Todos los que tenemos las vísceras delicadas
lo sabemos. Un mala noticia, un cambio inesperado, una tensión, pueden causarnos
una diarrea o un ardor de estómago en cuestión de minutos. Sabemos de la
estrecha conexión cerebro-intestino, sabemos que la buena digestión es, como
explico en mi libro Digerir la vida,
una cuestión «de corazón y de olla».
Entre los médicos y terapeutas hay varias líneas.
Una postula que todo, o casi todo, depende de la comida, o del factor físico.
Otra línea lo achaca todo, o casi todo, a la psique. O sea, que si te regalas un
banquete de grasas y vino, pero eres feliz, te sentará de maravilla. Pero si tienes
un problema emocional, aunque comas la verdurita más suave y orgánica del
mundo, se te va a indigestar.
Me parece que la postura más sensata integra
ambos factores, y es la que adoptan muchos especialistas, por suerte. Pero
ahora la pregunta sería: ¿en qué medida afecta la comida, y en qué medida la
psique?
En mi experiencia, el factor comida es más
importante de lo que creemos. Para mí, puede contribuir hasta un 90 % en la
buena digestión. El 10 % restante depende del estado emocional. ¿Por qué digo
esto?
La vida no es un jardín de rosas. Todos vamos
a tener que afrontar golpes y contratiempos. Más vale aceptarlo con paz e
incluso con buen humor. Eso no podemos controlarlo. Pero sí podemos controlar lo
que comemos. Si te sobreviene una mala noticia o debes afrontar un cambio
inesperado, o inicias un periodo de mucho trabajo y estrés familiar, es muy
posible que tu estómago y tus intestinos lo acusen. Pero, si durante este
tiempo comes muy bien y cuidas tus hábitos el impacto emocional en tus
digestiones será mínimo y no te impedirá llevar una vida normal. Es decir, no
tendrás que acostarte retorciéndote por el dolor de tripa o no tendrás que
correr a tomarte un antiácido.
Esta es mi experiencia. Si te llega un golpe
emocional, en vez de castigarte comiendo compulsivamente dulces o chocolate, mímate.
Regálate un poco de descanso, una buena conversación con tu pareja, con un buen
amigo o amiga. Toma el sol. Y prepárate un plato de patatas cocidas, calentitas
y cremosas, con un caldo de verduras. Son el mejor antiácido que conozco. También
serán tu mejor «almohada» parachoques, y te recuperarás muy pronto.
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