Probióticos, prebióticos, bífidos, lactobacilus, fermentados... A todos los que nos hemos informado un
poco sobre salud digestiva nos suenan estos conceptos, ¡o sabemos mucho de
ellos! Los suplementos de probióticos y los yogures con bífidos están en la
cresta de la ola, acompañados de una exitosa publicidad que los presenta como
la panacea para regularizar el tránsito intestinal y ganar salud y vitalidad.
¿Qué hay de cierto en todo esto?
Antes de continuar, hago un inciso aclaratorio para noveles en la materia:
Probiótico: suplemento que contiene bacterias similares a las que pueblan nuestro organismo.
Prebiótico: suplemento o alimento que contiene fibras que alimentan a las bacterias.
Muchos suplementos son una combinación de ambos. Muchos alimentos son prebióticos por su contenido en fibras beneficiosas.
Y sigo. Todo desarreglo intestinal suele ser debido a
un desequilibrio en la microbiota (nuestra enorme colonia de bacterias, hongos,
virus y otros bichitos que pueblan el colon). Se trata literalmente de una
guerra intestina: las bacterias “buenas”, que nos ayudan a mantenernos sanos, se
ven atacadas por diversos factores, su población disminuye y las bacterias “malas”
proliferan y se hacen más numerosas. Este desajuste o disbiosis puede dar
diversos problemas: diarrea, estreñimiento, alternancia de ambos, putrefacciones,
toxicidad y reacciones autoinmunes. ¿Cómo resolverlo?
Lo lógico sería buscar la fuente del problema,
atajarla y luego, con buena alimentación, paciencia y descanso, el cuerpo
restablecerá el orden y volverá la paz intestina. Pero nuestra reacción ―y la
de los médicos― suele ser muy curiosa y precipitada. Sin detenernos a pensar
porqué hemos llegado a la guerra, queremos cortar el problema con remedios. Es como
intervenir en un país en guerra... ¡enviando un ejécito que aplaste a las dos
partes en contienda! En vez de negociar la paz, queremos conseguirla con la
fuerza bruta. Ese súper-ejército que enviamos a nuestro intestino son los probióticos,
los prebióticos y demás fármacos y suplementos que nos recetan o nos
autorecetamos.
¿Cuál es el resultado? En el campo político lo
vemos. Cuando un país grande interviene en la guerra de otros más pequeños, el
conflicto se suele prolongar y hacer más sangriento... O se soluciona mal, y se
generan otros conflictos, otras guerras. En nuestro intestino sucede igual. Y
lo digo por experiencia.
Después de comprobar, mediante análisis de
heces, que tenía una importante disbiosis, durante casi un año seguí una
terapia microbiológica con probióticos y prebióticos seleccionados. ¿Resultado?
Un nuevo análisis de heces mostró que los cambios eran mínimos. Algunos grupos
de bacterias habían mejorado, otros habían empeorado y otros seguían más o
menos igual. Después de ocho meses siguiendo escrupulosamente el tratamiento ―y
gastando un buen dinero en él―, todo fue para nada... o casi nada.
Aprendí algo. Me cuestioné la validez de los
suplementos de probióticos y prebióticos. Investigué y leí. Y después de
aprender y probar he llegado a estas conclusiones:
1. Hay que saber elegir un buen probiótico. La mayoría de suplementos tienen pocas
bacterias, poca variedad de cepas y no sólo eso: cuando los pobres bichos
llegan a nuestro intestino, después de pasar por los ácidos del estómago, casi
todos están fuera de combate. O sea: no sirven de nada, más que para gastar
dinero. ¿Cómo saber que un suplemento me hará efecto? Ten en cuenta estas cinco
cosas:
- Que tenga al menos 10 000 millones de bacterias de cada cepa. Menos de eso es poco o nada efectivo.
- Que incluya al menos tres variedades de bacterias.
- Que sea de liberación retardada (o sea, que la cápsula se disuelva en el intestino, no en el estómago).
- Si puede ser, en polvo para disolver en líquido templado. Son mejor asimilables que en cápsula. Los probióticos líquidos (en gotas) deben conservarse en nevera y las bacterias mueren al poco tiempo.
- Tómalos en ayunas, preferentemente por la mañana, media hora antes de desayunar.
Si tienes dudas, consulta con tu médico,
pregunta al farmacéutico, busca por Internet y ten la paciencia de leer el
prospecto y los ingredientes del suplemento. Ah, y asegúrate que en los
excipientes no haya algún ingrediente que te pueda producir intolerancia
(gluten, lactosa, etc.).
2. Mejor que todos los probióticos es adoptar
una alimentación sana que te aporte
de forma natural lo que necesita tu intestino: fibra, fibra y más fibra. No se trata de ingerir toneladas de
Allbran, cáscara de psyllium o salvado, sino de comer suficientes vegetales que
te la aporten de forma natural. Entre 1 y 2 kg de comida al día (patatas,
legumbres, verduras, fruta variada, granos integrales...). Mi experiencia es
que si comes la fibra suficiente y bebes el agua que necesitas (de 1 a 2 litros
al día) no hay problemas de evacuación. Y si el intestino funciona, poco a poco
se irá autoreparando por sí mismo. ¡El cuerpo es sabio!
3. Los fermentados
naturales son alimentos que pueden ayudar especialmente a reparar y
mantener la flora: kéfir, chucrut, miso, yogures... (aunque estos no los recomendaría
por la leche de vaca). El problema con los yogures es que la leche, en sí, es
astringente. Y los probióticos que llevan los yogures, al pasteurizarse la
leche, son destruidos por el calor. O sea, que su efecto es casi nulo. Mucha
propaganda, poca veracidad. Tomar yogures de leche no va a mejorar tu intestino.
También eso lo he comprobado. Otra cosa son los yogures vegetales. De soja, por
ejemplo. Pero deben ser naturales, sin azúcares ni otras tonterías añadidas, y
de soja orgánica, no transgénica. Los hay, y vale la pena encontrarlos porque
son sabrosos (apenas se diferencian de los de leche), contienen mucho calcio y
son muy nutritivos. En cuanto al kéfir, se puede preparar con diversas leches
vegetales, incluso con agua. Hay miles de páginas en Internet que os darán
ideas sobre cómo preparar fermentados no lácteos de forma creativa. ¡Probad y
gustad!
En resumen: si tienes problemas de disbiosis,
te ayudarán los suplementos de calidad, buena comida (fibra vegetal) y
fermentados. Si el problema no es grave, creo que bastaría con una buena dieta.
En siguientes entradas voy a profundizar en
estos tres puntos:
- ¿Qué bacterias necesito para cada problema?
- ¿Qué alimentos y otros factores pueden dañar mi flora intestinal?
- ¿Qué beneficios obtengo de una dieta MUY rica en fibra?
Finalmente, os paso un enlace a Salud, Nutrición
y Bienestar, sobre cómo
elegir buenos probióticos. Aparte de la recomendación comercial (que cada
cual valore), el contenido del artículo es muy interesante y completo.