viernes, 14 de septiembre de 2018

¿Dieta vegana? No de cualquier manera...


Las dietas veganas son motivo de mucha controversia. Para algunos están asociadas a la buena salud y son la panacea; para otros, son una rareza de fanáticos y chiflados, una aberración dietaria. La mayoría de médicos son bastante reticentes a ellas. La verdad es que el concepto vegano es tan amplio que es normal que dé lugar a dudas y a confusión.

Una dieta vegana, en teoría, es una dieta exclusivamente a base de alimentos vegetales. Es decir, que excluye todo producto animal, desde la leche y sus derivados hasta el marisco y el pescado, incluyendo huevos, carnes, caviar, polen y miel.

Una dieta vegana variada y completa puede ser excelente, y muy terapéutica para prevenir problemas coronarios y cáncer. Pero hay dietas veganas que están lejos de ser sanas y pueden ser tan desastrosas y enfermantes como una dieta omnívora a base de comida rápida.



Vegano no siempre quiere decir sano


Los médicos que para mí son referentes, el doctor McDougall, el doctor Greger y el doctor Esselstyn, así como el biólogo e investigador T. Colin Campbell, abogan por una dieta vegana, pero con ciertas precisiones. El doctor McDougall explica con humor el primer caso de persona vegana que conoció: un joven muy concienciado sobre el maltrato animal, vegano hasta en la ropa. Pero su dieta era a base de patatas fritas y coca cola. ¡Estrictamente vegetal! El chico tenía un sobrepeso importante y la piel grasa y cubierta de granos. Nadie en su sano juicio tacharía de saludable una dieta como esta.

¡Esto también es VEGANO!

Veamos cuáles son los errores en que pueden caer los veganos estrictos.

Demasiada grasa


Al excluir alimentos calóricos y potentes, como las carnes y el queso, muchos veganos acaban rociando literalmente sus platos en aceite, o abusando de los aguacates, los frutos secos y el coco. Los fritos y las salsas, por muy vegetales que sean, están cargados de grasas, y si son procesadas, son trans. De modo que lo que quitan por un lado, evitando las grasas animales, lo compensan con alimentos igual de perjudiciales. Si lo que buscan es perder peso y ganar salud cardiovascular, con dietas veganas altas en grasa no lo van a conseguir. Hay muchos alimentos “veganos” procesados que son un atentado para la salud, incluyendo galletas y carnes vegetales. Antes de tomar una hamburguesa vegana, cargada de harinas, grasas, azúcares y otros ingredientes impronunciables, ¡mejor un bistec o una pechuga de pollo!



Demasiado azúcar


Otro fallo puede ser olvidar que los azúcares y harinas refinados, por muy veganos que sean, no son alimentos sanos de los que haya que abusar. Un vegano puede atiborrarse de pan, bollería “vegana” y frutas confitadas. Lo que conseguirá es ganar peso y desequilibrar el metabolismo de la insulina. Los azúcares que sobran se convierten en grasa. Suben los triglicéridos en la sangre, que son tan peligrosos como el colesterol. Lo ideal en una dieta vegana es recurrir a las verduras del huerto y a las frutas naturales, con generosas dosis de almidones ―cereales, legumbres, tubérculos―, que aportan calorías y proteína vegetal de buena calidad.  



Demasiado verde


Otra idea preconcebida de la dieta vegana es que debe ser muy verde: o sea, a base de frutas y verduras, pero pobre en almidones. Si una persona elige alimentarse así, necesitará toneladas de alimento para cubrir sus necesidades calóricas. Lo verde y lo colorido aportan muchas vitaminas, minerales, agua y fibra, pero poca energía. Si no quiere morirse de hambre, tendrá que consumir grandes cantidades. Y eso le generará gases y algún que otro malestar. Una dieta así es estupenda como terapia temporal, para hacer “purga” después de los excesos navideños o veraniegos, durante una semana o, como mucho, quince días. Limpia el cuerpo y regenera los tejidos. Pero es insostenible a largo plazo. O te gastas una fortuna en frutas y hortalizas, o acabas pasando hambre. También genera carencias. Somos casi-monos, pero no somos como los chimpancés. Nuestra especie salió de la selva hace muchos años y necesitamos alimentos más consistentes, sin dejar de tomar estos, que son indudablemente sanos.



Demasiado crudo


Otra tendencia dentro del veganismo es el crudivorismo. Los crudívoros sostienen que los alimentos crudos son óptimos para nuestro cuerpo y los únicos que deberíamos tomar. Crudos o, como máximo, calentados hasta 49 ºC, o deshidratados. Puede ser que esta alimentación funcione para algunas personas, pero no hay dos organismos iguales. Quienes tienen estómagos delicados e intestinos dañados no la soportarán bien. Este fue mi caso. A mí me atraía mucho una dieta crudívora, pero tuve que descartarla. Desde que como cocido o al dente todo me sienta mucho mejor (lo único que tomo crudo son las frutas).

Digerir alimento crudo pide mucha energía al cuerpo, por mucho que los crudívoros sostengan lo contrario. La medicina china, que maneja conceptos como el calor corporal y la energía, sostiene que los alimentos crudos son demasiado fríos para ciertas personas, requieren mucha energía para digerirse y no se asimilan bien. Hasta médicos abogados de lo crudo, como el doctor Lezaeta, precisan que, en personas enfermas, hay que cocer la comida. ¡Es de sentido común! ¿Qué nos daban nuestras madres o abuelas cuando teníamos la tripa revuelta? Manzana cocida. Arroz hervido. Todo suave, blandito, pasado por agua. El cuerpo lo digiere y asimila mucho mejor, aunque pierda algunos nutrientes.

Otro problema del crudivorismo es que elimina muchos alimentos que sólo podemos tomar cocinados, como los cereales, las legumbres y los tubérculos. Son alimentos muy sanos, energéticos y que nos aportan nutrientes esenciales. Descartar estos alimentos puede provocar carencias. Algunos crudívoros alegan que se pueden comer las legumbres germinadas, después de haberlas remojado. Así no tienen gas y son más digestivas. Pero dale a una persona con vientre sensible un plato de garbanzos germinados… ¡y la vas a meter en aprietos!

Con la dieta cruda sucede lo mismo que con la “demasiado verde”. O compensas la falta de calorías con mucho aceite y frutos secos (cosa que suelen hacer los crudívoros) o acabarás con carencias.



Poco variada


Otro riesgo en el que pueden caer los veganos es en centrarse en unos pocos alimentos que les gustan y no seguir una dieta variada. Si te limitas a comer verduras y cuatro frutas, tu dieta va a tener carencias nutricionales importantes. Como señalan los autores de la página Salud Vegana (en inglés), los veganos deben tomar suficientes proteínas, aunque sean vegetales, y suficientes calorías. Esto significa que no pueden limitarse a lo “verde” y a las frutas; son los almidones los que aportarán este tipo de nutriente. Al no incluir carne, hay que asegurarse de ingerir alimentos ricos en vitaminas del grupo B (presentes en legumbres y cereales). No podemos olvidar los ácidos grasos omega 3 (presentes en el pescado azul, pero también en otros alimentos vegetales, como el lino y los frutos secos, el brócoli y la soja). Si la dieta es insuficiente en ácidos omega 3, conviene tomar suplementos de los llamados DHA y EPA (mejor los producidos por algas). Finalmente, hay que vigilar con otras carencias, como la de calcio o hierro, que se pueden evitar comiendo suficientes verduras de hoja verde, legumbres y semillas.


Tema polémico: la B-12


Si la dieta se sigue mucho tiempo, o de por vida, los médicos recomiendan tomar suplementos de vitamina B12 (que sólo se encuentra en alimentos de origen animal aunque la producen unas bacterias, que también habitan nuestro colon). La carencia de vitamina B12 es uno de los argumentos más potentes esgrimidos por los anti-veganos contra este tipo de dietas. Es una carencia realmente grave con consecuencias neurológicas importantes (leer este enlace de Salud Vegana sobre el tema). Pero se puede resolver fácilmente con suplementación. Cabe destacar que los carnívoros, sobre todo personas mayores, también pueden sufrir carencia de B12 debido a problemas de asimilación digestiva. Así que no sólo los veganos deben tener en cuenta este aspecto.



Lo ideal


Lo ideal en una dieta vegana, si queremos evitar excesos de grasa y azúcares, es que se base en alimentos integrales, que crezcan de la tierra o de las ramas. Es decir, poco o nada procesado (bollería, panes, hamburguesas veganas y preparados raros) y mucho del huerto. No necesitas gastar una fortuna comprando productos sofisticados en una tienda de dietética, sino una cantidad perfectamente asequible llenando tu cesta en la frutería del barrio o en la sección verde del súper. La dieta debería incluir bastantes almidones ―arroces, cereales enteros, legumbres, patatas― algunas nueces y bayas, y ser lo más variada posible. Una dieta así es completa y aporta todos los nutrientes que necesitamos. Muchos habréis oído que el arroz y las lentejas aportan proteínas completas. Es cierto. Pero hay muchas otras combinaciones que nos aportan todos los aminoácidos que necesitamos (ver en este enlace), y no es necesario mezclar esos alimentos. Puedes tomar arroz con verduras un día y potaje de lentejas otro. Lo importante es la variedad y tomar las suficientes calorías (almidones y féculas).

Variado y con suficientes calorías (carbohidratos complejos). ¡Hasta los colores son bonitos!

Varios ejemplos


El programa del doctor McDougall es un ejemplo de dieta vegana completa y sana. El doctor Neil Barnard tiene un programa de 21 días para la transición a un veganismo sano y nutritivo. El doctor Esselstyn en su libro Prevenir y revertir las enfermedades del corazón incluye 150 recetas que son para chuparse los dedos (todas veganas y bajas en grasa, pero riquísimas en nutrientes). ¿Por qué menciono a estos tres? Porque los tres son médicos, los tres tienen una larga experiencia tratando con pacientes y los tres tienen una inquietud científica que los ha hecho ser muy rigurosos y responsables a la hora de diseñar sus programas dietéticos. Además, practican lo que predican, sólo hay que verlos y oírlos. ¡Creo que uno se puede fiar de ellos! (A mí me ha resultado fantástico con la dieta McDougall).

El Súper Plato del Dr. Barnard: fruta, legumbres, verduras y cereales (o tubérculos).

Un día al año…


Hay un conocido gurú de la salud y la dieta (no diré su nombre) que tiene miles de seguidores. Es un firme defensor de incluir carne en la dieta. Está delgado, se le ve dinámico, enérgico y juvenil. Come carne… una vez al año. ¡No es un vegano!

Tampoco el doctor McDougall lo es. Para que nadie diga que es un fanático “veggie”, él también come carne: no se pierde el pavo del Día de Acción de Gracias. Y tampoco pasa nada con comer el cordero de Pascua, o la sardinada de San Juan, o un plato de marisco en verano.

Una vez al año ¡no hace daño! Mejor relleno de verduras :)

Un día al año. O dos. No pasa nada con comer carne y pescado alguna que otra vez, y esa vez, permitirnos que sea de la máxima calidad. Pero de ahí a comer carne dos veces al día los siete días de la semana hay un trecho largo. Muy largo.

Los indios tarahumara, una de las poblaciones más longevas del mundo, son prácticamente veganos. Comen maíz, verduras, frutas y muchos tubérculos. Matan un animal una vez al mes y ese día comen carne. Se mantienen fuertes y ágiles hasta edades muy avanzadas  y tanto hombres como mujeres corren maratones por la montaña que rendirían a cualquier occidental mínimamente en forma.

Un día al año no hace daño. Ni un día al mes. Pero que la carne ―o el pescado, o el marisco― sea muy buena y fresca, y que sea la excepción, no la norma. Siendo así, podemos permitirnos que sea carne orgánica, o pescado de alta calidad. No necesitamos más.

¡Corriendo felices! Jóvenes tarahumara en plena carrera. Su menú de competición: maíz.

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