miércoles, 28 de marzo de 2018

Dos mentores desde el más allá - 2


Darse hasta morir

José era otro amigo. Casado, con dos hijos, responsable de una importante institución escolar, era un hombre de una honestidad intachable. Entusiasta en el trabajo y responsable hasta el extremo, se desvivía porque todo el mundo estuviera bien atendido y porque las cosas funcionaran. En casa era lo que se llama un auténtico padrazo y un esposo dedicado y atento. Buscaba la excelencia en todo: en su trabajo, en su vida, en sus valores personales.

José fue víctima del estrés. Quizás su celo y su responsabilidad crecieron tanto que fueron minando su salud por dentro sin que él fuera consciente. Activo y deportista, la muerte lo sorprendió yendo en bicicleta por una carretera de montaña. Fue tan repentina e inesperada que todos, su familia, sus amigos, todos los que le conocíamos, quedamos consternados.

Su funeral fue una muestra multitudinaria de cariño, admiración, reconocimiento y frases de elogio. ¡Qué huella tan luminosa dejan las personas apasionadas y entregadas! En medio de la tristeza y la emoción se percibía luz. Era una mañana clara de otoño, y creo que la presencia cálida de José aleteó todo el tiempo sobre sus hijos, sobre su familia, sobre aquellos que lo habíamos conocido y amado.
José, ¿qué tienes que enseñarnos? Más allá de tu vida, tan honesta, tan limpia, tan ejemplar, tu muerte es otra lección dolorosa que se mete en nuestra conciencia como un filo penetrante. ¿Qué debo aprender de ti?

Tú me recuerdas que debo estar alerta. En medio de las batallas pacíficas por el bien siempre hay un enemigo silencioso y traidor. Tu muerte nos avisa a todos: ¡cuidado con el estrés! No dejéis que se adueñe de vuestra vida, de vuestro tiempo, de vuestro corazón. El estrés es sibilino… se disfraza de servicio, se oculta tras la responsabilidad, se cuela en nuestro sueño y en nuestra intimidad y, cuando menos lo esperamos, nos asesta su golpe mortal.

No sucumbir al estrés. No dejarse atrapar por él. Aprender a valorar más lo que somos que lo que hacemos. Aflojar. Delegar. Yo también estuve a punto de morir de estrés, ahora lo sé. El riesgo sigue ahí, acechando. José, desde el cielo, me avisas. Que no deje de contemplar tu estrella, que me aviva la memoria. Cuidado con el estrés. La vida sigue su curso por otro lado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario