago? Como en la
boca, lo que nos interesa aquí son dos cosas: qué entra, cómo entra y el estado
del órgano en sí.
Qué entra y cómo
Puede suceder que la comida ya llegue en malas
condiciones: mal masticada, mal ensalivada y con bocanadas de aire. Si la
comida llega así, el estómago tendrá que segregar más jugos, habrá más ácido y
esto puede provocar un reflujo hacia el esófago, que nos provocará el conocido
ardor.
Si comemos demasiado, ocurrirá lo mismo. Olla
demasiado llena, olla que derrama un poco, es de lógica.
Si comemos demasiada proteína y demasiada
grasa, sucederá lo mismo. Más adelante ya os comentaré. Yo me libré del ardor
de estómago, definitivamente, cuando eliminé los aceites de mi dieta ―y a
muchas personas les ha sucedido lo mismo―. Un exceso de azúcares refinados es
igualmente irritante.
Las mezclas de ciertas comidas también son
explosivas. Grasas con azúcares: mal. Grasas con proteínas: peor. Azúcares
refinados van mal con todo. Lo mejor es comer cosas simples en cantidades
moderadas. Las verduras combinan casi con todo y las frutas deberían tomarse
solas (hablaremos de combinaciones en otra entrada).
No todo sienta bien a todo el mundo. Cuando
llevas años con problemas digestivos lo normal sería conocerte un poco. ¿Qué te
causa problemas? ¿Son algunas mezclas? Algunos alimentos pueden ser irritantes
para estómagos delicados. Toma nota de los más frecuentes, puede ser tu caso: alcohol,
chocolate, café, especias y condimentos picantes, cebolla, ajo, cítricos y dulces
―bollería y pasteles―.
Houston, tenemos un problema...
Tu estómago puede tener otros problemas. Si
tienes cierta edad, puede ser que te falten ácidos y enzimas digestivas ―con
los años se pierde capacidad para producirlas―. Esta carencia de enzimas puede verse agravada por carencias
nutricionales, de sodio, por ejemplo, o de otros minerales y de algunas vitaminas,
como las del grupo B. Si te faltan enzimas no vas a digerir bien y los síntomas
se parecerán mucho al ardor: te parecerá que tienes mucho ácido y es lo
contrario, así que tomar antiácidos no hace más que arruinar por completo tu
digestión, aunque la sensación sea de
alivio. La papilla que pasa de tu estómago al intestino será un completo
desastre.
Puedes tener una infección o proliferación de bacterias,
como las famosas Helicobacter pylori.
La mitad de la población las tiene, y no dan problemas. Los dan si son
demasiadas y hay alguna sensibilidad o daño en el sistema digestivo. Por
ejemplo, yo tuve esta infección y cuando la eliminé mejoré bastante. El
problema es que las bacterias suelen volver... Para exterminarlas se usa una
triple terapia de antibióticos que devasta la flora intestinal, causando otros
problemas. Con lo cual no sé si el remedio es peor que la enfermedad. Hay
terapias naturales efectivas con aceites esenciales, arcilla y hierbas. Son más
lentas y piden voluntad y acompañarse de una dieta sana, pero a la larga son
mejores y enseñan al paciente a comer mejor. Los médicos conscientes deberían
explorarlas ―algunos ya lo hacen―. Si el paciente no corre peligro es mejor
resolver el problema sin recurrir a la bomba de antibióticos.
Las emociones
Pero el estómago no sólo es un saquito de
ácidos. Es la olla de nuestra comida y está conectado con el resto del sistema
digestivo... ¡y con el resto del cuerpo! ¿Qué ocurre cuando estamos estresados,
apurados, con miedo o ansiedad? Pues que el estómago se resiente (más adelante
explicaré por qué). Se vuelve vago, segrega menos jugos, se mueve menos y no
digiere bien. ¡Alerta a las emociones y a tu tren de vida! No es por casualidad
que la acidez estomacal afecte a
tantos ejecutivos y personas hiperocupadas. A veces basta un cambio de vida,
adoptar un ritmo diferente y aprender a relajarnos para mejorar de manera
espectacular nuestras digestiones.
martes, 24 de enero de 2017
Paso a paso: la boca
Vamos a examinar los lugares de nuestro cuerpo
donde se producen síntomas de malestar digestivo. Empecemos por el primero. No,
no vamos directos a la barriga... El primer escenario del crimen es ¡la boca!
El escenario ideal es una boca limpia, sana,
sin mal olor, con los dientes fuertes y enteros, las encías y la lengua
rosadas, sin llagas y con una saliva abundante, transparente y fluida. Por
desgracia, muchas bocas no presentan este panorama.
¿Cómo está tu boca? ¿Tus dientes? ¿Tu lengua?
¿Tu saliva? ¿A qué huele tu aliento?
Por la boca entra todo. Además del estado de
la cavidad bucal, aquí nos importan mucho tres cosas: qué entra, cómo entra y
cómo sale hacia el estómago.
Lo primero es vigilar si estamos comiendo lo
adecuado, y si la comida está en buen estado, bien cocinada o preparada. Comer
conscientes nos ayudará a saber si eso que nos llevamos a la boca nos sentará
bien o no. Todo empieza ahí, y se trata de una decisión personal y una cuestión
de voluntad. ¿Elijo bien lo que voy a comer? Si es sano y de calidad, ¿está
bien hecho? Si es crudo, ¿podré digerirlo bien?
Luego llega algo que casi siempre se nos pasa
por alto. Vamos siempre tan aprisa que no comemos, devoramos. Engullimos y
tragamos casi sin masticar y ensalivando muy poco. ¿Para qué tenemos ese
perfecto aliño, la saliva? ¿Para qué nos sirve esa magnífica cubertería que son
los dientes y esas batidoras que son las muelas? Cada bocado que sale de la
garganta hacia el estómago debería ser una cremita bien homogénea, y no un
grumo irregular a medio mascar. La digestión empieza en la boca. La saliva
digiere los azúcares y prepara al estómago para que segregue jugos. Si no damos
tiempo a las glándulas salivares a que hagan su trabajo, el estómago tendrá el
doble de faena.
Además, masticar y ensalivar bien proporciona
placer. Te hará saborear mucho mejor la comida y apreciar todos los matices y
aromas del alimento. Quienes han logrado comer conscientemente, masticando cada
bocado con calma unas veinte o treinta veces dicen que la experiencia es
imborrable y vale la pena. ¡Para algunos se convierte en una especie de
deliciosa meditación!
¿Tienes problemas dentales? ¿Te duelen o
sangran las encías? Quizás tengas que empezar por aquí. ¿Puedes masticar
adecuadamente la comida? ¿Evitas ciertos alimentos para no tener que masticar
duro? Plantéate una visita al dentista.
Si quieres empezar a digerir bien, empieza por
la boca. Mastica al menos veinte veces, mejor treinta, y ensaliva. Come con
calma, sin hablar mucho ―se traga aire y esto complica las cosas―. Come
consciente. Disfruta. Puede que solo esto ya mejore notablemente tus
digestiones. ¡Empieza ya!
lunes, 23 de enero de 2017
Digerir la vida, ya en librerías
Lo encontrarás en todas las librerías un poco grandes, La Casa del Libro, El Corte Inglés... y cómo no, en Amazon.
Esta es la reseña en Plataforma Editorial, un gran sello y una empresa donde se trabaja con valores. Me ha gustado mucho poder publicar mi libro con ellos.
Si conoces a personas con problemas digestivos o tú mismo estás interesado en el tema, puede ser un buen regalo. Está escrito en un lenguaje muy claro y directo y se lee en un "plis-plas"... Aunque no sea el libro de un "experto" en el tema (sí lo soy, como paciente), ofrezco muchos recursos y pistas para buscar información y terapias que te pueden ayudar.
Si lo lees y deseas opinar, espero tus comentarios. ¡Gracias!
Esta es la reseña en Plataforma Editorial, un gran sello y una empresa donde se trabaja con valores. Me ha gustado mucho poder publicar mi libro con ellos.
Si conoces a personas con problemas digestivos o tú mismo estás interesado en el tema, puede ser un buen regalo. Está escrito en un lenguaje muy claro y directo y se lee en un "plis-plas"... Aunque no sea el libro de un "experto" en el tema (sí lo soy, como paciente), ofrezco muchos recursos y pistas para buscar información y terapias que te pueden ayudar.
Si lo lees y deseas opinar, espero tus comentarios. ¡Gracias!
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