viernes, 25 de mayo de 2018

¿Gimnasia digestiva? ¡Claro que sí!

¿Hay alguna gimnasia o deporte especialmente bueno para el sistema digestivo? ¡Pues sí! De entrada, cualquier ejercicio que te haga sudar, correr la sangre y gastar energía es fantástico para la digestión. Porque, entre otras cosas, te despertará el hambre, y un factor que contribuye a digerir bien la comida es justamente comer con apetito, no porque toca o porque siento el gusanillo de masticar algo.

Eso sí, si tienes problemas digestivos, ¡olvídate del deporte durante la digestión! El mejor ejercicio después de comer, o si estás sintiendo molestias digestivas, te lo aseguro, es el sofá. Busca una postura cómoda, arrebújate, relájate y espera a que la comida “baje” y te sientas mejor. Después de una comilona familiar o festiva, lo mismo. Entre mi familia llamamos “boítis” al sindrome de languidez, pesadez y somnolencia que suele dar después de un opíparo banquete. La palabra, como podéis imaginar, viene de “boa”. Cuando te sientes como una boa constrictor después de tragarse una gacela, lo mejor es apoltronaret en un buen sofá.

Dicho esto, hay algunos ejercicios y deportes que favorecen la digestión y tonifican los órganos digestivos. Te voy a hablar de tres.

1.    Caminar: el ejercicio universal y más recomendable para todo ser humano. Somos seres andantes, diseñados para caminar varias horas cada día. Camina cuanto puedas, a paso ligero y a zancadas, mejor que a pequeños pasitos, si puedes. Además de tonificar piernas y glúteos, activará tus intestinos y tu proceso digestivo. Si subes montañas o cuestas arriba, es genial para el estreñimiento.

2.    Correr, si estás en forma y puedes hacerlo sin riesgo. Hazlo siempre en ayunas, bebe sólo agua o algún zumo antes y después, por supuesto. Correr tiene los beneficios del caminar, aumentados. Pero vigila si tienes problemas de rodillas o espalda, si es así, mejor caminar. Y si tienes el estómago revuelto, correr no hará más que empeorar las cosas.

3.    Yoga. El yoga tiene algunas posturas que son especialmente buenas para estirar el cuerpo y tonificar la zona abdominal y los órganos internos, entre ellos nuestras queridas tripas. Voy a explicarte algunas de estas, ilustradas con fotografías. Puedes bajarte por Youtube infinidad de videos y tutoriales para aprender a hacerlas bien. Con el yoga, si eres novato, ve con cuidado. Haz lo que puedas sin forzarte ni hacerte daño. Poco a poco irás desarrollando más flexibilidad. La  clave con el yoga es: respirar hondo tal como te indica el monitor, e ir muy, muy despacio. Son movimientos potentes, pero deben ejecutarse con suavidad. ¡Sentirás los resultados muy pronto!  Recuerdo que cuando empecé a hacer yoga, siendo muy jovencita, el primer día que hice cierta torsión de cintura fue increíble. Sentí una sensación de liberación y bienestar en el tronco y el abdomen que jamás había experimentado. Fue como romper un grueso cinturón o una cadena. Al regresar a la postura inicial, os aseguro que podía sentir cómo mis carnes “respiraban” y se llenaban de sangre y oxígeno. ¡Una delicia!

Algunas posturas de yoga súper digestivas


En general, todas las posiciones que implican doblar, girar o torcer la cintura y el tronco son estupendas para la digestión. El estiramiento muscular hace un masaje interno a las vísceras, y esto va de maravilla.

Para no liaros, daré los nombres de las posturas en español.
En esta página encontraréis todas las posturas o asanas, y cómo realizarlas.

Gato – vaca


Dos posturas estupendas para empezar. Ponte a cuatro patas y encorva la espalda como un gato, metiendo la cabeza entre los hombros, cuanto puedas. Regresa a la postura a cuatro patas normal, con la espalda recta.

La vaca consiste en arquear la espalda al revés, sacando pecho, mirando al frente y hundiendo las lumbares hacia abajo.

Puedes alternar ambas posturas en un movimiento ondulatorio, suave y profundo. Inhala cuando haces la vaca, exhala cuando te arqueas como un gato. Esta serie es un auténtico masaje de espalda, muy relajante y también estupenda para “acariciar” tu vientre.


El niño


Ahora, arrodíllate, siéntate sobre los talones e inclina el dorso hacia adelante, hasta tocar con la frente el suelo, si puedes. Reposa en esta posición. Es un estiramiento total de espalda, un mimo para tus vértebras, y tu caja torácica se recoloca, con todos los órganos digestivos en su lugar. Si te encuentras cómodo, puedes permanecer en esta posición de descanso todo el tiempo que quieras. Siente cómo la cabeza reposa en el suelo y tu cuello y columna se alargan.


La pinza


Siéntate en el suelo con las piernas juntas y estiradas, e intenta alargar el tronco hacia adelante, llevando las manos hasta los pies. Si no llegas, estira hasta donde puedas (rodillas, media pierna). Aguanta la postura durante diez respiraciones, largas y profundas. Y más tiempo, si puedes. Este es otro ejercicio genial porque estira toda tu cadena muscular posterior, la que siempre está contraída y tensa. Cuesta, pero es buenísimo para todo el cuerpo ―y también para tu digestión―.



Torsión lateral


Sentado en el suelo, con las piernas estiradas o cruzadas, pasa una rodilla por encima de la otra y gira el tronco hacia el lado contrario (¡mira la foto para no liarte!). Repite del otro lado. Existen algunas variantes de este ejercicio, haz la que puedas y en la que te sientas menos incómodo. Este ejercicio de cintura hace un masaje total a la cavidad abdominal, ¡uno de los mejores!

Torsión lateral completa.

Torsión con la pierna estirada (más fácil).


El perro


Colócate a cuatro patas y luego ve estirando las piernas empujando hacia atrás y formando un triángulo con tu tronco y brazos. Mira bien la imagen. Esta posición es una de las fundamentales del yoga porque es muy completa: estira brazos, piernas, espalda y tonifica el abdomen. Tiene muchos beneficios. Si puedes, mantenla durante cinco o diez respiraciones profundas y lentas.

Verás que quizás te cueste tocar con los talones en el suelo; no importa. Lo importante es mantener los brazos, la espalda y las piernas estirados. Mira bien algún vídeo tutorial para aprenderla y no hacerte daño.


Pinza de pie


Puedes acabar la sesión con la pinza de pie, con las piernas separadas a la altura de los hombros y abrazando tus piernas o tobillos, todo lo más abajo que puedas. ¡Ideal si logras posar tus palmas en el suelo, como en la foto!

La pinza completa.
Versión suave (la que casi todos podemos hacer...)

Puedes acabar la sesión sentado en la postura del loto, o con las piernas cruzadas, o como te sea cómodo, respirando diez veces honda y lentamente.

O, si lo prefieres, puedes terminar estirado en el suelo (mejor sobre una esterilla o alfombra blandita), con las manos abiertas hacia el cielo y las piernas estiradas con los pies un poco abiertos. Relájate totalmente y siente tu cuerpo mientras respiras. Regálate este pequeño descanso.

Y, como dicen los monitores de yoga, da las gracias por poder hacer esta práctica, siéntete agradecido por tu cuerpo que es capaz de cosas tan maravillosas como moverse, estirarse, doblarse... ¡y hacer la digestión! Dirígete alguna frase bonita y motivadora. ¡Mímate!

Mis profes favoritas


Estas son mis “profesoras” de yoga favoritas on line.

Xuan Lan, tiene libro y videos en español, es fantástica enseñando y un encanto. En su página accederás a su canal de vídeo, con muchísimas sesiones de todo tipo y duración.

Brett Larkin (en inglés), excelente y motivadora, sus sesiones te dejan genial y explica muy bien cada postura. Aquí tienes un montón de sesiones a elegir. Y este es su canal de Youtube.

Jen Hillman (en inglés), me encanta por su dulzura y su buen humor. Disfrutas cada sesión a fondo, y ejercitas mucho más de lo que parece (he acabado con agujetas después de alguna de sus sesiones, ¡lo prometo!). Aquí tienes todos sus videos de yoga en el canal Psychetruth.

Por supuesto, hay muchas opciones más. Encontraréis miles de vídeos y clases de yoga en la Red. Aunque, si nunca lo habéis practicado, recomiendo empezar muy despacito, o ir a un gimnasio o centro de yoga para aprender bien y con supervisión, pues algunas posturas pueden ser dañinas para personas con ciertos problemas. Estas que he recomendado hoy son inocuas y prácticamente aptas para todo el mundo, salvo quizás el perro.

¡Disfrutad de vuestro ejercicio! ¡Sentíos bien!


viernes, 18 de mayo de 2018

Ni trigo, ni leche, ni azúcar ni aceite... ¿qué comer?


Sonrío al enumerar estos alimentos. Durante años mi dieta incluía generosas cantidades diarias de los cuatro. Es más, podría decir que eran la base de mi alimentación y mi principal fuente de energía. No me extraña que, sumando a esto el estrés galopante, los antecedentes familiares y de la infancia, acabara con la barriga hecha trizas.

Lo curioso es que harina blanca, leche, azúcar y aceite son los básicos de casi todo el mundo. Lo vemos a diario. Los alimentos procesados del súper y las panaderías están hechos de esto. Supongo que son un negocio redondo, porque los costes de producción son muy bajos y los productos finales se venden con un margen de ganancias enorme. Y como, además, son tan adictivos, la gente los consume a toneladas.

Bollería, panes variados, pizza... ¡y los deliciosos churros! El churro es una unión perfecta de los cuatro ingredientes que pueden enfermarte más, sin alimentarte lo más mínimo. Puras calorías vacías, grasas inflamatorias y proteínas irritantes para tu intestino y tu sistema inmune. ¡Una bomba letal!

Un aspecto más triste de esta realidad es que, a la hora de donar comida a las familias necesitadas, la leche, el azúcar y el aceite son tres de los alimentos más solicitados ―y los que más repartimos desde las parroquias y las ONG―. Os aseguro que ahora siento mala conciencia, porque veo que las personas con pocos recursos comen mal, muy mal. La obesidad, hoy, es un fenómeno de pobres. Al sobrepeso se unen muchas carencias vitamínicas y de minerales por no comer verduras y frutas frescas. Lo terrible es que no se necesita mucho dinero para cambiar y adoptar una dieta sencilla y sana. ¡Todo es una cuestión de educación!

Pero ahora me diréis: bueno, Montse. Si no tomas pan, ni aceite, ni azúcar ni leche... y, además, comes muy poca carne y apenas pescado, ¿qué comes? Respuesta: ¡todo lo demás! Hay una inmensidad de verduras, hortalizas y frutas esperando en la frutería de la esquina, o en la sección verde del súper. Sin contar nueces, legumbres, arroces integrales, trigo sarraceno, quínoa, tofu orgánico o yogures veganos. Desde que cambié mi forma de comer, os aseguro que como más variado que nunca, y he conocido sabores y texturas riquísimas que jamás había disfrutado antes. Estoy en mi peso. Mis análisis de sangre son correctos (por si alguien duda de que tenga carencias de proteínas u otros nutrientes). Antes tenía una carencia de hierro que he superado (sin comer carne) y me encuentro como nunca. Hacer buenas digestiones es síntoma de buena salud. Los que no habéis pasado por años de indigestiones no sabéis qué cambio tan grande se nota, y cuánta energía y incluso optimismo vital se alcanza con una barriga contenta y satisfecha. ¡Vale la pena el cambio! Y vale la pena el esfuerzo por liberarse de las adicciones, que están ahí. Claro que cuando paso por delante de un horno se me van los ojos, y tengo que pasar de largo por las neveras del supermercado con sus mil y una variedades de yogures y quesos. Lo del azúcar es peor, aún no lo he superado del todo (sigo tomando mermeladas, aunque sean ecológicas o caseras, para acompañar los yogures naturales de soja). Es lo único extradulce que me permito, controlado, eso sí.

Mi mensaje final hoy es este: hay vida “fuera de” los cuatro alimentos terribles ―panes blancos, aceite, azúcar y lácteos―. Hay vida, sabor, variedad y salud. Si tenéis problemas digestivos, probad tan solo una semana a dejarlos y notad la diferencia. Atreveos a explorar otros alimentos frescos de colores, los que nos ofrece la naturaleza tan generosamente. ¡Y disfrutad con la diferencia!

viernes, 11 de mayo de 2018

¿Qué pasa con el trigo?

El trigo es uno de los alimentos básicos de la humanidad. Desde los inicios de la agricultura, el trigo y otros cereales nos han salvado de muchas hambrunas y han permitido que las civilizaciones prosperasen.

Buscando un mayor rendimiento de las cosechas, el trigo ha sufrido diversas modificaciones genéticas por mano del hombre. Esto ha sucedido con muchas otras plantas. Pero en las últimas décadas el caso del trigo ha sido exagerado. El trigo que hoy se cultiva en el 90 % de los campos es de una variedad tan modificada que su genoma es.... ¡cuarenta veces más complejo que el genoma humano! Las proteínas del trigo son tan enormes que el organismo humano no siempre puede asimilarlas, y las rechaza como si fueran bacterias invasoras. De ahí que, cada vez más, oigamos casos de personas que no pueden tomar trigo o derivados de este cereal.

Algunas distinciones


No es lo mismo alergia, que intolerancia. Tampoco es lo mismo “trigo” que “gluten”. Vamos a distinguir un poco.

Alergia es una reacción subita y violenta de nuestro sistema inmune contra una sustancia que nos resulta tóxica. Puede requerir hospitalización urgente y hay riesgo, incluso de muerte. Si eres alérgico a algo, debes evitar esa sustancia a toda costa.

Intolerancia es un rechazo no tan agresivo, pero no menos importante. El cuerpo no acepta un nutriente y el sistema inmune intenta eliminarlo como sea. Si tomamos con frecuencia un alimento que nos produce intolerancia acabaremos desequilibrando el sistema inmune: o no funcionará o reaccionará produciéndonos efectos indeseados. Hay muchos síntomas de un sistema inmune deprimido o exasperado: irritación de la piel, psoriasis, artritis, migrañas, hinchazón abdominal, cansancio, dolor muscular, estreñimiento o diarrea, ronquera, congestión nasal... Todo esto son señales de que estamos tomando algo que nos daña, aunque no sepamos qué es. Muchas molestias inexplicables tienen su origen en un sistema inmune dañado por alguna intolerancia.

Y por último está la “sensibilidad”, otra forma de intolerancia, que puede dar síntomas menos severos, pero que también indica que debemos dejar de tomar alguna sustancia.

En la página web Celiacos.org explican bien en qué consiste la celiaquía.
En la página del Dr. Schar encontrarás la diferencia entre celiaquía, alergia al trigo, sensibilidad al gluten y otras enfermedades relacionadas con los cereales.
¿Habéis oído hablar del neurogluten? Pues alerta. Se están descubriendo diversos problemas neurológicos causados por el gluten. El tema da qué pensar.

Trigo, gluten y otros granos


El gluten es una de las proteínas que contiene el trigo. No es la única, por eso hay personas que no son alérgicas al gluten, pero sí a otros componentes del cereal. Los cereales, como semillas, son alimentos muy ricos en proteínas y estas no siempre sientan bien a todo el mundo.

El gluten da sabor y esa textura elástica y mantecosa a los panes y a todo producto que lleve gluten añadido. Por eso está presente en muchísimos productos alimenticios, ¡y resulta adictivo! El problema del gluten es que, si no se asimila bien, actúa en el cuerpo como lo que su nombre indica: pegamento (¡super-glue!). Algunos investigadores señalan que el gluten y otras proteínas de los cereales son auténticos mecanismos de defensa contra los animales comedores de plantas, generando toxinas que dañan su metabolismo. ¿Podría ser?

En todo caso, y para ser objetivos, estudiaos un poco. Si tenéis problemas digestivos inexplicables u otras molestias, probad a dejar el pan durante una semana y ved si hay diferencia. Sinceramente, lo he oído decir a muchas personas: «cuando como menos pan, o cuando no tomo pan, me encuentro mejor». ¿Es tu caso? Si el trigo es un problema para ti, notarás la diferencia en apenas un día dejándolo de comer. Incluso sentirás mayor despeje mental.

Sé que cuesta... ¿Por qué todo lo que nos hace daño es tan, tan, tan apetitoso y adictivo? A mí me está costando sangre dejar el pan. No soy celíaca, pero el trigo no me sienta bien. En un reciente test sanguíneo de intolerancias me detectaron una sensibilidad a este precioso cereal, así como al maíz y a la avena. De modo que ya sé lo que me toca.

Echad un vistazo a este enlace y fijaos en los síntomas. Si sufrís alguno de ellos, es posible que sea por el trigo... Cuesta dejarlo. Pero ¿no vale la pena, a cambio de sentirse mejor, ligero, energético, y gozar de unas digestiones 10?

El negocio gluten-free


Dicho esto, hay que decir que el mercado de productos sin gluten ha proliferado en los últimos tiempos y está resultando ser un negociazo. Y aquí, como en todo, hay que saber distinguir. Hay panes y productos sin gluten que sí, no llevan gluten, ni trigo, ni leche... pero están atiborrados de aditivos que son cualquier cosa menos sanos. Entre otros, muchas grasas hidrogenadas (trans) o azúcares modificados, o compuestos químicos sospechosos.

¿Lo mejor? Simplifica tu vida, olvídate de los envasados y ve a los productos frescos, los que crecen de la tierra y los que puedes ver qué son, sin envoltorio. Busca panes artesanales sin gluten, hechos al día. Prueba a ver cómo te sientan. Y si no te acaban de convencer, olvídate del pan y busca alternativas.

Come frutas, verduras, legumbres y cereales que no te hagan daño. El más seguro de todos es el arroz. Eso sí, bien lavado y mejor si es integral, bien cocido. Luego están los seudo cereales con proteínas completas y omega 3: la quínoa y el alforfón (trigo sarraceno). ¡Dos alimentos a tener en cuenta! Se cocinan como un arrocito y si te acostumbras a su sabor, son excelentes opciones dietéticas, y un regalo para tus intestinos. Tanto el arroz, como la quínoa o el alforfón puede cocinarlos dulces o salados, como desayunos, meriendas o almuerzos. Si digieres bien la avena, a por ella. Es un alimento de atletas y caballos de carrera, un alimento con muchísimas propiedades y con el que puedes hacerte unos mueslis y gachas cremosas para chuparte los dedos.

Esta página te puede dar ideas: su autora es una celíaca muy creativa que ha publicado un libro y tiene muchísimas recetas deliciosas sin gluten.

Mi alimento de confort, dado que tengo problemas con el trigo y la avena, es el arroz. Ahora mismo me acabo de tomar un arrocito con leche de almendra (sin azúcar) y con canela, una delicia de desayuno. ¡Con esto no se añora el pan!

viernes, 4 de mayo de 2018

Los aceites


Como la mayoría de vosotros, lectores, he crecido educada en la convicción de que tomar aceites “buenos”, como el de oliva virgen, es sanísimo y necesario. Además, mi madre es nativa de una tierra, el Priorat, donde se producen aceites tipo Garrigues, finísimos y de excelente calidad. De modo que, cuando me planteé adoptar el programa de alimentación McDougall, que tantos beneficios ha aportado a mi salud digestiva, me salté alegremente una de las indicaciones de dicha dieta: «No tomar aceite, de ninguna clase». ¿Cómo iba a dejar de aliñar mis verduras con el riquísimo aceite de oliva, prensado en frío, que tomaba?

Aunque con la dieta notaba un mayor bienestar, todavía había algo que fallaba... Así que un día me dije: voy a seguir el régimen al completo, respetando todas las indicaciones del Dr. McDougall. Y dejé el aceite. Los primeros días, las manos se me iban a la aceitera, ¡casi inconscientemente! Pensé que me costaría pero no fue así. ¿Por qué? Porque, sencillamente, en menos de dos días (sí, dos días), mis ardores de estómago y todo síntoma de acidez desaparecieron por completo. No podía creérmelo.

Investigué un poco más, leí testimonios de pacientes en los foros del Dr. McDougall, y me quedé sorprendida de ver cuántas personas habían experimentado lo mismo que yo: al dejar los aceites, sus digestiones habían mejorado espectacularmente. Desde entonces, el aceite ha dejado de formar parte de mi alimentación, y puedo decir sin vacilar que he dicho adiós al ardor estomacal y a muchas molestias. ¡Me he librado de un sufrimiento que he arrastrado durante décadas!

No voy a aconsejar a nadie que deje de tomar aceites, aunque personalmente creo que son innecesarios. Pero si tú, lector o lectora amiga, tienes problemas digestivos crónicos y no acabas de resolverlos, te sugiero de pruebes a dejar, durante una semana, todo tipo de aceites y grasas (mantequilla, margarina, mayonesas y natas).  Cocina tus platos sin freír nada (al horno, al vapor o hervido con agua o caldo). Y comprueba qué pasa.

Ahora voy a explicar por qué el aceite y las mantecas dificultan la digestión. Muchas personas (más de las que lo saben) son intolerantes a las grasas. Por algún motivo, su hígado no produce mucha bilis, que es la que descompone las grasas que tomamos. La grasa mal digerida y la bilis pasan al intestino delgado. En el íleon, que es el último tramo del intestino delgado, se absorben las grasas. Si el íleon, por el motivo que sea, está dañado o inflamado, tampoco las absorberá bien y se producirá una irritación, que puede ir seguida de una descarga (diarrea). O a veces simplemente se generarán gases y malestar. Recordemos que el intestino delgado puede inflamarse por muchos motivos, casi siempre debido a lo que tomamos. Antibióticos, antiinflamatorios, leche y lácteos, carnes, etc., son todo cosas que inflaman y a la larga pueden dañar el intestino delgado. Así que es fácil que una persona con el intestino sensible, que tome lácteos y productos cárnicos con regularidad, y que haya tomado tandas de medicamentos a lo largo de su vida, tenga el íleon en no muy buenas condiciones.

Peros y contras


Me diréis: pero el aceite de oliva, ¡es tan sano! ¿Y los omega 3? ¿No dicen que el aceite de oliva es bueno para el corazón? ¿Y las grasas? ¿No necesitamos algunas para vivir? Aquí van unas respuestas:


  • ¿Grasas? Sí, necesitamos, pero muchas menos de las que tomamos normalmente (sólo un 5-10 % de nuestras calorías diarias). Con las que contienen las semillas, las verduras, las legumbres y los cereales de forma natural, ya nos basta. Salvo los famosos omega 3, todas las otras grasas las fabricamos nosotros en el cuerpo a partir de lo que comemos.
  • El aceite de oliva apenas tiene omega 3. Si lo tomas por eso, olvídate.
  • El aceite de oliva es menos perjudicial que otras grasas, como las de origen animal (mantequilla, bacon, nata) y si es virgen también es mejor que los aceites refinados, por supuesto. Pero eso no quiere decir que sea un alimento sano. Estudios realizados a largo plazo con mujeres que seguían una dieta mediterránea, con abundante aceite de oliva, comprobaron que estas mujeres padecían problemas coronarios como cualquier otra y el aceite no reducía en nada su riesgo de sufrir un infarto. A largo plazo, todos los aceites dañan nuestras arterias y nuestro sistema vascular.
  • Los aceites, sean de lo que sean, no son un alimento completo. Son un extracto concentrado de frutas o semillas, cuya composición está entre el 95 y el 100 % de grasa. Su contenido en otros nutrientes (vitaminas, carbohidratos y proteínas) es prácticamente nulo. Sólo aportan grasa, es decir, calorías muy densas para proporcionarnos energía en casos de hambruna o necesidad.
  • Un gramo de azúcar aporta 4 calorías. Un gramo de proteína, también 4 calorías. Un gramo de grasa, 10 calorías. Alerta si tienes sobrepeso y problemas de huesos.
  • Todo aceite virgen y prensado en frío, en el momento en que lo calientas (a más de 49 º) se convierte en grasa trans, es decir, un tipo de grasa rígida que “espesa” tu sangre y puede formar atascos en tus venas y arterias. De modo que prácticamente todas las grasas que tomamos son perjudiciales, salvo el aceite crudo de mucha calidad. Y este, aún y así, tampoco es tan beneficioso.
  • El Dr. McDougall dice que el aceite no es un alimento. Como mucho, en casos excepcionales, puede ser un “medicamento” para tratar algunas dolencias. Y ya sabemos que los fármacos se toman en dosis muy pequeñas, controladas y sólo durante el tiempo que se necesitan. No a chorros ni encharcando nuestros platos. A grandes dosis, un medicamento es un veneno.
  • Finalmente os daré un dato histórico. El Mediterráneo es la cuna del aceite de oliva. En la antiguedad, Grecia era la tierra productora de aceite por excelencia, por sus olivos. Pero ¿para qué se utilizaba el aceite? No para comer ni para freír, sino para el baño y los masajes, y para dar luz en las lámparas. El aceite era un cosmético y un combustible, no un alimento. Imagino qué cara pondrían los antiguos griegos si nos vieran utilizar esas botellas de aceite en la cocina. ¡Es como si, hoy, alguien nos propusiera usar el bodymilk como salsa y la gasolina para freír!

¿Cómo sustituir el aceite?


La siguiente cuestión es... ¿cómo puedo cocinar sin aceite? ¿Cómo aliñar sin aceite? ¿Cómo dar sabor a las cosas... sin aceite? Bien, ¡es posible! Yo he aprendido a comer y cocinar sin aceite, y os aseguro que tomo comidas con un sabor increíble y jugosos. He aquí varios trucos:

1.    Utiliza caldo vegetal como aceite para sofreír, rehogar y cocer tus alimentos. Les da un sabor fantástico.
2.    Cuece las verduras al dente, con el agua justa, y escúrrelas pronto para que no pierdan su sabor natural. Te sorprenderá el gusto que pueden tener unas simples acelgas “bien cocinadas”, en su punto.
3.    Cuece las patatas y los arroces con alguna combinación de hortalizas y hierbas sabrosas: cebolla, puerro, pimiento, una patatita, zanahoria, apio, jengibre, laurel, otras hierbas... Experimenta y disfruta los diferentes sabores.
4.    Aliña tus platos con hierbas y especias que te gusten, y con sal marina ecológica o sal rosa del Himalaya, esto si no tienes problemas de hipertensión.
5.    Da sabor a tus caldos con hierbas y especias. Estas son mis favoritas: orégano, laurel, rosa mosqueta en polvo, un pelín de curry o cúrcuma, canela... ¡Experimenta y juega!
6.    Si digieres bien los frutos secos y no tienes problemas de peso, puedes triturar con el molinillo de café pipas, almendras, nueces o avellanas, y con esa picadita darles “gracia” a tus verduras y ensaladas.
7.    Utiliza salsas naturales hechas al momento y en casa: tomate triturado, pisto hecho puré, crema de verduras que te sobren del caldo, aguacate batido.
8.    Si quieres untar pan, puedes hacerte unas deliciosas “mantecas” vegetales y bastante digestivas con pasta de garbanzo (hummus), aguacate (guacamole) o cualquier otra legumbre hecha puré con un poquito de cebolla, tomate, calabaza o lo que te guste. De nuevo, ¡creatividad al poder!
9.    Si quieres hacer pasteles y te falta algo mantecoso para dar jugosidad a la masa, utiliza lino molido, un estupendo sustituto del huevo y el aceite, además de ser una bomba de nutrientes y rico en omega 3. Una cucharada sopera de lino molido en un vasito de agua, zumo o caldo te sustituye entre uno y dos huevos.
10.  También puedes sustitur el aceite en repostería con almendra molida, leche vegetal de almendra, soja o lo que te guste, con un poco de lino molido u otros frutos secos.

Si os defendéis con el inglés o con el traductor de Google, aquí Mary McDougall explica cómo cocinar sin aceite y con muchísimo sabor.

Como dije antes, no voy a insistir a nadie para que deje su aceite. Sé que en la cultura mediterránea esto es una herejía, y que muchos dietistas y médicos pondrán el grito en el cielo si lo oyen. Pero si tienes problemas digestivos desde hace años, como era mi caso, sólo te invito a probarlo unos días. Si al cabo de dos días “NO OIL” te encuentras mejor, piénsatelo. ¿Vale la pena sufrir por unas gotas de aceite?

Videos y datos de interés


Si quieres saber más y salir de dudas, te recomiendo este enlace, donde el doctor Esselstyn, experto en tratar enfermedades cardiacas, habla del aceite y de por qué conviene evitarlo. Aquí tienes una traducción aproximada al español. En este cortito video (en inglés) lo explica alto y claro. Igual que en este. Otro médico, el doctor Klapper, explica más sobre el aceite de oliva en esta conferencia (11 minutos). El doctor Greger tiene un montón de videos, como este, traducidos al español, con más información sobre el tema. Si tienes problemas o antecedentes de riesgo cardiovascular... ¡es para pensárselo!