¿Cómo alcanzar la salud y
conservarla? ¿Podemos encontrar la terapia adecuada, el suplemento talismán, el
“secreto” que nos permita estar bien siempre? ¿Se trata de resolver tus
problemas emocionales? ¿Existe alguna panacea? Escribo esta entrada como fruto
de conversaciones profundas que he mantenido con varios amigos y terapeutas que
me han acompañado en mi proceso de sanación digestiva. La característica en
común de estos amigos es que todos ellos, en un momento dado de su vida,
sufrieron una crisis de salud o un evento que les hizo cambiar muchas cosas,
replantearse su modo de vivir y entablar una relación más amistosa, de cuidado
y cariño, hacia su cuerpo.
Cuando los problemas
crónicos de salud se instalan en nuestra vida y no aparece una causa clara es cuando
debemos indagar un poco y cuando descubrimos que la enfermedad, el malestar o
la salud frágil no tienen una sola causa, sino que hay una suma de factores que
se unen. Por eso, si queremos recuperar la salud no basta con una sola terapia
o un solo enfoque: tenemos que resolver el asunto por varias vías.
Podríamos decir que hay cinco pilares que sustentan la salud. Si uno solo falla, aunque los demás sean
más o menos fuertes, el edificio de nuestra salud se resentirá y acabará
agrietándose. Los cinco se sostienen unos a otros y todos son importantes. Por
eso, cuando nos encontramos mal, quizás estaría bien preguntarse cómo están
estos cinco aspectos de nuestra vida. Pienso que si los médicos hicieran estas
preguntas a sus pacientes acertarían más en sus diagnósticos y quizás podrían
ayudarlos mucho más a sanarse.
Un paso previo: la enfermedad no es el destino
Pero antes de empezar con
los cinco pilares, hay un paso previo, que es este: creer que la enfermedad,
salvo que sea un accidente inesperado o una infección sobrevenida, no es
nuestro destino. No es consecuencia de la vejez (hay viejos sanísimos), ni es
sólo debida al estrés, la contaminación ambiental o las culpas de nuestros
antepasados. Ni siquiera los genes son tan relevantes, aunque tienen su
importancia. Tampoco estamos condenados fatalmente a enfermar a medida que nos
hacemos mayores. Podemos alcanzar edades avanzadas en muy buena salud, si
tenemos ciertos conocimientos y cultivamos ciertos hábitos. No nos rindamos
antes de tiempo. Muchas personas entran en un declive fatal y se van
deteriorando porque creen que realmente no hay remedio y no pueden hacer nada,
o no se sienten con ánimos de emprender cambios en su vida. Quizás no quieran y
tengan sus motivos; es su libertad, que hay que respetar. Pero, al menos, es
importante que sepan que hay alternativas. Casi nunca es tarde para cambiar y
mejorar.
Pilar 1. Propósito vital
¿Os sorprende? Parece muy
filosófico, pero es algo que marca nuestra vida. ¿Tienes una razón para vivir?
¿Hay algo que te motive a levantarte cada mañana con ganas? ¿Tienes una meta,
una misión, algo que hacer en este mundo? ¿Tienes alguien a quien amar, a quien
dedicarte, a quien cuidar? ¿Hay algo ―o alguien― para quien eres necesario y
valioso?
Muchas personas caen en
la depresión y en la enfermedad porque justamente les faltan razones para
vivir. Se sienten inútiles, sobrantes, solas y aisladas. Cuando no hay
propósito vital la persona se ve zarandeada por las circunstancias. Deja de
llevar el timón de su vida y navega a la deriva. A menudo se convierte en
víctima. Cualquier problema puede herirla o romperla. Todo eso, además de ser
devastador desde el punto de vista emocional, tiene sus consecuencias físicas.
El sistema inmunitario cae en picado y podemos caer atacados por cualquier
enfermedad de origen externo o interno. Nuestras defensas no sólo nos defienden
de virus y bacterias infecciosos, sino de las células defectuosas y las toxinas
que genera nuestro cuerpo. Un sistema inmune deprimido puede favorecer no sólo
la gripe sino el cáncer. Además, la ansiedad que genera la falta de propósito
puede bloquear el sistema nervioso parasimpático, que se ocupa de la digestión,
la circulación, la respiración y muchos procesos del metabolismo humano. En
fin, que esta puede ser una primera causa de muchas dolencias.
Una persona puede
cuidarse, comer bien, hacer ejercicio, descansar… Si su vida no tiene
propósito, posiblemente acabe encontrándose mal y desarrollando una enfermedad o
trastorno inexplicable que tal vez pueda resolverse cuando encuentre su lugar y
su misión en este mundo.
Pienso en muchas personas
mayores. Quizás cuando eran más jóvenes tenían un propósito, una tarea, un rol
que cumplir: madres, padres, esposos, jefes de una empresa, profesionales en
tal puesto… Al jubilarse y ver cómo su nido se vacía, quizás han perdido el
rumbo de su vida y se sienten desorientadas. Es entonces cuando tienen que
buscar otro propósito, tal vez más interior, más espiritual o más creativo.
Quizás deben centrarse más en su cónyuge, en sus amigos, o en alguna tarea de
voluntariado y altruismo, en algo que los llene y que sea beneficioso para los
demás.
Pilar 2. Las relaciones
Otro pilar que no tiene
nada que ver con medicina o hábitos sanitarios. ¡Es fundamental! ¿Cómo estás
con tu pareja, con tus hijos, con tu familia? ¿Tienes amigos? ¿Cultivas unas
relaciones sanas, llenas de afecto, de alegría, de amor?
La falta de amor o las
rupturas son terribles, y pueden ser causa directa de la enfermedad. ¡Cuántas
personas hay enfermas de desamor! El diagnóstico médico sólo detecta síntomas,
pero el verdadero motivo está ahí, en un corazón roto o vacío, hambriento de
afecto y amor.
Aunque haya pérdidas
familiares (viudedad, separaciones) siempre podemos restaurar nuestras
relaciones o entablar otras nuevas. Es vital que no nos quedemos solos y
aislados. Tampoco busquemos las personas perfectas, porque no existen. Seamos
amables y atentos, y recibiremos amabilidad y atención. Aprendamos a escuchar, no
nos encerremos en nosotros mismos. Un enamoramiento, una amistad, una buena
conversación con un amigo o un familiar, pueden ser la mejor terapia.
Pilar 3. Ejercicio
¡Ya entramos en el campo
más físico y corporal! Pues sí, el ejercicio, todos los sabemos, es vital. Pero
no sólo esto. Los últimos estudios de población muestran que el sedentarismo,
pasar horas y horas al día apoltronados en una silla o en el sofá, es mortal.
Acelera el envejecimiento y la muerte. ¿Por qué? Porque la sangre no circula,
sencillamente. O circula mal. Se estanca y los tejidos del cuerpo se asfixian,
sufren hambre e intoxicación, no se drenan bien, envejecen y mueren. Estamos
hechos para movernos. Si pasamos más de media hora quietos (salvo que estemos
inmovilizados por lesión o accidente) nuestro cuerpo sufre. Así que ya sabéis.
Aunque vuestro trabajo os obligue a estar sentados, cada media hora, a
levantarse, caminar y estirarse un poco. Esto os descansará el cuerpo y la
mente, además de mejorar vuestro rendimiento.
Si os gusta y tenéis la
ocasión, haced algún deporte, el que os guste. Hay mil opciones, muchas
gratuitas o accesibles: taichí en un parque, bailes de salón en el centro
cívico, futbol en la asociación del barrio, zumba en el gimnasio o yoga en
algún centro cerca de tu casa. Los que tenemos poco tiempo o queremos ejercitar
en casa, siempre podemos recurrir a Internet. Hay miles de clases de todo tipo
en Youtube, de todos los niveles y duración. ¡Nunca habíamos tenido tantas
oportunidades de ejercitarnos gratis!
No vale decir que no me
gusta la gimnasia… Muchas personas que no son amigas de las pesas o el balón
disfrutan andando, yendo en bicicleta o haciendo footing. Y siempre nos queda caminar, el ejercicio más
sano y de menos riesgo, bueno para todas las edades.
Caminad mucho. Los
entendidos aconsejan diez mil pasos diarios. Si os parece mucho, empezad con
menos e id aumentando. Podéis compraros un podómetro o descargaros una
aplicación cuentapasos en el móvil, y retaros un poco cada semana. En pocas
semanas lo conseguiréis, y podréis incluso sobrepasar esa cifra sin esfuerzo.
El ejercicio no sólo
puede mejorar tu salud ―y tus digestiones― sino, además, la salud anímica. Se
ha comprobado en varios estudios. Caminar entre media hora y una hora al día es
más efectivo que tomar antidepresivos como el Prozac… ¡y sin efectos
secundarios adversos! Al contrario, la terapia caminera te pone en forma y te
embellece. ¿Quién da más?
Pilar 4. Alimentación
Lo que comemos entra en
nuestro cuerpo y pasa a formar parte de nosotros mismos. No hay sustancia
alguna que nos afecte más que la comida. Incluso más que la contaminación
ambiental. El epitelio de nuestro intestino ocupa una extensión mucho mayor que
la piel que nos recubre el cuerpo (la superficie de una cancha de tenis), y por
esa piel interna se absorbe todo lo que ingerimos. Lo que comemos nos puede
sanar, pero también nos puede enfermar.
Muchas enfermedades y
dolencias que sufrimos tienen su origen en una mala alimentación. A menudo
pienso en la analogía de un coche. Si a un diésel le echas gasolina, no
arrancará. Si a un ser humano no le das el alimento adecuado, su cuerpo
funcionará… pero mal, y acabará enfermando. La mayoría de problemas sanitarios
relacionados con la vejez son fruto de años y años de intoxicación alimentaria.
Y no me refiero a fertilizantes, pesticidas o aditivos químicos (aunque también
afectan), sino a décadas de un exceso de azúcares, grasas y proteínas que
acaban dañando a nuestro organismo. La comida procesada es a los humanos como
un pienso malo y barato para los animales: nos llena, nos engorda y nos
enferma. Los sabores potenciados por la sal, el azúcar y las grasas nos hacen
adictos a la comida basura y cuesta sangre librarse de los hábitos alimentarios.
Un cambio de dieta puede
hacer maravillas en nuestra salud. Hay una regla muy simple, si no quieres
complicarte la vida: come sólo cosas que crezcan en la naturaleza, ya sean
plantas o animales. Evita o minimiza las harinas y los aceites, los dulces y
los lácteos. Y prioriza el alimento vegetal, en un 70-85 % de tu dieta, dejando
que las carnes, pescado y huevos no pasen del 15 ó 20 %. Sólo con esto podríamos mejorar mucho. Esta
ha sido mi experiencia. Puedo decir que mi mejora digestiva se ha debido en un
90 % al cambio en mi alimentación.
Otro aspecto de la
alimentación es que en los países «ricos» solemos comer demasiado. Los
investigadores han observado que las personas que comen menos cantidad viven
más y más sanas. La reducción calórica puede alargar la vida con calidad. Como
siempre dice una amiga mía: «come para vivir, no vivas para comer». Si vas a la
farmacia y te pesas con esas básculas que miden la grasa y el índice de masa
corporal, asegúrate de que tu índice no pasa de 22: es un buen indicador de
que estás en tu peso óptimo.
Pilar 5. Descanso
Otro pilar fundamental,
al que damos poca importancia. Los seres humanos tenemos mucho desgaste, físico
y mental, y nuestro organismo necesita descanso, unas ocho horas al día. Menos
horas supone envejecimiento prematuro y agotamiento cerebral. Si no puedes
dormir ocho horas seguidas, puedes dormir algo menos y a mediodía, después de
comer, echarte una siesta.
Dormir es necesario para
que el cerebro se ordene, y para que nuestro cuerpo siga su ciclo natural de
asimilación, crecimiento y depuración. No podemos ignorar este ritmo diario,
pues sería ir contra nuestra propia naturaleza y esto acaba agotando nuestra
energía.
Otro aspecto importante
es que los humanos somos diurnos. Nuestro cuerpo va con el ritmo del sol y sus
funciones no son las mismas por la mañana que a media tarde o de noche.
Necesitamos descansar en las horas de oscuridad, y la oscuridad es necesaria
para reponer fuerzas. Nada de dormir con luces y ruidos, y menos cerca de
pantallas y dispositivos que emiten radiaciones. En cambio, durante el día
necesitamos actividad, y movimiento físico. Muchas personas no duermen bien de
noche porque se mueven muy poco y no se cansan durante el día.
También existe el mito de
las personas “lechuza”, que según ellas, son nocturnas y se sienten mejor y más
activas de noche. Creo que eso no es más que un hábito adquirido y un ajuste
del cuerpo. No hay dos personas iguales, pero también es cierto que nuestro
organismo se adapta con la costumbre. Yo misma lo he comprobado. Cuando era
jovencita, y durante mucho tiempo, me consideré un ave nocturna, pues me iba
mejor estudiar de noche y no madrugar tanto. Más tarde he aprendido que si
trasnochas, es lógico que te cueste levantarte temprano. Tardas en arrancar
durante la mañana y no es hasta avanzada la tarde que alcanzas tu pico de
energía, en parte también porque has comido y has repuesto fuerzas. Entonces es
normal que quieras alargar la vida nocturna. Pero si te acostumbras a madrugar,
verás que a las diez de la noche te caes de sueño, te acuestas y duermes como
un tronco. Y si te acuestas temprano, no te costará madrugar y te levantarás
como una rosa. Ahora me considero una persona “alondra”, me encanta madrugar. Y
procuro acostarme siempre antes de las once de la noche. Duermo unas cuantas
horas seguidas y me va genial.
Pero, además de dormir,
que es básico, el descanso es cambiar de actividad. A veces necesitamos
descansar de muchas horas de ordenador dando una caminata, yendo a nadar o
bailando. El ejercicio, el ocio recreativo, charlar, pasear y dedicarnos a un
hobby puede ser otra forma de descanso, físico y espiritual. No lo olvidemos.
En la vida no todo es trabajar y producir. Necesitamos divertirnos, reír,
desahogarnos y disfrutar con algo que nos gratifique. Es humano… es necesario,
y es bueno que sea así. Una persona que no descansa bien y no se divierte, por
mucho que se cuide en otros aspectos, también puede acabar enferma.
Recapitulando…
¿Tienes un propósito en
tu vida? ¿Una misión que te apasione y que te motive a levantarte cada día?
¿Cómo están tus
relaciones humanas? ¿Hay amor en tu vida?
¿Haces ejercicio? ¿Te
mueves lo suficiente?
¿Cómo te alimentas?
¿Tomas comida sana que te sienta bien? ¿Qué tal tus digestiones? ¡Son un
termómetro de tu salud!
¿Duermes bien? ¿Te tomas
descansos en tu tarea? ¿Te diviertes? ¿Dedicas algún tiempo a algo que te
apasione?
Hazte estas preguntas y
respóndete con sinceridad… Quizás en las respuestas encuentres la clave a tus
problemas de salud. ¡Y la solución!
No hay comentarios:
Publicar un comentario