martes, 22 de noviembre de 2016

De corazón y de olla

Así se titula uno de los primeros capítulos de mi libro Digerir la vida.

¿Por qué? Pues muy sencillo. Para gozar de salud digestiva tienes que atender a dos factores: cómo está tu corazón… y qué metes en la olla. En otras palabras, las emociones y pensamientos que salen de ti y la comida que entra en tu cuerpo.

Es fácil caer en los extremos. Para algunos, TODAS las enfermedades y trastornos tienen un origen psicológico. Para otros, nada de eso: TODO problema es biológico y debe tratarse con química pura.
¿Dónde estará la verdad? Posiblemente en el justo medio. Casi seguro hay un factor físico y biológico que desencadena el trastorno. Pero muchas veces también hay un componente emocional que crea un entorno favorable a la enfermedad.

Te pongo un ejemplo: una relación tensa con tu pareja puede darte ansiedad. Como los nervios te comen, comes más y te acostumbras a picotear dulces entre horas. Esto crea un desequilibrio en tu metabolismo y ataca tu sistema digestivo. Comienzas a hacer malas digestiones, que no hacen más que empeorar tu angustia y tu declive anímico. Cuanto más te deprimes, más azúcar tomas para consolarte. Y peor te sientes. ¡Has entrado en un círculo vicioso! ¿Cómo romperlo? No basta que hagas dieta y dejes de tomar dulces. La ansiedad por tu problema emocional no desaparecerá hasta que abordes qué sucede con tu pareja. Pero, al mismo tiempo, necesitas comer más sano para que tu cuerpo se recupere y tu mente se aclare.

Otro ejemplo al revés: tienes una intolerancia alimentaria, pero lo ignoras. El alimento «ofensor» está deteriorando tu intestino e impide que este produzca las hormonas necesarias. Como consecuencia, la química de tu cerebro se ve afectada y padeces altibajos emocionales. ¡No entiendes por qué te sientes así! Puedes ir al psicólogo o al psiquiatra y te dará algún fármaco que puede funcionar o puede desequilibrarte todavía más… Mientras no resuelvas qué alimento está dañando tu intestino, el problema no se arreglará. 

En resumen: las personas somos cuerpo y alma. Un problema de salud digestiva a menudo tiene un origen combinado de dos desequilibrios, carencias o excesos. Algo que comes te sienta mal, pero hay algo que también te está comiendo por dentro… ¿Un consejo? Busca dónde está el origen del mal, identifica el hábito que te está dañando y tendrás dos preciosas pistas para encontrar la solución.


Ni todo es psicológico ni todo es biológico. Pero sí una combinación de ambos factores, la mayor parte de las veces. Es una cuestión… de corazón y de olla.

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