jueves, 14 de junio de 2018

Los ricos almidones

En el mundo dietético hay cierta prevención hacia los almidones. El mito es que engordan, no alimentan y son innecesarios. La realidad es que a todos nos encantan y nos enganchan. ¿A quién no le gusta un arroz a la paella, un pan tierno o un buen plato de patatas estofadas? Creo que todavía no he conocido a nadie a quien no le gusten estos alimentos.

Hay mucho mito, sí, y uno de mis médicos favoritos, el doctor McDougall, cuyo programa sigo, ayuda a clarificar las cosas. Si os interesa más, en mi blog tengo enlaces a su página y a su libro, La solución del almidón, que ya está en español. ¡Lo recomiendo!

El doctor McDougall constata que la humanidad ha prosperado gracias a la agricultura, y la agricultura ha permitido el crecimiento de las civilizaciones alimentando a millones de personas a base de… ¡almidones! Todos hemos oído hablar de las culturas del arroz, del maíz, del trigo o de la cebada. ¡O de la patata, en América! Casi detrás de toda gran cultura tradicional hay un cereal, tubérculo o grano que ha cubierto las necesidades nutricionales de la población.

La razón es simple. Nuestra primera necesidad nutricional es energética, y los almidones proporcionan eso: mucha energía, de fácil asimilación y combustión limpia. Es como la gasolina premier o el gasoil extra de nuestro «coche» biológico. En el cuerpo tenemos todas las enzimas preparadas para digerir, preferentemente, alimentos ricos en almidón.

Dicho esto, el problema que sufrimos hoy es que la mayoría de almidones que consumimos son refinados. Al rico cereal se le quita la cáscara y el germen y se produce una harina fina y blanca, privada de muchos nutrientes y de la fibra, esencial para nuestra salud y para la supervivencia de nuestras bacterias intestinales. Calorías vacías, similares al azúcar. Por eso cuando el doctor McDougall propone una dieta basada en almidones, añade: integrales, siempre que sea posible. Y sin aditivos nocivos (grasas trans, extra sal, azúcares…). O sea, un buen pan integral, artesanal, sí. Baguette o bollería, no.

Qué es el almidón


En esta otra entrada expliqué la diferencia entre los distintos carbohidratos o glúcidos, popularmente llamados azúcares. Están los carbohidratos simples de rápida digestión, como la fructosa y la glucosa, presentes en la fruta, en el azúcar y los dulces. Con estos hay que andar con cuidado. Las frutas son estupendas, porque tienen agua, fibra y muchos otros nutrientes. Pero los azúcares que se usan para endulzar, ¡ojo!

Pero luego están los carbohidratos complejos. Estos se asimilan de forma más lenta, porque son largas cadenas de azúcares, y proporcionan energía de forma prolongada. Aquí entran los almidones, presentes en tubérculos, cereales, legumbres y otras plantas.

Finalmente están los carbohidratos que nuestro cuerpo no asimila de ninguna manera, son las fibras. Pero las necesitamos para dar de comer a nuestras bacterias, que producen, con esas fibras, sustancias que necesitamos muchísimo.

De modo que los almidones, en sí, son un alimento básico que necesitamos, y la mejor fuente de energía de que disponemos.  

La dieta del almidón


La dieta del doctor McDougall se basa en almidones integrales más frutas y verduras variadas. Y, para quienes no tengan problemas cardiovasculares o de peso, se puede enriquecer con pequeñas cantidades de frutos secos, semillas y miel.

Es decir, es una dieta cuyos platos principales son a base de arroz, legumbres, patatas, pasta… acompañados de verduras variadas. La dieta excluye todos los aceites y todos los productos de origen animal (lácteos, mantecas, carnes y pescados).

Típicas reacciones ante una dieta así:

Reacción uno. ¿Y las proteínas? Respuesta científicamente fundamentada: si comes suficiente alimento, con suficiente almidón, las plantas variadas contienen todas las proteínas que necesitamos, sobradamente. La cuestión es que cuando se habla de comer sólo plantas la gente suele pensar en ensaladas y cuatro tristes hojas de acelga, y así cualquiera se muere de hambre y de pena. McDougall insiste: la base son los almidones, no las verduras, aunque de estas conviene comer mucho y variado. Si sigues esta dieta, llénate bien el plato de patatas o de arroz o de garbanzos. Sin miedo. Hasta que te sientas satisfecho. ¡No te hará ningún daño! Ni te engordará, si tienes miedo del sobrepeso. Lo que engorda no son los almidones, sino las grasas y los azúcares refinados.

Reacción 2. ¿Sin aceite? Pero… ¿no hay grasas buenas? ¿No necesitamos omega 3? Respuesta: hay muchas hortalizas que contienen pequeñas proporciones de grasa, las justas que necesitamos, y sanas. Si nos preocupan los omegas, ¡vayamos a las ricas nueces, al lino, a la chía y a otros frutos secos! Con moderación. ¿A cuántas personas conocéis que tengan carencia de grasas? ¿Y a cuántas a quienes les sobran?

El problema en nuestra sociedad occidental, dice McDougall, no son las carencias de proteínas ni de grasas, sino al revés: ¡el exceso! Y es muy fácil pasarse de rosca, más de lo que pensamos.

En fin, que una dieta basada en almidones es rica en proteínas si se consume suficiente cantidad de calorías. No le falta nada, y además, es…

Digestiva y sabrosa


Pues sí. Sin productos animales y aceite, y sabiendo qué legumbres o qué cereales evitar, esta dieta es puro confort para tu estómago e intestino.

Cuando luchaba por salir de mis problemas digestivos y ganar un poco de peso, esta dieta me salvó, tal como lo digo. Y cuando me rompí un brazo y tuve que hacer reposo forzoso, hará un año, los arrocitos me ayudaron a ganar esos kilos que necesitaba para estar en mi peso normal.

¿A quién no le sienta bien un plato de patatas tiernas, aliñadas con hierbas y verduritas? ¿Y un arroz cremoso? Recuerdo que cuando era pequeña uno de mis platos favoritos era el arroz a la cubana. Pues bien, ese plato es estupendo, y mejor si es con arroz integral (sin plátano frito y sin huevo, eso sí).

Pero atención, que no es una dieta que engorde de por sí. De hecho, la mayoría de pacientes obesos y con sobrepeso que la han seguido han perdido un montón de kilos de grasa y se han liberado de muchos dolores articulares sin pasar hambre. Si quieres una versión más adelgazante de esta dieta, quita los arroces y legumbres y pon más patatas y verdura. Elimina los frutos secos y el aguacate, y listo. Si lo que necesitas es ganar peso, dale al arroz, come más pan, incorpora frutas confitadas y mermeladas de calidad y, si los digieres bien, sé más generoso con los frutos secos y el aguacate. Cuando alcances tu peso, seguir este programa simplemente te mantendrá, sin que tengas que preocuparte por si comes mucho o poco. En mi caso, os aseguro que me lleno unos platazos de comida que jamás comía antes, ¡y me sientan de maravilla!

Con este tipo de alimentación pueden desaparecer por completo los dolores de estómago, estreñimiento y colon irritable. Esta es mi experiencia (y la de muchos otros pacientes). Y como es rica en fibra, el ritmo de evacuaciones se regulariza de manera casi milagrosa, sin tener que tomar «ayudas» de ningún tipo (ni salvado, ni cáscara mágica, ni tres kiwis, ni polvos ni infusiones laxantes).

A los que os defendéis en inglés, os invito a visitar la página del doctor McDougall y a explorar los testimonios de algunos de sus pacientes. Hay historias de colon irritable, problemas digestivos crónicos, enfermedad de Crohn, cánceres… ¡de todo! Son impresionantes. También hay vídeos breves muy didácticos (3 minutos) y conferencias interesantísimas y amenas. Y los boletines o newsletter, de acceso gratuito, contienen muchísima información de interés, toda ella fundamentada en estudios científicos de buena fuente.

En próximas entradas hablaré de mis almidones favoritos… ¡No os las perdáis! Seguro que también os encantan esas comidas.

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