viernes, 1 de junio de 2018

Digerir la vida: lo que no


Mi libro se titula así. Digerir la vida. El título dice mucho. Las personas que tenemos problemas digestivos crónicos muchas veces hemos de aprender a digerir la vida.

Dos cosas he aprendido de mis malestares y sufrimientos digestivos. La primera, sobre la que he hablado mucho, es a comer bien. He cambiado totalmente mi alimentación, y eso ha supuesto un giro de ciento ochenta grados en mi salud y en mi bienestar. La segunda cosa que he aprendido ―y estoy en ello todavía― es justamente esta: digerir la vida.

La vida nos viene tal como es: hay bocados dulces y amargos, hay buenos y malos tragos; a veces viene a pequeñas dosis y a veces todo se junta, las alegrías o las desgracias. Aceptar y abrazar nuestra realidad es un primer paso. ¡Fácil de decir, pero no tan fácil de hacer!

Aquí es donde viene de perlas recordar esa frase que todos hemos escuchado o leído, atribuida a un montón de autores. Se la suele llamar la oración de la serenidad, y dice más o menos así: «Señor, dame serenidad para aceptar lo que no puedo cambiar, valor para cambiar lo que sí puedo, y lucidez para conocer la diferencia.»

Hay cosas que no


Creo que la mayoría de personas nos quedamos con la parte de la aceptación y no nos damos cuenta de que, en realidad, hay muchas cosas que sí podemos cambiar, pero nos falta el coraje o la imaginación para dar el paso.

Digerir la vida también quiere decir cambiar cosas. Y cambiar significa decir no a muchas. De la misma manera que digo no a tomar ciertos alimentos que sé que me hacen daño, debo aprender a decir no a ciertas situaciones, cosas y actividades que no me aportan nada de valor ―y que pueden arruinar también mi salud y mis digestiones―. ¿De verdad tengo que tragar todo lo que me viene? ¿Debo engullirlo todo? ¡No!

Coge tu agenda al empezar el día. Respira hondo, siéntate unos minutos con calma y revisa lo que “tienes que” hacer. ¿Realmente tienes que hacer todo eso? ¿Verte con todas esas personas? ¿Afrontar todas esas situaciones? ¿Es estrictamente necesario? A veces nos sobrecargamos en exceso de compromisos y actividades que realmente no añaden nada mejor a nuestra vida, sólo nos roban tiempo, energía y hasta dinero. Y añadiría: salud. Las mujeres hiperactivas, sobre todo, solemos tender a tragarlo todo. Creemos que podemos con todo y no sólo eso, sino que tenemos que “cargar con todo”. ¡Tenemos complejo de mula! Y de mártir. Y, en el fondo, un poco de víctima. Durante muchos años, ahora me río, pero es cierto, me he sentido como una mamaíta proveedora, una especie de vaca lechera de la que todos sacaban algo. Y yo, sumisa y dócil, me afanaba por servir a todos. Cuando vas así por la vida, es fácil que la gente acabe revoloteando a tu alrededor y te arrebate más de lo que debes dar... Y tú acabas agotada, exhausta y encima, enfadada, porque te sientes “depredada”, abusada y utilizada. ¿Os habéis sentido así alguna vez?

Aplica la tijera


¡Protegeos, amigas! Protégete, amigo, si eres así. Porque es bueno ser generoso y servicial, pero también debes serlo contigo mismo. Pon límites. No eres omnipotente. No podrás dar más si acabas roto, vacío y destrozado. No tienes por qué dejarte avasallar ni devorar.

Mira tu agenda y empieza a recortar. Cuando estuve convaleciente de mi operación tuve mucho tiempo para meditar en esto. Aprendí a delegar, y por suerte, mis compañeros de la Fundación me ayudaron enormemente. Nunca se lo agradeceré lo bastante. Me planteé cómo quería vivir el resto de mi vida, cómo quería trabajar, qué cosas quería conservar, y a qué cosas debía decir no, o poner límites. Cuesta, claro que sí. Si eres mujer casada, con hijos y con mil compromisos me dirás que eso es imposible. Si eres una persona superocupada que tiene trabajadores a su cargo, lo mismo. Bueno... hay cosas que realmente no necesitamos hacer. De verdad. Todos podemos aplicar la tijera a nuestro calendario. Una operación, una enfermedad que te lleva al límite, ayudan. Ojalá no todos tengamos que pasar por ello.

Lo que de veras importa


¿Qué es realmente importante, necesario, indispensable en nuestra vida? Al fin de cuentas, no son tantas cosas. Ni tantas actividades. Ni tantas personas.

Al final, lo que sí importa de verdad son personas, esas pocas a las que queremos con toda el alma y por las que “moriríamos”. Estar con ellas, luchar con ellas, dejarnos amar por ellas, eso sí que debemos incluirlo en nuestra agenda. Y dedicarle tiempo, aunque tengamos que decir no a otras cosas. Y después, incluir una dosis de “alimento medicina”: ese que nos cura. Léase: tiempo para ti, para hacer silencio, para disfrutar con tu hobby, para hacer deporte, caminar, estar con los tuyos... No deberíamos dejar pasar un solo día sin tomar al menos uno o dos de estos “alimentos medicina”. Lo demás, a menudo está de más.

En mi caso, escribir me cura. Literalmente. Cuando me siento a escribir, algo en mi cuerpo se abre, se relaja y se expande. Por un lado vierto mucha energía, pero por otro lado me lleno de ella. Creo que cuando nos dedicamos a algo creativo que nos gusta somos como una fuente: la energía creadora fluye por nosotros, entra y sale, y nos vivifica y nos renueva. Cada cual debe encontrar dónde está su fuente, dónde está su vocación, su pasión, qué es lo que le llena y le da vida. Cuando lo encuentras, y decides dedicar un tiempo diario a esto, todo se recoloca en su lugar. Y empiezas a digerir la vida...

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