¿Por qué? Pues muy
sencillo. Para gozar de salud digestiva tienes que atender a dos factores: cómo
está tu corazón… y qué metes en la olla. En otras palabras, las emociones y pensamientos que salen de
ti y la comida que entra en tu
cuerpo.
Es fácil caer en los
extremos. Para algunos, TODAS las enfermedades y trastornos tienen un origen
psicológico. Para otros, nada de eso: TODO problema es biológico y debe
tratarse con química pura.
¿Dónde estará la verdad?
Posiblemente en el justo medio. Casi seguro hay un factor físico y biológico
que desencadena el trastorno. Pero muchas veces también hay un componente
emocional que crea un entorno favorable a la enfermedad.
Te pongo un ejemplo: una
relación tensa con tu pareja puede darte ansiedad. Como los nervios te comen,
comes más y te acostumbras a picotear dulces entre horas. Esto crea un
desequilibrio en tu metabolismo y ataca tu sistema digestivo. Comienzas a hacer
malas digestiones, que no hacen más que empeorar tu angustia y tu declive
anímico. Cuanto más te deprimes, más azúcar tomas para consolarte. Y peor te
sientes. ¡Has entrado en un círculo vicioso! ¿Cómo romperlo? No basta que hagas
dieta y dejes de tomar dulces. La ansiedad por tu problema emocional no
desaparecerá hasta que abordes qué sucede con tu pareja. Pero, al mismo tiempo,
necesitas comer más sano para que tu cuerpo se recupere y tu mente se aclare.
Otro ejemplo al revés:
tienes una intolerancia alimentaria, pero lo ignoras. El alimento «ofensor»
está deteriorando tu intestino e impide que este produzca las hormonas
necesarias. Como consecuencia, la química de tu cerebro se ve afectada y
padeces altibajos emocionales. ¡No entiendes por qué te sientes así! Puedes ir
al psicólogo o al psiquiatra y te dará algún fármaco que puede funcionar o
puede desequilibrarte todavía más… Mientras no resuelvas qué alimento está
dañando tu intestino, el problema no se arreglará.
En resumen: las personas
somos cuerpo y alma. Un problema de salud digestiva a menudo tiene un origen
combinado de dos desequilibrios, carencias o excesos. Algo que comes te sienta
mal, pero hay algo que también te está comiendo por dentro… ¿Un consejo? Busca
dónde está el origen del mal, identifica
el hábito que te está dañando y
tendrás dos preciosas pistas para encontrar la solución.
Ni todo es psicológico ni
todo es biológico. Pero sí una combinación de ambos factores, la mayor parte de
las veces. Es una cuestión… de corazón y
de olla.
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